"Programa de programas"

martes, 10 de julio de 2012 · 13:44
MÉXICO D.F. (apro).- El hecho teatral tiene en sí mismo una naturaleza efímera, por esta circunstancia grandes acontecimientos escénicos puede ser conocidos sólo a través de los testimonios de quienes fueron actores o testigos de los acontecimientos y, en el mejor de los casos, por medio de algunos documentos como fotografías, filmaciones, reseñas, etcétera. Por eso resulta muy loable una actividad como Programa de programas, organizada por la gerencia del Centro Cultural del Bosque (CCB) en la que actores, directores de escena, periodistas y diversas personalidades del medio teatral, comparten con el público sus memorias, experiencias y anécdotas relacionadas con el teatro mexicano. Viejos programas de mano de obras que se han presentado a lo largo de 50 años en el CCB son el pretexto para que los invitados evoquen diversos momentos de la vida teatral mexicana, en principio relacionados con el o los programas en turno, pero que generalmente derivan hacia muchos otros acontecimientos, incluso extrateatrales. De esta forma los espectadores, generalmente estudiantes y público asiduo al teatro, conocen la “cocina” de muchos proyectos, los problemas técnicos, administrativos e incuso políticos que se presentan en el proceso de una puesta en escena y en general el contexto social e histórico en el que ocurren determinados fenómenos escénicos. En la sesión más reciente de Programa de programas estuvo presente Martín Acosta (Cortazar, Gto, 1964), quien compartió con los asistentes aspectos de su destacada trayectoria, desarrollada fundamentalmente con Teatro de Arena, compañía de la que ha sido director artístico desde 1989. Entre los diversos temas abordados uno de los más interesantes fue su puesta en escena de Don Juan Tenorio, en el Palacio de Bellas Artes, como homenaje a la primera Compañía Nacional de Teatro (CNT) en México, dirigida entonces por José Zorrilla. Recordó que se trataba de una obra que no le despertaba mayor interés, y menos hacerla en el Palacio de Bellas Artes. Pero el entonces Coordinador Nacional de Teatro, Enrique Singer, la eligió para el regreso del arte teatral al Palacio de Bellas Artes. Una de las cosas que lo hiso aceptar la propuesta fue la posibilidad de trabajar con Alejandro Luna, a quien considera el genio del teatro mexicano. “Alejandro –consideró- creó el teatro moderno mexicano, sin él estaríamos en tarimas como en el teatro de los años 70, que fue muy efectivo, el teatro de Félida Medina, Los albañiles, las escenografías de niveles, etc. “Todo eso estuvo muy bien, pero Alejandro le dio una dimensión, un lenguaje y un significado que todavía no tenía hasta ese momento el teatro mexicano, por eso era importante trabajar con él”. Sin embargo --dijo-- fue difícil de principio a fin, aunque con un equipo de primer nivel, con actores como Juan Manuel Bernal, Mariana Gaja, Silverio Palacios y Luis Rábago. Uno de los problemas principales fueron los trabajadores sindicalizados del Palacio de Bellas Artes. “Hay una obsesión por comer horas y ganar espacio para el tiempo extra. Es un mudo de gente pero las cosas no se mueven, sientes que todo sigue en el mismo lugar y que la gente que lo tiene que mover no está ahí, todo ocurre muy lento. También teníamos problemas de acústica, pero cuando llegamos al teatro Julio Castillo, que era el espacio natural para esta obra, nos fue mejor, aunque no sé si logramos conectar completamente con el público”. También en aquella ocasión recibió una nota preguntándole si estaba seguro que doña Inés tenía que aparecer desnuda y con cofia de monja. Incluso le cuestionaron si se trataba de un Don Juan gay, a lo que respondió que se trataba de un Don Juan freudiano, partiendo de la idea de que el donjuanismo se fundamenta en chingarse a un hombre: burlando a un esposo, un novio o un padre, a diferencia de Casanova, quien gozaba a través del placer de la mujer. “Yo como director soy gay, soy mexicano, pero no era un Don Juan gay, era un Don Juan mexicano, una gran travesura para burlarnos del donjuanismo”. Eso tuvo sus consecuencias, porque no fue bien visto su trabajo por el foxismo, entre otras que no hubiera presupuesto para su siguiente proyecto, Yo también quiero un profeta, de Ximena Escalante. Estos y otros tópicos fueron compartidos por el director de obras como James Joyce. Carta al Artista Adolescente (1994) versión de Luis Mario Moncada y Martín Acosta a la novela Portrait of the Artist as a Young Man; Hamlet (1997) de William Shakespeare en adaptación de Luis Mario Moncada y Martín Acosta; y Las Historias que se Cuentan Los Hermanos Siameses (1998) de Luis Mario Moncada y Martín Acosta.

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