Malandain Ballet de Biarritz en México

viernes, 17 de mayo de 2013 · 11:38
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Ballets del repertorio clásico en una relectura. Esa es la idea para Thierry Malandain, director del connotado Malandain Ballet de Biarritz que se presentará en la Ciudad de México por primera vez, con un montaje de la música creada por Tchaikovsky para El Lago de los Cisnes, La Bella Durmiente y El Cascanueces. De origen francés y de 54 años, Malandain se formó en la escuela de ballet de la Ópera de París para posteriormente convertirse en uno de los coreógrafos más importantes de Francia, por su capacidad de experimentar dentro del campo de la llamada danza neoclásica. Las distinciones que ha recibido incluyen el ser Caballero de Letras y Artes del gobierno francés y Premio de la Crítica del Festival de Ballet de La Habana. Su sede se ha convertido en uno de los Centros Nacionales de Coreografía de Francia y sus obras son parte del repertorio de compañías de todo el mundo, como el Ballet de Flandes, el Dance Theater de Singapur y el Ballet de Chile, entre otros. En entrevista con Proceso, Malandain explica sus razones para crear Magifique (licencia del lenguaje que significa darle poderes mágicos al cuerpo), puesta en escena con la que estará hoy viernes 17 y mañana 18 de mayo en el Teatro Esperanza Iris. Además de las funciones en la Ciudad de México, la compañía participó en el Festival Cultural de Mayo en el Teatro Degollado de Guadalajara. –¿Por qué hacer un ballet con la música del repertorio clásico? –Magifique fue creado específicamente para ser estrenado en el teatro de San Etienne el 31 de diciembre de 2007. Por la época del año, la idea era hacer una creación con el espíritu que tienen obras como El Cascanueces. Así que me pareció que lo más adecuado era utilizar música de Tchaikovsky para el espectáculo. –¿Cuáles fueron sus mayores retos? –La primera dificultad con la que me encontré fue la carga dramática que tiene la misma música y la narrativa para la que fue creada, que se encuentra muy definida para el público. Así que decidí crear mi propia historia y utilicé todos mis recursos para definir mis propios personajes. Es decir, hice una relectura de los argumentos de los ballets y reelaboré mis propias ideas sobre ellos. “Un poco como un ballet completo, inspirado más por la música que por las anécdotas que todos conocemos. Sin la lógica dramática predecible, un poco más allá de lo esperado para bordar más sobre el movimiento y el cómo surge de la música, pensando que yo mismo soy parte de lo que sucede. Es decir, que de alguna forma es una obra autobiográfica también.” –¿Puede ejemplificar lo que dice? –En El Cascanueces hay un gran desfile, una gran escena en la que se muestra toda la potencia del ballet. Yo hice mi propio desfile inspirado por el que se lleva a cabo en el montaje de la Ópera de París. Es uno de esos momentos con los que todos los bailarines del mundo sueñan y que yo reelaboré para hacer una analogía de ese momento con otra forma de movimiento y otra estructura. –¿Cómo definiría el trabajo de su compañía? –Mi trabajo es conceptual y en ocasiones con trazos de anécdotas, como todo el ballet; pero no es narrativo necesariamente ni se lee literalmente. En Francia es considerado dentro de la línea que Jiri Kylián y Mats Ek han establecido. “Es decir, que las propuestas son contemporáneas pero surgidas de la ortodoxia del ballet. Mis bailarines se entrenan rigurosamente en el ballet clásico. Requiero de bailarines formados así. Hoy en día los bailarines en Francia se entrenan con ballet y danza contemporánea para bailar en cualquier género. Mis bailarines están en un intervalo de entre 20 y 35 años. Tengo incluso uno de 39 que está a punto de dejar de bailar por una lesión. –¿Cómo se inicio en la danza? –Tenía ocho años cuando decidí que quería ser bailarín. Vi un concurso de baile en la televisión de mi abuelo. Mis padres no tenían televisión. Yo pensé que era posible aprender a bailar viendo la TV y los convencí de comprar una, sin decirles por qué. Mi familia no era parte del mundo del arte, mi padre ejercía como ingeniero en construcción. “Compraron la televisión en mayo de 1968 pero, debido al movimiento estudiantil de esa época en Francia, la televisión fue restringida. No había nada que ver. Posteriormente hablé con mis padres y los convencí de que me dejaran asistir a clases de ballet con miras a realizar una carrera profesional. A mi papá no le hizo mucha gracia y me puso como una condición que terminara la preparatoria. Lo hice, cursando un bachillerato general y estudiando ballet en forma simultánea. “Posteriormente me aburrió un poco bailar, lo que me atraía era crear, y la directora de la escuela de la Ópera de París me convenció de que diera el salto hacia la coreografía. Me inscribí como concursante en el Festival de Volinine y dos veces en el de Nyon, Suiza, y gané las tres veces el primer lugar en tres años consecutivos, estaba en mis veintes. Los bailarines que me ayudaron como intérpretes me convencieron de crear mi propia compañía. –¿Y su papá se puso contento? –Mi papá no iba mucho a verme bailar ni a ver mis obras. Se puso feliz a partir de que me hice famoso en Francia. Va a mis espectáculos y se pone contento al ir. Dejó la ingeniería, incursionó en la política y ahora es alcalde.

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