Entrevista: José María Pérez Gay y "El imperio perdido"

domingo, 26 de mayo de 2013 · 16:45
El 23 de octubre de 2011, el escritor y diplomático José María Pérez Gay concedió a Proceso (1825) una de sus últimas entrevistas en su casa de Coyoacán, con motivo de la reedición de su libro El imperio perdido. En ella, el intelectual fallecido en la madrugada de este domingo 26 de mayo, adelantó que preparaba el libro La profecía de la memoria para la editorial Cal y Arena, que dirige su hermano Rafael Pérez Gay. A continuación la entrevista íntegra: A 20 años de su publicación por Cal y Arena, Plaza y Valdés lanza la reedición de este volumen ya clásico de José María Pérez Gay, El imperio perdido. En entrevista, el escritor explica al detalle la conformación de esta obra que ha suscitado gran interés entre los estudiosos. El consejero en asuntos inter-nacionales de Andrés Manuel López Obrador habla también de la honestidad de éste, y la conversación deriva hacia la guerra que vive el país y en la cual se han perdido más de 50 mil vidas. MÉXICO, D.F. (Proceso).- Más allá del impacto que causó en el reacomodo de las naciones poderosas en el mundo, la caída del imperio austro-húngaro puede parecer lejana a la historia de México. El interés en el tema provocó, sin embargo, que hace casi 30 años el curso Literatura y sociedad en Austria (1880-1938), del escritor José María Pérez Gay, pasara de tener la asistencia de sólo cuatro mujeres a la inscripción de 72 alumnos. Como resultado de aquel seminario, el doctor en filosofía y germanística por la Universidad Libre de Berlín, escribió el libro El imperio perdido que a 20 años de su primera publicación es editado ahora por Plaza y Valdés como parte de un amplio proyecto editorial de impulso a la Sociedad del Conocimiento. En su casa de Coyoacán, pese a sus delicadas condiciones de salud, el también profesor de posgrado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y de El Colegio de México, exdirector del Canal 22 y miembro desde 1970 del Servicio Exterior Mexicano, accede a hablar con Proceso de su libro de ensayos, publicado por primera vez por Ediciones Cal y Arena, que dirige su hermano Rafael Pérez Gay, donde sacó a la luz también sus libros El príncipe y sus guerrilleros, La destrucción de Camboya y Tu nombre en el silencio. Destaca que, “como todo hermano”, el director de Cal y Arena cuidó el texto hasta el final y resultó uno de los éxitos editoriales de esa empresa. Aborda no sólo la historia del imperio, cuya caída dio origen a la Primera Guerra Mundial, sino también hace sendos ensayos sobre cuatro escritores vieneses: Hermann Broch, Robert Mu-sil, Karl Kraus y Joseph Roth. Incluye otro sobre Elías Canetti, a quien el autor considera “albacea” de la cultura vienesa. Y concluye con una “fantasía literaria”: un encuentro entre los cuatro escritores y el joven Canetti, quienes discuten en un café el asesinato del escritor Hugo Bettauer, autor de La ciudad sin judíos. Una novela para pasado mañana. Eran cuatro escritores desconocidos o casi desconocidos para la lengua castellana, rememora Pérez Gay. Y confiesa que le habría gustado incluir también un ensayo sobre Arthur Schnitzler, autor de Relato soñado, pero no fue ya posible. Sin embargo sí se refiere a él en la primera parte del libro titulada “Viena: nuestro futuro anterior”. A todos los eligió por “gusto personal”, y decidió introducir con la historia de Viena, asiento del imperio austro-húngaro (con otras actuales ciudades europeas ). Él junto con su amigo Rüdiger Safranski, autor del ensayo El mal o el drama de la libertad, conocían muy bien la ciudad europea: “Estudiamos en la Universidad Libre de Berlín, hicimos el doctorado juntos. Y es un libro magnífico en donde viene parte de la magia de Viena.” Pérez Gay se refiere a la Viena de finales del siglo XIX como una ciudad excepcional, en la cual se respiraba “una atmósfera cosmopolita, nunca se tenía la sensación de estar atrapado por un idioma, una etnia, una nación o una idea. Jamás se olvidaba uno de que estaba viviendo en el centro de un imperio multinacional. Para ello sólo había que leer los anuncios de las tiendas: uno sonaba a italiano, otro a checo, el de