El polvorín sirio desde adentro
Siria es un mosaico a punto de romperse. En ese país habitado por minorías cristianas, beduinas, kurdas y judías y por las mayoritarias ramificaciones de la fe islámica, la guerra civil es un hecho. El periodista estadunidense Jon Lee Anderson fue al ojo del huracán: recorrió las zonas de combate (incluso estuvo en Homs días antes de que el ejército gubernamental recuperara la plaza) y recogió los testimonios de sirios que temen que su país simplemente vuele hecho pedazos si Bashar al-Assad, el presidente, no ceja en la represión y si no se llega rápidamente a una solución diplomática.
DAMASCO.- Damasco da la sensación de que la Guerra Fría no terminó. La fachada de la Unión Nacional de Estudiantes sirios es de un realismo socialista desafiante, con un logo de dos puños cruzados aferrando una antorcha flameante. En un restaurante, una noche, advertí que el cantante que se oía en el estéreo era Julio Iglesias. Es como si el tiempo se hubiera detenido en 1982, cuando Hafez al-Assad, el presidente secular del país, aplastó una rebelión liderada por la Hermandad Musulmana en la ciudad de Hama.
En esa época había retratos de Hafez por todo el país. Ahora, las imágenes de su hijo, Bashar al-Assad, quien a los 46 años es el actual presidente, están en todas partes: frente a los edificios públicos, en oficinas y tiendas, en carteles publicitarios y ventanas de autobús. Cuando era joven parecía improbable que siguiera el ejemplo de su padre. Era calmado, estudioso y apolítico; asistió a la escuela de medicina, luego se marchó a Londres para especializarse en oftalmología. Su hermano mayor, Basil, era el aparente heredero, pero murió en un accidente de automóvil en 1994.
Bashar fue traído para ser preparado como sucesor de Hafez; fue enviado a la academia militar en la ciudad de Homs, donde adquirió el rango de coronel. Mantuvo un perfil bajo hasta 2000, cuando Hafez murió. En cuestión de días fue convertido en jefe de las Fuerzas Armadas y del gobernante Partido Baath. Tenía 34 años, seis menos de los requeridos para ser Presidente, así que el Parlamento bajó el límite de edad y fue elegido para un periodo de siete años. En 2007 fue reelegido con 98% de los votos.
Bashar se mostró como un hombre de familia sin pretensiones, un defensor de la transparencia y la democracia, y habló con vigor contra la corrupción. Pero no realizó cambios sustanciales. Envió a prisión a disidentes, periodistas y activistas de los derechos humanos y su policía secreta torturó con impunidad.
Su hermano menor Maher comanda la Guardia Republicana Presidencial y la Cuarta División Blindada de élite del Ejército; muchos sirios afirman que fue visto disparando a una multitud de manifestantes la primavera pasada. Varios de los primos de Bashar, miembros de la familia Makhlouf, manejan las agencias de inteligencia. El multimillonario Rami Makhlouf, bajo los auspicios de Assad, ha desarrollado intereses lucrativos en todo, desde telecomunicaciones y construcción a bancos, petróleo y gas. Él y Maher son cada vez más detestados en Siria. (Extracto del reportaje que aparece esta semana en la revista Proceso 1844, ya en circulación)