Tras la huella de Jerusalém en México

domingo, 2 de mayo de 2010 · 18:19
Conforme al acuerdo de colaboración binacional estipulado en noviembre de 2009 (PROCESO 1726) por la Universidad del Salento y el Conservatorio de Lecce para el redescubrimiento del compositor Ignazio Gerusalemme y Stella (Lecce, 1707 ? Cd. de México, 1769), se realizó del 14 al 17 de abril pasado la segunda fase que había previsto un encuentro entre académicos de diversas nacionalidades, músicos y autoridades culturales de México e Italia. En concomitancia con el Istituto Italiano di Cultura del D. F., la Escuela Nacional de Música de la UNAM organizó una mesa redonda y un concierto donde se exhumaron, después de dos centurias y media, varias partituras del eminente italiano cuya biografía no ha acabado de escribirse. De relieve como todo acto tendiente al desagravio, la participación de los máximos estudiosos de la obra del trasterrado maestro esclareció la valía de su legado y el insólito puesto que ocupa en la historia, amén de haber delineado los contornos de una existencia que fluctuó desde el reconocimiento público hasta la privación misma de la libertad; pero más vale no adelantar vísperas y proceder de acuerdo al programa: Las jornadas en cuestión fueron inauguradas con la ponencia Lecce, sinfonía del barroco de la musicóloga Luisa Cosi, quien ilustró los esplendores de la urbe en la que el personaje trascurrió infancia y juventud. No obsta repetirlo: Gerusalemme abandonó su terruño por causas ignotas, avecindándose en la capital de la Nueva España en 1746, después de haberse radicado en Cádiz, donde trabajó para el Coliseo gaditano. La estudiosa señaló que la penumbra circunda las etapas italiana y andaluza de Gerusalemme; exigua es la documentación y no hay rastros de composiciones ni de los escándalos y penurias que habrían de caracterizar su exilio mexicano. Resulta extraño que un individuo con una fiebre compositiva como aquella que desplegó en México no hubiera escrito nada antes de los 39 años de edad o, si lo hizo, que no sobreviviera impronta alguna. De ser así, podría decirse que el arribo al Nuevo Mundo destapó una vena creativa que había estado en letargo, esperando a florecer en condiciones más propicias. Avalada por la belleza de las imágenes, Cosi dejó en claro que la conciencia estética del músico se forjó gracias a la convivencia con un barroco exuberante que quedó labrado en las filigranas de piedra que recubren los monumentos de esa metrópoli del profundo sur itálico. No se excluyó que la aptitud para el ensoñar del artista se hubiera alimentado de la contemplación de un paisaje en el que la placidez de los olivos destrona a los rumores de un mar embebido de cantos antiguos. Concluida la primera ponencia ocupó el estrado el musicólogo norteamericano Drew E. Davies, quien versó sobre Ignazio Gerusalemme y el estilo galante en la Nueva España. Con docta especificidad en su materia, Davies enumeró los rasgos distintivos del periodo galante, también llamado rococó, que fue el semillero que nutrió al clasicismo que más adelante derivaría en la escuela vienesa representada por Haydn y sus coetáneos. En otras palabras, la moda musical mejor conocida como estilo napolitano, empezó a cundir alrededor de la segunda década del XVIII desde el Reino de Nápoles hacia las principales capitales de Europa subyugando las técnicas compositivas del tardo barroco que privilegiaban aún las formas contrapuntísticas y las marchas armónicas de breve aliento. Dicha moda fue la que dictó las normas evolutivas del arte sonoro de Occidente a la que todos hubieron de afiliarse. Aunque se desconocen los maestros que formaron a Gerusalemme,  su música es un ejemplo prístino de las bondades de la escuela napolitana, es decir, recurre a un mayor lirismo melódico y a ornamentaciones cromáticas, junto a una tonificante variedad rítmica y a una franca tendencia a la “coloratura” o virtuosismo canoro. La presencia del músico en la Nueva España, manifestada en un corpus sobreviviente de alrededor de 250 composiciones, denota que en esa segunda mitad del XVIII, México estuvo a la vanguardia y que aquí se elaboró música con la misma calidad de la que pudo escucharse en el “Viejo” continente. Categórica la sentencia final de Davies: “No se trata de comparar a Gerusalemme con Mozart, sino de otorgarle el sitio que merece como un compositor importante de su época.” Acto seguido, la Dra. bielorrusa Evguenia Roubina tomó asiento para glosar sobre Don Ignacio Jerusalém a los ojos de propios y extraños. Con la certitud de un infatigable escudriñar en las fuentes documentales, Roubina proporcionó datos insospechados sobre la figura y los avatares existenciales del músico que ejerció durante 19 años el maestrazgo de capilla de la Catedral Metropolitana. Gerusalemme, después semi castellanizado en Jerusalém, desembarcó en la Nueva España acompañado de esposa e hijos. Sobre su aspecto físico existe un testimonio que hablaba de un hombre de baja estatura, enjuto de carnes y tez rubia, cuyas relaciones con la curia y el medio musical novohispano fueron ríspidas, al grado de pender sobre su persona los apelativos de desobligado, vengativo y carente de escrúpulos. Sin embargo, hay documentación a contra luz que se refiere a él como “ilustrísimo”, “excelentísimo” y Milagro Musical. Acorde con las actas de cabildo, Jerusalém nunca supo administrarse, viviendo siempre a ras de la miseria y recurriendo a préstamos para calmar el hambre de su extensa prole. Tocante su relación con la justicia, resaltó el hecho de haber sufrido un  encarcelamiento por el estupro de una menor de edad, empero, con ésta última mantuvo una amorosa convivencia de la que nacieron 5 hijos más. Para la acuciosa investigadora queda implícita la pregunta: ¿Puede encontrarse una verdad absoluta en medio del eterno dualismo del ser humano?... Corolario indispensable del encuentro binacional fue el concierto ofrecido por un ensemble de arcos y clavecín a los que se unió una soprano y el Coro de Cámara de la Escuela Nacional de Música. Sin lugar a dudas, las contradicciones del inaferrable músico se sublimaron merced a los artificios sonoros que plasmó en los pentagramas. A manera de epílogo se hace una cauta invitación a los oidores de Proceso para evaluar por cuenta propia la pertinencia de sustraer del olvido a este sujeto que cabalgó sobre las turbulencias de su condición humana, dejando lo mejor de sí mismo en esta patria nuestra donde se vive, cada día más, al borde de un desfiladero de impotencia.   Catedrática del Conservatorio y la Universidad de Lecce con estudios en Letras Clásicas, piano y filología musical, ésta última en la Universidad de Cremona. Profesor de musicología en la Northwestern University de Chicago y Coordinador regional del Seminario Nacional de Música en la Nueva España y el México Independiente. Su tesis doctoral “La música italianizada en la Nueva España” fue galardonada con el premio de la American Music Society. Subsiste, básicamente, su producción sacra y secular; la obra de carácter profano sigue aún extraviada. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y catedrática de la Escuela Nacional de Música. Poseedora de maestría del Conservatorio de Bielorrusia y de doctorado del Conservatorio de San Petersburgo. Autora de 4 libros sobre la música mexicana y ganadora de varios premios internacionales. Se sugiere la visita a la página proceso.com.mx para escuchar la primicia de varias obras del músico referido.

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