más allá a húngaro, y en todas partes se advertía que en Viena se hablaba el francés y el inglés. Ningún extranjero, aunque no dominara el alemán, se sentía perdido en esta ciudad.” Habla de su cultura, latina, de sus cafés, de sus literatos, sus artistas, sus músicos:“…en ninguna otra ciudad encontramos –salvo en la Italia del quattrocento– un cúmulo tal de genio, de talentos, de estilo radical y temperamento creador y destructor al mismo tiempo, en un espacio tan reducido como en Viena. Hay que imaginar un pequeño número de cafés famosos, restaurantes, calles, parques y plazas donde los fundadores de la filosofía del siglo XX, de la música dodecafónica, del psicoanálisis, de la lingüística, de la economía monetarista (ahora llamada neoliberalismo) coincidieran y se opusieran inevitablemente.” –Es fácil enamorarse de esa ciudad… –Qué bueno que me diga usted eso. –¿Usted sintió ese enamoramiento? –Viví dos años en Viena, en la embajada de México en Austria. Yo era tercer secretario. Soy miembro regular del Servicio Exterior Mexicano, pertenezco a la generación de 1970 y he sido secretario, consejero y embajador (ante Portugal, y ha sido consejero en asuntos internacionales de Andrés Manuel López Obrador). El imperio en México El autor se interrumpe y cuenta entonces el motivo de su actual estado de salud: se cayó en las escaleras de su casa por bajar en calcetines, algo que “nunca había hecho”, y se fracturó la segunda cervical. Aquí en México le aseguraron que no iba a poder mover el cuello otra vez, y decidió operarse en Estados Unidos. Ha estado poco más de un año en recuperación: “Ha sido el peor accidente que he tenido en mi vida… Las escaleras son de madera, entonces me resbalé, caí de espalda. Me pude haber desnucado. Le pregunté al doctor que me operó: ¿Usted tiene experiencia en este tipo de operaciones? Y me dijo: ‘Para los que sobreviven, sí’. Me operó en Phoenix, Arizona. Fue la única manera que tuve de recuperar el movimiento. Aquí en México hacen la operación, pero se queda uno fijo.” “La distraigo de la historia de Viena”, dice pausadamente. Aunque le cuesta trabajo hablar no pierde el sentido del humor y ríe al retomar el tema del libro: Octavio Rodríguez Araujo, quien era director de la División de Estudios de Posgrado (1979-1984) en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, lo invitó a dar el curso sobre literatura y sociedad en Austria. Lo impartió de 1982 a 1983; luego, el politólogo lo alentó a escribir el libro: “Octavio ha sido muy amigo. Quería un curso sobre Viena y en la División de Estudios de Posgrado de Ciencias Políticas sólo había mujeres, cuatro o cinco mujeres. Entonces yo estaba jodido, jodido en el sentido de fregado, pero en vez de cancelar el curso con mis cuatro amigas, dos son psicoanalistas muy conocidas, empecé a darlo y se me llenó, 72 alumnos tuve al final.” La pregunta es por qué le atrajo tanto el tema. Recuerda primero que –como en el caso de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas–, tras la caída del imperio austro-húngaro emergieron cantidad de pueblos, la Galitzia por ejemplo, donde nació Joseph Roth. En el libro puntualiza que el imperio perdido es la descripción del fin del imperio de los Habsburgo: “Nosotros tuvimos a un hermano del emperador austro-húngaro, Maximiliano de Habsburgo, era hermano del káiser. Era un hombre bueno ¡pero muy pendejo!”, dice entre carcajadas. –¿Por eso murió fusilado?– Lo fusiló Juárez en el Cerro de las Campanas. ¿Usted sabe qué le dijo Juárez al enviado papal?: “Los pueblos débiles no tienen el derecho de ser generosos”. Esa frase parece de López Obrador. –Y usted apoya a López Obrador. –Yo estoy con él, no sólo tengo una gran amistad con él sino admiro una virtud teologal en él que es su honestidad. Me parece una virtud teologal porque eso ya no existe. –¿Por eso se suma al movimiento? –Por eso me sumo a Morena (Movimiento de Regeneración Nacional). –¿Cuál va a ser su tarea dentro de Morena? –No, ninguna. Apoyarlo públicamente… ¿Qué le parece lo que le conté de Juárez? –pregunta riendo de nuevo. –López Obrador es admirador de Juárez, ¿usted es admirador de Juárez también? –Soy un consumado admirador de Juárez. Rechazo