Muere el escritor y periodista Javier Barreiro Cavestany

lunes, 11 de marzo de 2013 · 22:05
MÉXICO, D.F. (apro).- Artículos, ensayos, entrevistas, crónicas sobre teatro, danza, literatura, música y artes visuales publicados en más de 20 diarios y revistas son el legado que el escritor Javier Barreiro Cavestany (1959-2013) deja tras su muerte el domingo 10. Nacido en Montevideo, Uruguay, pero nacionalizado mexicano, Barreiro publicó en Italia –Sipario, Diario della Settimana, Il Manifesto–, España, Reino Unido –The Arts Newspaper–, Estados Unidos, Argentina, Uruguay, Colombia, Japón y México en medios como La Jornada Semanal, Letras Libres, Zona de Danza, Arquine –de la que fue editor en jefe cerca de 10 años–, El Universal y otros--, así como en el volumen colectivo México: su apuesta por la cultura (Proceso-Grijalbo-UNAM, México, 2003). En el campo académico, impartió conferencias, talleres y lecturas sobre poesía y artes escénicas en universidades, institutos de cultura y centros artísticos de México, Estados Unidos, Uruguay, Argentina, Chile e Italia, entre los que destacan Mountclair College, Setton Hall College (New Jersey), Biblioteca Nacional (Montevideo), Universidad de Chile (Santiago), la FAO (Roma), Biblioteca México, UNAM, universidades Iberoamericana y Anáhuac (campus Distrito Federal), Universidad de las Américas (Puebla), Instituto Veracruzano de Cultura (Veracruz) e Instituto Sonorense de Cultura (Hermosillo). Su práctica artística siempre convivió con la de promotor cultural, habiendo organizado exposiciones internacionales de arte con museos como Fundación Proa (Buenos Aires, Argentina), Museo Rufino Tamayo, Centro de Arte Contemporáneo (Ciudad de México), Museo de Arte Moderno (Sao Paulo), Dia Foundation (Nueva York), Galería de Arte Moderno y Contemporáneo (Bérgamo, Italia), dedicadas a artistas como Tamayo, Sironi, Kiefer, Fontana, Merz, Dan Flavin, entre otros. Políglota –hablaba alemán, francés, ingles e italiano–, Barreiro fue actor, traductor, crítico, editor en jefe y curador de eventos en los países donde vivió hasta que, en 1998, se asentó en la Ciudad de México y encontró, como decía “su lugar en el mundo”. Aún enfermo de un cáncer muy agresivo, siguió escribiendo hasta el final de sus días.

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