José Emilio Pacheco, imprescindible

martes, 18 de octubre de 2011 · 12:55
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En la entrega del Premio Alfonso Reyes, el miércoles 12 en El Colegio de México, el escritor José Emilio Pacheco, ante un auditorio exultante que lo ovacionó en varias ocasiones, escuchó atento el texto preparado ex profeso por la directora del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios y presidenta del jurado que se lo otorgó por unanimidad. En éste, que se reproduce a continuación, se hizo un repaso de su prolífica obra narrativa y poética. “Me acuerdo, no me acuerdo…” es un comienzo indubitable para toda una época. En nuestra desmemoria hemos olvidado muchas cosas, pero lo que no podemos olvidar en esta compleja etapa que nos ha tocado vivir es que los seres humanos como José Emilio Pacheco Berny se tornan indispensables, imprescindible, inabarcables, como lo han señalado las voces de sus numerosos críticos literarios. José Emilio Pacheco le infunde a nuestra vida más claridad, conciencia e intensidad, por eso al otorgársele hoy en El Colegio de México el Premio Alfonso Reyes-2011 se cumple con un reconocimiento, así como también este premio nos enriquece y transmuta en seres más íntegros, porque nos contagiamos de la humana visión del escritor y nos aproximamos a su honestidad. Entre siete candidatos, nos complace que la propuesta del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios haya sido acogida y respaldada de manera unánime por nuestros colegas del Centro de Estudios Históricos y del Centro de Estudios de Asia y África en el Jurado, ya que José Emilio Pacheco es plenamente merecedor de este premio y, de manera especial, no solo por la calidad de su poesía, por la innovación que representa su narrativa, por la penetración de su ensayística, por el acierto de sus traducciones, por su intensa labor en la difusión de la cultura, por la profundidad de su condición humana, sino también por encontrarse tan cercano a los ideales y la obra de Alfonso Reyes. Es cierto que el premio que hoy se entrega no se restringe a los expertos en la trayectoria de nuestro fundador, pero en este caso la contundencia de la obra de Pacheco y su fidelidad al estudio y el conocimiento sobre la herencia que nos legó el autor de Visión de Anáhuac coinciden de forma admirable. Reyes y Pacheco como voces próximas, gemelas, como conciencias críticas que se vuelcan sobre México, sobre la historia, sobre nuestra existencia, sobre el inexorable paso del tiempo. A Pacheco, el poeta, lo reconocemos en cada uno de sus versos, desde Los elementos de la noche (1958) hasta La edad de las tinieblas (2009), porque en esos catorce libros reunidos en 2009 en Tarde o temprano y ya en espera de recibir correcciones y adiciones, descubrimos la fuerza de su voz poética y la de sus heterónimos que nos remiten al fluir del tiempo, al desastre siempre inminente, a la convicción de la creación colectiva, al duelo por todo lo perdido. Ya nos anunciaba Pacheco estos temas en el núcleo de su “Primera condición” en el inicio de su labor poética, cuando escribe: Todo es el huracán y el viento en fuga. Todo nos interroga y recrimina. Pero nada responde, nada persiste contra el fluir del día (T, 15). Si algo ha persistido en estos 54 años de creatividad es sin duda el refulgir de sus palabras que, a pesar de todo, se oponen a sucumbir “en la tempestad y el abismo” (Los trabajos…., 69). Defiende Pacheco con denuedo el anonimato, porque sabe que la poesía es “ese lugar del encuentro/ con la experiencia ajena” (Los trabajos…, 70), o bien “una forma de amor que sólo existe en silencio/en un pacto secreto entre dos personas…” (Idem). Su poesía, y no exagero, nos ha ayudado a vivir cuando los vientos políticos fueron adversos y nos enseñó a enfrentar las contradicciones de la historia con versos como aquellos de No me preguntes cómo pasa el tiempo sobre el año 68 en México” “Golpeamos los muros de adobe. Es toda nuestra herencia una red de agujeros “(T, 68), que unen nuestras tradiciones poéticas. Llega luego el poeta en 2009 a hondas reflexiones como en los poemas en prosa de La edad de las tinieblas: “Qué misterio ser yo y no tú, o tú y no yo. Enigma tan grande lo que sucederá mañana como lo que se oculta en la infinitud de nuestros pasados” (T, 743). Nos confronta así con la conciencia de la otredad, con la falta de fronteras entre presente, pasado y futuro. Es el gran poeta que nos enseña a ser humildes porque todo es perecedero; nos muestra el camino para respetar la