El racismo como espectáculo

lunes, 19 de diciembre de 2011 · 12:54
Durante el siglo XIX seres humanos capturados en sus comunidades en América, Asia y África fueron exhibidos como animales en ferias, teatros, circos, plazas públicas y zoológicos. Así, de manera sutil –e incluso “divertida”– permeó en la conciencia colectiva de los europeos el sentido de superioridad racial que pervive hasta la fecha y que es utilizado por partidos de derecha y de ultraderecha para ganar votos. PARÍS (Proceso).- Por inverosímil que eso parezca, 55% de los franceses siguen convencidos de que existen razas distintas y que éstas se diferencian entre sí por el color de la piel. Es lo que revela un sondeo de opinión realizado en 2010. Parecen desconocer por completo los avances de la ciencia genética que convirtieron en aberración biológica esa división racial de la humanidad. Semejante contraste entre prejuicios culturales y realidad científica es sumamente peligroso. Fue precisamente para luchar contra los primeros y dar a conocer la segunda que el antillano Lilian Thuram, exestrella del futbol francés (campeón del mundo en 1998 y de Europa en 2000), se convirtió en curador de una muestra apasionante cuyo título es explícito: Exhibiciones, el invento del hombre salvaje. La exposición se inauguró el pasado 28 de noviembre en el Museo del Quai Branly y durará hasta el próximo 3 de junio. Estas fechas abarcan la campaña presidencial francesa –que ya empezó, aunque de manera oficiosa– y la elección del jefe de Estado el próximo 3 de abril. Es una coincidencia afortunada. En estos meses de suma tensión entre adversarios políticos todo se vale y la demagogia nacionalista suele ser más virulenta que nunca: la ultraderecha y los sectores más conservadores de los partidos de derecha atizan el racismo y su derivación más reciente: la arabo-islamofobia, al tiempo que “juegan” con el miedo que inspira “el otro”, sobre todo cuando éste es inmigrante indocumentado. Un segundo sondeo, realizado también el año pasado, es impactante: 42% de los franceses considera que la identidad nacional gala está amenazada por la existencia de una comunidad musulmana en el país. Thuram, quien creó en 2008 su propia fundación, Lilian Thuram-Educación contra el racismo –muy activa en centros escolares de todo el país– es categórico: “El racismo es una construcción intelectual. La meta de Exhibiciones es evidenciar y analizar los fundamentos de esa construcción para poder desactivarla.” Recalca Pascal Blanchard, curador científico de la muestra, historiador, especialista del periodo colonial francés y autor de numerosos libros sobre el tema: “El invento del hombre salvaje empezó con el descubrimiento de América, pero se consolidó realmente en el siglo XIX. Es una historia olvidada que se encuentra en el cruce entre la historia colonial, la historia de la ciencia y la del mundo del espectáculo y de las gigantescas exposiciones universales que estructuraron las relaciones internacionales durante más de un siglo. “Mientras más se multiplicaron las conquistas coloniales, más se propagó el fenómeno de las exhibiciones de seres humanos capturados en sus países de origen y presentados como animales. Fueron exhibidos en ferias, cabarets, café-teatros, circos, plazas públicas, zoológicos. La multitud estaba fascinada. Se calcula que a lo largo de un siglo, mil 400 millones de espectadores occidentales acudieron para observar a esos seres traídos de África, Asia o de las Américas.” Al tiempo que recorre la muestra con periodistas, Blanchard recalca: “Los documentos que presentamos permiten entender cómo la opinión pública fue convencida, manipulada y engañada por la escenificación del salvaje. Esas exhibiciones de seres humanos forman parte integrante del sistema capitalista y colonial, ya que crearon una frontera invisible entre ‘ellos’ y ‘nosotros’, entre dos humanidades. Al pasearse de sala en sala uno comprende cómo el racismo, la segregación o las tesis eugenistas pudieron infiltrarse en las mentes de los espectadores, sin violencia aparente; por el contrario, divirtiéndolos”. En plática informal con los reporteros, Lilian Thuram afirma: “Cuidamos mucho nuestra manera de contar la historia de esas exhibiciones humanas. Mantuvimos distancia tanto con las víctimas como con los millones de espectadores que fueron a verlas. Buscamos evitar cualquier victimización.” Quizás… pero después de pasar dos horas en la muestra es difícil no sentir un nudo en la garganta. Los “otros” El cartel de la exposición es implacable. Un hombre blanco alto, fuerte, elegante, con sombrero de copa, erguido baja la mirada hacia una familia pigmea, desnuda, sentada