Mortalidad materna y parto humanizado
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Más allá del indudable valor social que se le otorga, la maternidad representa un riesgo mortal para muchas mujeres. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido la mortalidad materna como “la muerte de una mujer durante su embarazo, parto, o dentro de los 42 días después de su terminación, por cualquier causa relacionada o agravada por el embarazo, parto o puerperio o su manejo, pero no por causas accidentales”.
La OMS considera la mortalidad materna un indicador de insuficiencia en la cobertura y la calidad de los servicios de salud materna y reproductiva en el país, y las investigaciones señalan que la gran mayoría de las causas que provocan esas muertes están estrechamente relacionadas con las condiciones socioeconómicas de la población. De ahí los altos porcentajes de mortalidad materna que corresponden a mujeres hablantes de lengua indígena en cinco entidades federativas: Oaxaca, Guerrero, Chihuahua, Yucatán y Chiapas.
Pese a que el gobierno ha generado programas para disminuir la tasa de mortalidad materna e incrementar la atención del parto por personal calificado y establecer redes de atención de alto nivel, las muertes maternas no se han reducido significativamente en México. En 2010, más del 91% de las mujeres que en nuestro país fallecieron por una causa materna llegaron a establecimientos hospitalarios y accedieron a algún tipo de atención antes de morir, lo que habla de una deficiente calidad en la atención de las emergencias obstétricas. Pero en estados como Oaxaca, Guerrero y Chiapas, alrededor de una de cada cuatro mujeres murieron en su casa. ¿Qué significa esto? Que en estos lugares, donde la desigualdad y la pobreza ahondan la situación de vulnerabilidad, no sólo las condiciones socioeconómicas juegan un papel determinante, sino también son fundamentales las cuestiones culturales.
Son muchas las mujeres que prefieren parir en sus casas por la sencilla razón de que desean tener un parto humanizado. ¿Qué quiere decir eso? Básicamente significa tener condiciones sanitarias adecuadas, al igual que emocionales. La atención profesional para un parto humanizado implica, entre otras cosas, contar con que la persona que atiende el parto anteponga las necesidades de la parturienta a las suyas. Y esto supone un cambio radical en el enfoque ginecológico tradicional.
Se recordará que el actual abordaje ginecológico de que las mujeres paran acostadas lo impuso un obstetra francés, Francois Mariceau, en el siglo XVIII. Muchos médicos se quejaban de la incomodidad de estar arrodillados ante las mujeres que parían acuclilladas o sentadas. Mariceau resolvió el dolor de espalda de los médicos transfiriéndoselo a las mujeres, desafiando la ley de gravedad e imponiéndoles un mayor esfuerzo a ellas. En México la moda de parir acostadas fue rápidamente copiada entre las clases pudientes de la Nueva España, y mientras las “señoras” parían en sus lechos, las indígenas lo seguían haciendo en cuclillas. Y hoy parir acostada es la norma en las instituciones de salud, aunque todavía en ciertas comunidades se usa el parto en cuclillas.
Por todo lo anterior, es evidente la importancia de que las parteras tradicionales se profesionalicen. El Centro de Atención para los Adolescentes de San Miguel de Allende (CASA) es una organización comunitaria, radicada en Guanajuato, que abrió sus puertas en 1996 y que tiene la única escuela de partería profesional acreditada por el gobierno. Su objetivo es expandir el modelo de partería profesional para abatir la mortalidad materna, eliminar las cesáreas innecesarias y mejorar el proceso de gestación para que la criatura nazca con más peso y en mejores condiciones. Su meta es que en cada comunidad rural de México exista una partera profesional que acompañe el proceso de parto de una forma eficaz y humanizada. A la fecha han concluido sus estudios parteras de 13 estados de la república, así como de Alemania y Guatemala. Su equipo ha atendido ya más de 7 mil partos, reduciendo las cifras de mortalidad materna y las tasas de cesáreas y de bajo peso al nacer.
Las parteras tradicionales no sólo atienden el parto, sino que acompañan el proceso y se vuelven agentes fundamentales de la salud reproductiva de las mujeres. La capacitación que reciben en la Escuela de Partería Profesional de CASA requiere donativos para sostenerse. Con la convicción de que hay que colaborar económicamente con causas que propicien un desarrollo comunitario más justo, las personas amigas de CASA han creado la Red Mexicana de Benefactores de CASA (Rebeca) para coordinar la recolección de donativos.
Es un hecho que las altas tasas de mortalidad materna reflejan problemas estructurales de pobreza y falta de protección a la salud, y que las mujeres pobres, indígenas y/o afrodescendientes que viven en zonas rurales padecen los mayores riesgos gineco-obstétricos. Prevenir y reducir los casos de mortalidad materna es uno de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, y CASA lo está fortaleciendo de manera impresionante. Toca a la ciudadanía respaldar la labor de CASA a través de Rebeca. Un donativo puede salvar la vida de muchas embarazadas y es una manera concreta de estar a favor de la vida y la salud de las mujeres. Vean: www.casa.org.mx/REBECA. Su teléfono: 01 (415) 154 6060.