Señalando puntos

martes, 14 de agosto de 2012 · 13:39
MÉXICO, D.F. (apro).- Gore Vidal: ¡ah, hermano blanco!, desde las Celestes Praderas de caza del Gran Espíritu, Cuervo Veloz, un tu hermano rojo, escribe la presente con la seguridad de que la recibirás en algún momento de tus trámites para pasar de tu aquende a tu allende. ¿Motivo de la presente?, en lo personal, el informarte de la sorpresa que me ha producido que tantas voces de los medios: periodistas, lectores de noticias, autores de columnas y artículos, comentaristas, conductores o moderadores de mesas de análisis, hablaran tanto y tan bien de tu persona a tu muerte resaltan de que eras uno de los grandes escritores de tu país, al que considerabas que había devenido en imperio, haciendo énfasis en que también fuiste uno de los más incisivos, decididos, duros y persistentes críticos de la política nacional e internacional del mismo cuando anteriormente no te nombraban, ni siquiera como refuerzo, para apuntalar alguna de sus tímidas críticas a las mismas. ¿Curioso, no? ¿Lo harían por ignorancia, mala memoria, por consigna, por miedo a no ser políticamente incorrectos si te nombraban? ¿Qué pensar? Lo anterior de entrada, pues como continuación, debo igualmente informarte que por estos más allás de la existencia terrenal, por lo general, para nada estamos de acuerdo con la creencia tuya, y de tantos otros, sean tus connacionales o simples admiradores de tu nación de otros países, que encierra tu siguiente frase: “Estados Unidos fue fundado por la gente más brillante. Ya no la hemos visto desde entonces”. Veamos por que discrepamos de esa creencia. Si por más brillante se da por entendido que quiere decir igualmente los mejores, ¡pues que bueno!, ¡pues te imaginas como nos habría ido a tus hermanos rojos y a tus hermanos negros, a los que trajeron a los USA a la fuerza para que fueran esclavos, si con los mejores no fue como nos fue? ¿Qué ya no se ha vuelto a ver a esa gente brillante? Te equivocas, hermano Gore Vidal. Esas tus palabras son producto de una mala visión de la realidad, de la cercana y la lejana. No hay más que analizar los hechos para confirmarlo, recordar que en la guerra de independencia de los estadunidenses los principales y decisivos promotores fueron los propietarios y los especuladores de tierras, comerciantes y sus abogados y no olvidar que entre los considerados “padres fundadores” de los USA, estaban importantes dueños de haciendas trabajadas por esclavos, como George Washington y Thomas Jefferson, por ejemplo; y tener en cuenta que ese mismo T. Jefferson, hacendado esclavista y por añadidura abogado, es el principal artífice de esa especie de catecismo de la ideología estadounidense: la Declaración de Independencia, en la que se proclama, alaba y defiende la igualdad entre los hombres, de su derecho a la libertad, a lograr por sí mismos la felicidad, se afirma que nadie tiene derecho a impedir a ningún pueblo el modo de vida que quiera darse y mucho menos a imponerle un gobierno que no desea y rechaza. Hermano cara pálida, perdón, pero para nosotros ese documento no es más que un incomprensible monumento a la contradicción e incluso negación de su manera de ser, pues la historia muestra, demuestra y confirma que toda colonización, incluso la de los estadounidenses, llevada a cabo por el hombre blanco, occidental y cristiano en esta nuestra América, no es más que la historia de la pérdida de sus tierras de los originarios propietarios de las mismas, de nosotros, los indios; a los que no se nos respetó nuestros derechos, no se nos vio como iguales a ustedes, los blancos; no se nos permitió lograr nuestra felicidad conforme a nuestras necesidades y deseos y se nos prohibió a ser como éramos. ¿Cómo interpretar esa contradicción entre lo que dicen y lo que hacen? ¿Cómo entender esa su incoherencia entre su palabra y lo que obran? ¿Cómo explicar esa falta de lógica entre lo que expresan y lo que practican? Nosotros, los amerindios, sólo tenemos dos maneras de verlo y juzgarlo: o bien como resultado de la esquizofrenia o del cinismo, es decir, o bien se debe a desorden mental, originado por la disociación psíquica, a la despersonalización a la ambivalencia de sentimientos, a la ruptura de la unión y control de la realidad; o bien se debe al cinismo, en el sentido de mentir de manera desvergonzada, acción que practican, según Oscar Wilde, uno de los de ustedes, “ todos aquellos que saben el precio de todas las cosas e ignoran el valor de las mismas”. En espera de que pronto terminen tus trámites de entrada a estos más allá del existir en la Tierra para que nos fumemos una pipa de la paz, tu hermano rojo. CUERVO VELOZ

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