naturaleza y el esplendor de las ciudades en un entorno angustioso, destructivo, como también nos convoca a preservar el amor, porque todo fluye. Finalmente entre paréntesis señala que (“Tarde o temprano a todos nos espera el naufragio.)” (T, 69). Su desesperanza, por obra de la poesía, se convierte en palabras; el dolor de su pesimismo se trasmuta en verso. O como lo resume con inteligencia Rosario Castellanos: “Nostalgia sin consuelo, ante la certidumbre de lo irreversible” (Verani, 36). En este momento podemos imaginar al joven José Emilio Pacheco en su desarrollo creativo con la grata compañía intelectual de Carlos Monsiváis y Sergio Pitol, así también podemos entrever en su obra las figuras tutelares de Emilia Abreu de Berny, José Enrique Moreno de Tagle, Jaime García Terrés, Fernando Benítez y otros más. Pacheco como narrador, cuentista y novelista, nos ha confiado relatos magistrales en su complejidad o bien en su difícil sencillez. Inauguró su narrativa con Tríptico del gato (1957), en Estaciones y La sangre de Medusa, publicada por Arreola en una plaquette en los Cuadernos del Unicornio. A este libro que contenía ya rasgos de madurez narrativa, a pesar de la juventud del autor, siguieron los textos de El viento distante (1963, 1969, 2000), Morirás lejos (1967), El principio del placer (1972, 1997) y la celebrada, Las batallas en el desierto (1981). Pacheco dominó el relato de corte realista con finales sorprendentes y después se adentró en los secretos de la literatura fantástica, que nos asombra como lectores al suspender la resolución de los enigmas. Morirás lejos y Las batallas en el desierto representan las cumbres de su narrativa. La primera novela se destaca por introducir en la literatura mexicana el tema del holocausto judío, texto elaborado a partir de una compleja e inteligente estructura con vínculos en los principios del nouveau roman francés, y que Yvette Jiménez de Báez, Edith Negrín y Diana Morán estudiaron minuciosamente como la oposición entre el espacio vital y el espacio letal en Ficción e historia. La narrativa de José Emilio Pacheco. Por su parte, Las batallas en el desierto ha ganado desde su publicación un amplio público lector por su honestidad en la reconstrucción de una época perdida, la atmósfera de los años cuarenta en México, y por transmitir el relato sobre el primer amor de un adolescente frente a la incomprensión de la sociedad. Además de premiar a Pacheco como poeta y narrador, se ha valorado justamente su fecunda y rica labor en dos tareas de su invención: las Aproximaciones y los Inventarios. El ‘aproximarse’ ha consistido en un ir más allá de las traducciones y las versiones. Pacheco ha logrado ponernos en contacto cercano con los poemas que admira y ama. Nos ha transmitido no solo las palabras sino la sonoridad y el espesor de los grandes poetas. En el inmenso repertorio de los Inventarios cada lector ha descubierto sus tesoros especiales: la historia de la literatura, los enigmas de la cultura, la formación del canon, las huellas autobiográficas… Persiste la urgencia de ver esos Inventarios reunidos y publicados. Por todo esto, tenemos mucho que agradecer a José Emilio Pacheco y no hay premio que alcance para demostrar nuestra gratitud. En todos estos años, más de 50, Pacheco nos enseñó a ser lectores; nos heredó el amor por la ciudad que se desvanece y se vuelve invisible, como las de Calvino; nos comunicó su urgencia por construir y sustentar una vida de cultura y no de violencia en México; nos mostró el camino para rechazar la hipocresía; nos dio lecciones de humildad; nos abrió a la conciencia sobre el presente, el pasado histórico y el vislumbre de un futuro menos aciago, a pesar de los negros augurios que nos circundan. Por sus palabras y versos, por sus enseñanzas, por su elevada lección ética José Emilio Pacheco merece cabalmente el Premio Alfonso Reyes con nuestra admiración y agradecimiento. En el espejo de su obra y su persona nos sentimos, nos sabemos más claros, más conscientes, más íntegros, aunque “Tarde o temprano…” Bibliografía: Jimenéz de Báez, Yvette, Diana Morán y Edith Negrín, Ficción e historia. La narrativa de José Emilio Pacheco, El Colegio de México, México, 1979. Pacheco, José Emilio, Los trabajos del mar, Era, México, 1999. —, Tarde o temprano. Poemas 1958-2000, Fondo de Cultura Económica, Mexico, 2009. Verani, Hugo J. (ed.), La hoguera y el viento. José Emilio Pacheco ante la crítica, sel. y pról. H.J. Verani, Era-UNAM, México, 1993.

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