Para empezar, la migración a Estados Unidos

viernes, 7 de diciembre de 2012 · 20:59
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Muchas cosas ocurrirán entre el momento en que se escribe este artículo y su aparición el domingo 2 de diciembre. Para entonces, ya se sabrá quién encabeza la secretaría encargada de la política exterior del país, y quizá se incorporen algunos señalamientos sobre la relación con el exterior en el discurso de inauguración del presidente Peña Nieto. Ambos hechos dejarán algunos mensajes sobre la atención que se dará dentro de las políticas públicas a las relaciones externas. Por lo pronto, los posicionamientos sobre política exterior del nuevo gobierno han tenido ocasión de expresarse en los viajes de Peña Nieto al exterior. El más reciente, la muy apresurada gira por América del Norte; lo más significativo, la visita a Estados Unidos. Una de las inquietudes mayores respecto al encuentro que tendrían Peña Nieto y Obama se refería al grado en que habría un cambio en la agenda centrada en el tema de la seguridad. A primera vista, la presión para mantener la seguridad como tema prioritario estuvo presente. Resalta el hecho de que en la agenda de la visita, seguramente muy negociada con los funcionarios de aquel lado, se estableció que el único encuentro con un miembro del gabinete de Obama sería con Janet Napolitano, la poderosa secretaria de la oficina de la seguridad interna (podría haber sido con Hillary Clinton). Por lo demás, algunos periódicos de influencia en Washington, como el Washington Post, insistieron en subrayar el aspecto de la seguridad al referirse al encuentro.­ Sin embargo, las cosas ocurrieron de otra manera, en parte por decisión del equipo de Peña Nieto, en parte por las circunstancias políticas internas de Estados Unidos, que colocaron el tema de la migración en el lugar prioritario. Las palabras de Peña Nieto no dejaron duda sobre su intención de ampliar la agenda de la relación subiendo el peso de las cuestiones económicas, al mencionar la cooperación para fines comunes, como puede ser el de la creación de empleos en el conjunto de América del Norte. Especial referencia hubo a una cooperación en materia de energía, en particular a los importantes yacimientos de gas shale. Por lo que toca a la seguridad, que desde luego no estuvo ausente, hubo mención de la necesidad de revisar las líneas actuales para poner más insistencia en la disminución de la violencia en México. Está por verse cómo se van a concretizar las nuevas avenidas de cooperación. Lo que ya está sobre la mesa es el tema migratorio, que se ha vuelto prioritario en Estados Unidos a raíz del ambiente político creado por la importancia del voto latino en los resultados electorales. Los análisis de la votación que otorgó la reelección a Obama destacaron, con mayor claridad que en cualquier otro momento histórico, la importancia del voto latino, gracias al cual Obama ganó en “estados de batalla” como Colorado, Nuevo México, Nevada y Ohio. Esa ganancia fue la que lo puso muy pronto por encima de su contrincante Romney, aun antes de que se supieran los resultados de un estado tan importante como Florida. Ese dato no puede pasar inadvertido en un sistema político tan competitivo como el de Estados Unidos, donde ya se apuntan las baterías para la lucha en las elecciones intermedias que se realizarán dentro de dos años. Tanto demócratas como republicanos están listos, pues, para cortejar el voto latino. Los segundos ya comenzaron a moverse presentando una iniciativa a la Cámara de Representantes muy parecida a la famosa Dream Act, aunque más reducida al no ofrecer la ciudadanía. Los demócratas, encabezados por Obama, ya anunciaron que el tema migratorio será uno de los más importantes al inicio de la próxima legislatura.­ Con tales antecedentes, a Obama le vino como anillo al dedo la declaración de Peña Nieto cuando señaló: “Más que venir a demandar esta reforma, queremos contribuir, desde nuestro espacio, a que se logre; saber cómo podemos apoyar, respaldar tan importante iniciativa que permitirá regularizar la condición que viven millones de ciudadanos en Estados Unidos y, eventualmente, lograr un acuerdo de mayor movilidad de personas entre ambos países”. Esas palabras tan cautas fueron, sin embargo, suficientes para que medios de comunicación como USA Today o The New York Times titularan su información sobre la visita de Peña Nieto resaltando el apoyo a la reforma migratoria. La cautela de Peña Nieto reflejó el temor que ha habido en los últimos tiempos en la cancillería mexicana del efecto negativo de intervenir en un “asunto interno” de Estados Unidos, como es la política migratoria, pero deja de lado el hecho de que, en realidad, una reforma migratoria integral concierne necesariamente a México y no puede implementarse sin la cooperación del gobierno mexicano. Digan lo que digan, el tema de la migración es un asunto bilateral. En efecto, toda reforma migratoria tiene que considerar tanto el tema de la legalización de quienes se encuentran ya en Estados Unidos, como el del ingreso de nuevas corrientes migratorias. Imposible imaginar que ya se acabó la ida de mexicanos a Estados Unidos aun si, por lo pronto, ésta ha disminuido como resultado de la menor oferta de empleo. La recuperación de la economía en ese país podría revertir el fenómeno. Apoyar la reforma migratoria quiere decir asumir responsabilidad para hacer posible que en el futuro haya flujos migratorios predecibles y seguros de México hacia Estados Unidos. Externamente, eso significa cabildear en el Congreso estadunidense para que las disposiciones al respecto sean favorables a México. Internamente, montar un programa de orientación de los migrantes mexicanos a Estados Unidos. Tal es el tamaño del compromiso asumido cuando se declaró el propósito de “respaldar tan importante iniciativa”. Puede haber muchísimos tropezones de las palabras a los hechos. La tarea es enorme. Por lo pronto, ¿tenemos el andamiaje institucional para hacerlo?

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