Sobre el dinero "non sancto"

martes, 12 de marzo de 2013 · 12:00
PARÍS (Proceso).- Es urgente acabar con la opacidad de las finanzas del Vaticano. Benedicto XVI dio el primer paso en esa dirección al abrir las puertas del Instituto para las Obras de Religión (IOR) a Moneyval. La misión de esa agencia del Consejo Europeo es controlar y evaluar los esfuerzos de la santa sede para luchar contra el lavado de dinero y la evasión fiscal. El hoy pontífice emérito también exigió crear una agencia independiente de control financiero de las actividades del IOR, y tuvo que vencer la resistencia de los sectores más conservadores de la curia romana para imponer esas dos iniciativas. El próximo Papa deberá seguir su camino y acelerar la marcha porque aún falta mucho por hacer. Prueba de ello es que a comienzos del pasado enero el gobierno italiano prohibió todo contacto entre los bancos nacionales y el IOR. La meta del Ejecutivo italiano era evidente: denunciar la falta de transparencia financiera que sigue prevaleciendo en la santa sede. Cuando se habla de la fortuna de la Iglesia, la palabra opacidad no es sino un eufemismo, pues nadie conoce a ciencia cierta lo que posee. No existe registro exhaustivo de todos sus bienes. En su libro El Vaticano indiscreto, Caroline Pigozzi arriesga algunos datos que arrancó a sus interlocutores de la santa sede a lo largo de 20 años de investigación.Destacan en particular bienes raíces ubicados en la capital italiana y alrededor de ella, los cuales gozan del estatuto de extraterritorialidad: 70 hectáreas de terrenos con edificios en Roma, además de inmuebles administrativos y de distintas universidades pontificales; 55 hectáreas de la residencia de verano del Papa en Castel Gandolfo rodeada por 550 hectáreas de explotación agrícola, 200 hectáreas a la orilla del mar y mil 200 más en la periferia de la ciudad eterna. Cabe agregar a esa lista los bienes de 325 órdenes religiosas femeninas y de 87 órdenes masculinas representadas en Roma. Ello sin hablar de las múltiples propiedades legadas a la Iglesia por fieles adinerados a lo largo de los siglos. El catastro italiano tiene registros de los bienes de fraternidades, congregaciones, institutos, fundaciones, misiones, obras pías, etcétera. Un ejemplo: la orden hospitalaria de San Juan de Dios posee una isla entera sobre el río Tíber, en Roma. Hasta 1870, afirma Pigozzi, los bienes de los Estados pontificales se extendían a lo largo de 18 mil kilómetros cuadrados e incluían a Roma y la tercera parte de la península italiana. El tratado de Letrán firmado en 1929 con la flamante República los limitó a cambio de una compensación equivalente a mil millones 500 mil euros, que el Estado italiano pagó a la santa sede. Gran parte de esa fortuna fue invertida en oro y depositada en la American Federal Reserve. Ese “ahorrito” está administrado por el IOR, cuyo patrimonio declarado asciende a 6 mil millones de euros, 88% de los cuales pertenecen a congregaciones y monasterios. Esta institución bancaria administra alrededor de 33 mil cuentas destinadas a obras de religión y caridad europeas y del Vaticano. El banco de la santa sede goza de un estatuto muy especial que le permite realizar discretas transferencias de fondos hacia países políticamente hostiles al catolicismo. Fue usado para lavar dinero y se encuentra en la mira de Moneyval, así como de la justicia italiana.   Caudal sin fin   La sede apostólica es accionista de múltiples empresas y organismos institucionales, entre los que destacan en Estados Unidos el Chase Manhattan Bank, Morgan Bank, General Motors, TWA, IBM, Good Year, General Electric y Paramount, por mencionar sólo algunos. Los financieros del Vaticano aseguran que nunca compran acciones de compañías que invierten sus dividendos en la industria armamentista, farmacéutica o de cualquier empresa que pudiera representarles problemas morales. Les inspiran confianza los seguros, las empresas telefónicas, el petróleo y el gas. Esta práctica es reciente. Nació después de que estalló el escándalo del Banco Ambrosiano (1982), ligado a su vez con la mafia italiana, los masones y el banco del Vaticano. Las actividades financieras de la santa sede, junto con las ligadas a la administración de bienes raíces, la venta y renta de edificios y los beneficios generados por la Obra Romana para los Peregrinajes (ORP) son tan rentables que en 2011 arrojaron ganancias por 21 millones de euros. En cambio, los medios de comunicación de la santa sede, entre los que se encuentran el diario L’Osservatore Romano y Radio Vaticano, sólo generan pérdidas, pero no se manejan cifras al respecto. El Vaticano, explica Pigozzi, tiene cuatro partidas presupuestarias: la de la santa sede, la segunda del gobierno de la Ciudad del Vaticano, la del Dinero de San Pedro y finalmente las contribuciones aportadas por todas las diócesis del mundo. Las donaciones de los fieles son la tercera fuente de ingresos más importante de la Iglesia católica: en 2012 el Dinero de San Pedro alcanzó 69.7 millones de euros. Esa suma se usa para paliar déficits crónicos, como los de los medios de comunicación. Muy pocos datos se tienen acerca de las cantidades que maneja Propaganda Fide, exCongregación para la Propagación de la Fe. “Esa entidad autónoma poderosa y enigmática, con sede en Roma, en un imponente palacio ubicado en Plaza España, dispone de enormes medios financieros. Recibe fondos de los países occidentales que envía al tercer mundo”, explica Pigozzi. El cardenal Fernando Filoni, quien encabeza Propaganda Fide, no rinde cuentas a nadie. La única cifra que se logró conocer es la de 100 millones de euros que esa congregación manejó en 1991. Desde entonces no se cuenta con datos precisos. El turismo es también una fuente inagotable de ingresos para la santa sede, pues le brinda alrededor de 250 millones de euros cada año. En 2011, 5 millones de visitantes gastaron 91.3 millones de euros en el Vaticano. La Basílica de San Pedro atrae a las multitudes, al igual que sus impresionantes museos, en los que pueden admirarse obras de Leonardo de Vinci, Tiziano, Veronese, Caravaggio, Rafael y Tintoretto, entre muchos otros. El Vaticano, que no tiene la menor intención de vender esas obras maestras, no pidió ninguna valuación de sus tesoros artísticos. En su balance de activos aparecen con valor de un euro, lo mismo que la Basílica de San Pedro.

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