a la muerte En el relato sobre Viena, Pérez Gay explica la razón de su libro: quería hacer ensayos sobre cuatro escritores austriacos: “…mi propósito: lograr la unión finísima y poderosa de la tensión de la novela, el amor a la biografía, y el rigor de la historia social y literaria. Si lograba salir adelante de esta encrucijada rara y dichosa escribiría una suerte de mosaico biográfico en el crepúsculo del imperio austro-húngaro. Me unían a estos autores afinidades artísticas e intelectuales, debates filosóficos y políticos. Me dispuse a pasar unos meses en Viena leyendo relatos desaforados e inolvidables: tristes historias de amor, terribles lecciones políticas, críticas de libros magníficos, aforismos, cartas, diarios de escritores desesperados que vivían el derrumbe de un imperio, la certeza de la desesperanza y, al final, la literatura como un antídoto contra el veneno lento de la realidad”. La investigación le ocupó durante cuatro años. Cuando comenzó, relata, descubrió en las cartas de Hermann Broch una que le llamó la atención pues tenía la dirección: Concepción Béistegui 16-B, en la Ciudad de México. Era de Anna Herzog, secretaria de Broch. La buscó y la encontró en el directorio telefónico. Cuando el libro se publicó en 1991 descubrió también que ella estuvo casada con un escritor americano-francés de apellido Gutiérrez: “Para mí fue una revelación. Por ahí entré al tema, por Anna Herzog, quien llegó a pedirle a James Joyce que le salvara la vida a Hermann Broch. Él habría venido a México entre 1938 o 1940. Ella se viene para México y él decide quedarse”. El libro reúne los apartados: “Hermann Broch. Una pasión desdichada”, “Robert Musil. La exactitud del alma”, “Karl Kraus. La pluma y la espada” y “Joseph Roth. Los restos del desastre”. Y en el epílogo “Contra la muerte: Un ensayo sobre Elias Canetti”. –¿Qué puede decirnos sobre la muerte, ahora que por su caso es también un sobreviviente? –Un poco, poco a poco y pedazo a pedazo… Elias Canetti rechazaba la muerte y pensaba cómo se podría ser capaz de vivir 120 años. Hace también en el capítulo dedicado a Canetti un análisis de la importancia delos cafés en Viena, principalmente el Central y el Herrenhof, porque ahí “se formó el espacio público y el gusto, es una fenomenología del gusto”. Desglosa que el Herrenhof era una mezcla del nuevo romanticismo y el liberalismo más antiguo. Ahí se daba cita el llamado primer Círculo de Viena: Richard von Mises, Philliph Frank y Otto Neurath…”, se hablaba de Mach, Avenarius, Rusell y Einstein. Iban los psicoanalistas Alfred Adler, Adolf Joseph Storger; los jóvenes escritores, entre quienes menciona a Canetti, y los más conocidos, como los autores a quienes dedica este libro. “Cada autor es un universo y me esforcé por dar una visión integral de Viena, una visión que conjuntara arquitectura, pintura... Creo que existen muy pocos ejemplos de Viena a principios del siglo XX. ¿Qué más puedo decir? Le puedo decir que Kafka está presente en la misma medida en que era un escritor checoslovaco pero nació donde se asienta el imperio austro-húngaro”. –Y habla de los músicos. –De los músicos tengo una historia muy sencilla: Anton Webern traficaba en el mercado negro… Viena fue una ciudad como Berlín: dividida después de la Segunda Guerra Mundial. –En este momento en que se considera que nuestro país está en guerra, ¿cobran vigencia y nuevo sentido estas frases? ¿Nos acomodan? –Sin duda, en el momento actual de México, el mal –como diría mi amigo Safranski– es una un túnel largo por el cual no vemos la luz y el túnel largo significa pasar a través de la guerra. 54 mil muertos o los que sean son demasiados muertos. En cuatro años de dictadura argentina hubo 30 mil muertos, ¡30 mil muertos! Nosotros llevamos 54 mil. –Y día con día crece la cifra. –Es un país en guerra, como acertadamente lo dijo. Rodeado de su acervo en su biblioteca personal, José María Pérez Gay termina la entrevista un poco cansado, pero alcanza a comentar que sigue escribiendo y pronto publicará en Cal y Arena La profecía de la memoria. Y comenta con humor para concluir: “Espero no haber dicho tantas pendejadas”.

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