El Chayo, santo patrono de la tierra caliente

sábado, 4 de agosto de 2012 · 19:43
HOLANDA, MICH.– En lo más intrincado de la región de la tierra caliente, la hilera de 37 cruces de acero herrumbroso que abarcan 200 metros es el testimonio de uno de los enfrentamientos más violentos entre las fuerzas federales y narcotraficantes durante el sexenio que está por terminar. Una de ellas, la más sobresaliente –tiene casi dos metros de altura– ostenta la leyenda: “Nazario Moreno González, El Loco, nació 8 de marzo de 1970, murió 9 de diciembre 2010”. Ahí yacen los restos del fundador de La Familia Michoacana, quien ese día fue abatido por elementos de la Policía Federal (PF) en esta comunidad serrana ubicada al occidente del estado. Los lugareños recuerdan el 8 de diciembre de ese año, cuando los federales llegaron con helicópteros artillados y sus agentes dieron muerte al capo y a 36 personas más. La refriega duró dos días, dicen. Las cruces están colocadas frente a una capilla tenuemente iluminada por una lámpara. En el pedestal reposa una estatua artesanal de oro de 18 kilates e incrustaciones de brillantes con la efigie de San Naza, como se conoce ahora a Nazario Moreno, a quien los pobladores de la zona llamaban indistintamente El Loco o El Chayo. Esta comunidad se localiza en el corazón de la tierra caliente, donde abunda el escorpión, la víbora de cascabel, el coralillo y otras especies venenosas. Aquí nació La Familia Michoacana. Tras la muerte de su líder, los sucesores de la agrupación criminal, quienes se identifican como La Hermandad Templaria (Los Caballeros Templarios), se refugiaron aquí. Desmantelada la organización, hoy El Chayo es objeto de culto en esta comunidad y otras del sur de Apatzingán. Sus paisanos lo quieren hacer santo. El periodista michoacano Edgardo Morales Shertier, autor de Los Caballeros Templarios. Un movimiento insurgente, facilita a Proceso la visita a las capillas donde se venera al Chayo. En una conversación telefónica previa, un integrante de la hermandad comenta al reportero: “Cuando nos disolvimos como La Familia Michoacana y fundamos Los Caballeros Templarios decidimos que en esta hermandad no habría secuestradores, delincuentes, violadores, robabancos ni homicidas. Quien desobedece paga con la muerte, de acuerdo al Código de los Caballeros. Fue esa razón por la cual nos separamos de La Familia y ahora luchamos contra todos”. –¿A qué se refiere cuando dice todos? –se le pregunta. –Al Cártel de Jalisco Nueva Generación, a La Familia, Los Zetas, Los Beltrán Leyva, Los Amezcua, el Cártel del Golfo, los Arellano Félix, La Resistencia, etcétera. –Pero el gobierno dice que Los Caballeros Templarios son delincuentes. –Puede decir lo que quiera. Muchos utilizan nuestro nombre para realizar actos ilícitos, como secuestros, extorsiones, violaciones. Hace tiempo me habló por teléfono un sujeto para decirme: “Somos de Los Caballeros Templarios. Si no se cae con 50 mil pesos vamos a secuestrar a toda su familia”. “Le respondí: ¡Papá, si supieras con quién estás hablando no dirías eso! Yo soy uno de los 12 jefes de La Hermandad Templaria y vamos a rastrear tu llamada’. Me respondió: ‘Me equivoqué de número’. Y colgó.” –¿De qué sobrevive la hermandad? –De aportaciones voluntarias de productores, políticos, comerciantes, taxistas, gente del pueblo, iniciativa privada. Todo es  voluntario; nada bajo presión.   Una visita singular   El día acordado con Edgardo Morales Shertier para visitar la capilla se desató la lluvia en la zona, como pocas veces. Y aunque al mediodía cesó, el cielo seguía oscuro. Durante varias horas, Morales Shertier y el corresponsal esperaron la llamada de Los 12 apóstoles, como llamaba Nazario a los integrantes de su cuerpo de seguridad, para que autorizaran el ingreso a la comunidad  y observaran el sitio donde cayó el capo. Rumbo al Cerro de la Cruz, al final de la carretera a Acahuato, está la primera capilla. Desde ahí se contempla todo Apatzingán. Dentro está la cruz de los templarios, así como un pedestal y el escudo medieval de la organización, pero no está la efigie de San Naza. “Se lo robaron los azules (los federales)”, comentan los habitantes; se lo llevan no por evitar el culto, sino porque la figura de casi un metro de alto es de oro de 18 quilates e incrustaciones de brillantes. Ahora la imagen sólo la sacan cuando le rinden culto. A la entrada Acahuato se observa un rótulo de Solidaridad, el  programa asistencial del salinismo. A unos 100 metros de distancia se levanta otra capilla pintada de blanco. En la parte trasera tiene una enorme cruz roja de Los Caballeros Templarios. Entre las imágenes de Cristo, el Sagrado Corazón de Jesús, El Señor de la Misericordia, San Judas Tadeo y la misma Virgen de Acahuato está enmarcada la figura de Nazario y su oración; incluso se venden estampas religiosas, rosarios y escapularios… Por el camino hacia el panteón está Guanajuatillo. En esa localidad nació El Chayo el 8 de marzo de 1970. De ahí salió en los ochenta a California para hacer sus primeras ventas de mariguana. Poco antes de llegar a la comunidad El Alcalde, perdida entre los cruces que conducen a las rancherías, un guardia de La Hermandad Templaria intercepta a los visitantes. Lo acompañan otros integrantes de la organización, quienes se desplazan en camionetas con vidrios polarizados. “Vamos a Holanda y a Guanajuatillo. Está autorizado por Los 12”, le dice Morales Shertier a uno de los hombres. Todos llevan gorras y portan aparatos de radiocomunicación. “Adelante”, responden tras verificar los datos. “Por el camino los irán guiando”. La tarde pardea. En otra desviación, un adolescente pasa por el lugar en moto. Los reporteros le hacen señas y se aleja. Pero regresa y responde: “Vale”. –¿Dónde queda Holanda? –se le pregunta. –Ahí derecho. Luego a la derecha, explica. El municipio está lleno de poblaciones de viviendas precarias. Muchos habitantes carecen de trabajo, algunas familias no tienen ni para comer, lo que contrasta con la proliferación de víboras de todo tipo, tarántulas, alacranes y otras alimañas de tierra caliente. Después de una hora de caminar por la brecha aparece otra población. Más adelante una bifurcación, pero ninguna señal que diga Holanda. A un lado está El Limoncito, nada más. Un lugareño recomienda a los visitantes tomar por la derecha.   Este es un adelanto del número 1866 de Proceso, ya en circulación.

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