Campa y el deber de memoria

viernes, 22 de febrero de 2013 · 20:35
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Toda sociedad tiene un “deber de memoria” que consiste en que las generaciones venideras no olviden lo que ocurrió antes. Por eso, para conjurar el olvido, es necesario que la sociedad exija a sus gobernantes formas de recuerdo para que lo que aconteció en el pasado sea conocido por los más jóvenes. Para los integrantes del “Yo soy # 132” Valentín Campa es un desconocido; en cambio, para quienes fuimos parte del movimiento del 68, uno de los puntos del pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga –Libertad a los presos políticos– aludía precisamente a él y a Demetrio Vallejo. Ya existe una plaza Valentín Campa en Iztapalapa, y hace unos días un tren del Metro lleva su nombre. Sin embargo, hace años circula una propuesta cuya eficacia para el deber de memoria es mayor: ponerle el nombre de Valentín Campa a la estación de Buenavista del Metro. Campa fue un líder ferrocarrilero que nació el 14 de febrero de 1904 en Monterrey, en el seno de una familia de pequeños comerciantes, que se movió a Torreón, donde el niño Valentín hizo su primaria. Ya adolescente emigró a Tamaulipas, donde a los 16 años consiguió trabajo de obrero petrolero. Posteriormente regresó a Coahuila, e ingresó a Ferrocarriles Nacionales de México, donde se inició en los talleres como cargador. Su conciencia sobre la importancia de la unión de los trabajadores lo llevó a integrarse a la Alianza de Ferrocarrileros. A los 23 años, durante la huelga ferrocarrilera de 1927, fue encarcelado y amenazado con una orden de fusilamiento firmada por el propio presidente Calles. A partir de entonces nada lo asustaría en su defensa de los derechos de los trabajadores, y se convertiría en uno de los más destacados líderes del movimiento obrero. En 1929 participó en la fundación de la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), y fue electo como secretario de organización en su primer Comité Ejecutivo, compartiendo la dirección con el pintor David Alfaro Siqueiros. Durante los inicios de los años treinta Campa, que entendía la importancia de las intervenciones simbólicas en la política, aceptó ser postulado como candidato a gobernador por el Estado de Nuevo León por el Bloque Obrero y Campesino Nacional. A partir de la CSUM participó en 1936 en la fundación de la CTM, hasta que en 1940 los sindicalistas comunistas fueron expulsados. El estalinismo estaba en su esplendor y Valentín Campa rechazó el plan de asesinar a León Trotsky, por lo que también fue expulsado del Partido Comunista Mexicano. No obstante, Campa continuó su actividad sindical y cuando estalló el conflicto ferrocarrilero conocido como “el charrazo”, fue detenido y encarcelado de 1949 a 1952. A su salida de prisión prosiguió su actividad sindical y cuando sobreviene el conflicto ferrocarrilero de los años 1958-59, es nuevamente detenido. Estará en la cárcel diez años, de 1960 a 1970. Poco después de su salida de la prisión, fue postulado como candidato a la Presidencia de la República por la más amplia coalición de todas las izquierdas. Otra vez una candidatura simbólica, ya que el PCM no tenía aún registro legal. Sin embargo, consiguió un millón 600 mil votos, en un momento de gran desencanto y abstencionismo. Este resultado fue un elemento significativo para que el Partido Comunista Mexicano alcanzara su registro legal y pudiera participar en las elecciones federales de 1979. Entonces fue diputado por el PCM en el periodo 1979-82. Su convicción democrática lo llevó a participar activamente en el proceso de integración del Partido Socialista Unificado de México (PSUM), la fusión del PCM con otras agrupaciones de izquierda, y en la posterior transformación del PSUM en PMS, y finalmente, en el PRD. Además de su actividad política en la izquierda con su militancia sindical, Campa escribía en Excélsior y publicó un valioso libro: Mi testimonio: Memorias de un comunista mexicano. El pasado 14 de febrero, día de su natalicio, el Gobierno del Distrito Federal le puso el nombre de este líder de la izquierda a uno de los trenes de la línea 12 del Metro. Es loable el que el gobierno del DF haya recuperado la figura de este político de conducta y honestidad intachables, ejemplo para las actuales y siguientes generaciones, precisamente ¡en un tren! Se agradece el atinado gesto, doctor Mancera. Pero también me parece que la justa petición de un grupo de prestigiadas figuras de la izquierda mexicana de cambiar el nombre de la estación de Buenavista por el de Valentín Campa complementaría tal honor. La memoria histórica es necesaria para continuar la lucha por un México más justo, y ponerle a las estaciones del Metro y del Metrobús de esa zona ferrocarrilera el nombre de Campa implica reconocer la importancia de las luchas obreras como semillas que nutrieron los cambios democráticos de nuestro país. Por eso, al mismo tiempo que celebramos que el recuerdo de Valentín Campa haya sido honrado en un tren del Metro, persistimos en plantear la necesidad de que también sea recordado de manera más amplia, y no sólo por quienes viajan en la línea 12. Así, el necesario deber de memoria del Gobierno del DF culminaría al poner su nombre al espacio donde Campa libró muchas de sus batallas.

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