a sus pies. El hombre se llamaba Guillermo Antonio Farini. Organizó centenares de espectáculos con “seres exóticos”. Esa foto fue tomada en Londres en 1884 para promover uno de sus shows presentado en el Royal Aquarium. Igual de implacables son los documentos expuestos en toda la muestra, concebida como una obra de teatro. El primer acto empieza a finales del siglo XV con las grandes exploraciones europeas. Destacan los 37 aztecas exhibidos por Hernán Cortés en la corte real española. Varios cuadros representan una fiesta brasileña organizada en 1550 en la ciudad francesa de Rouen en presencia del rey Enrique II. Contrastan los salvajes pintados de rojo y desnudos con los civilizados bien arropados. En 1562 se volvió a armar otro espectáculo con 50 indígenas de Brasil en la misma ciudad. El filósofo Michel de Montaigne fue uno de los pocos europeos en manifestarles respeto. Les dedicó un ensayo titulado De los caníbales en el que enfatizó: “No hay nada bárbaro ni salvaje en esa nación (…) Cada quien llama barbarie lo que está ajeno a sus costumbres”. A lo largo de los siglos XVII y XVIII el número de indígenas exhibidos fue relativamente reducido. Todo cambió en el siglo XIX y ese cambio es el tema de todo el resto de la muestra. Blanchard explica que el nacimiento de la antropología en Europa fue determinante en la construcción del concepto de las “razas”. “Entender, clasificar y jerarquizar el mundo era la obsesión de los científicos”, recalca el curador. Ilustran esta obsesión objetos aberrantes, como máquinas para realizar medidas antropométricas, dibujos comparativos de las especies en los que el negro aparece como el eslabón entre el primate y el hombre, moldes en cera de un indio comanche, daguerrotipos de frente y perfil de seres humanos de distintos orígenes –muchos con una infinita tristeza en la mirada, algunos con los ojos cerrados–, un sinnúmero de libros dedicados a la descripción de las distintas razas y a la “superioridad” de la “blanca”. Espectáculo Los científicos no fueron los únicos en “apasionarse” por los seres oriundos de tierras lejanas. El público también se dejó fascinar por espectáculos cada vez más insólitos y extravagantes. En lugar de enanos, siameses, gigantes, locos, mujeres con barba, obesos o jorobados, un número creciente de hombres de negocios, cirqueros, teatreros y aventureros de todo tipo empezaron a importar a “salvajes” y a organizarles giras por toda Europa. El éxito de semejantes shows fue tan absoluto que sus organizadores más atrevidos se lanzaron en aventuras aún más descomunales. Recrearon escenas de vida diaria en aldeas africanas, asiáticas, de indios norteamericanos o canadienses o de aborígenes de Nueva Zelanda. Día tras día indígenas desarraigados reproducían su cotidianidad perdida en el escenario. Se movían entre palmeras y casuchas de cartón. Centenares de espectadores los miraban divertidos… Por si eso fuera poco se decidió también exhibirlos en zoológicos y en las exposiciones universales y coloniales que las grandes potencias europeas organizaban para reafirmar su dominio del mundo. Provoca vértigo ver el número de carteles, postales, fotos e incipientes películas que los curadores de Exhibiciones exponen en la muestra. Los carteles son los más impresionantes: inmensos, con colores estridentes y personajes caricaturescos. Las fotos son las más estremecedoras. Imposible quedar indiferente ante una foto tomada en París a finales del siglo XIX: una joven negra carga un niño en los brazos. Una reja metálica la separa de espectadores aglutinados para mirarla. Un guardia uniformado del zoológico la vigila. Insiste Pascal Blanchard: “En toda Europa existen miles y miles de carteles y postales sobre estas exhibiciones humanas. Ilustran la dimensión descomunal del fenómeno. Todas estas representaciones del salvaje impregnaron la imaginación de los europeos y se grabaron en la memoria colectiva”. Thuram va más lejos. Dice: “Cuando era futbolista los periodistas deportivos se escandalizaban cuando escuchaban los gritos de chimpancé de los espectadores que se burlaban de los jugadores negros. Pero para mí eso es un fenómeno marginal. El racismo más peligroso es el racismo latente, a menudo inconsciente: rehusar rentar un departamento a alguien por el color de su piel, o no contratarlo por la misma razón. Eso es muchísimo más violento.” ¡Qué lástima que Exhibiciones sólo se presente en París! Debería ser gratuita y realizar una gira por toda Francia. Vacunaría a millones de electores contra la propaganda xenófoba que ya empezó a desatar la campaña presidencial en este país.

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