Chimalhuacán educa al estilo cubano

viernes, 5 de julio de 2013 · 22:11
MÉXICO, D.F. (apro).- Al entrar en su salón de clase, un aula del Centro la Divina Providencia en Chimalhuacán, Estado de México, la maestra Beatriz recibe los calurosos aplausos de sus 19 alumnos. La mayoría de ellos tienen ya canas, pero se muestran orgullosos. No es para menos: el miércoles 26 de junio se graduaron y ahora ya saben leer y escribir. “Cuando le digo a mi nieto que ya pasé el kínder, me dice ‘¿abuela, qué cuentas?’”, exclama Juana, de 68 años, y su carcajada contagia al resto del grupo. El nieto de la hermana de Juana llegó un día a su casa y le pidió firmar un papel de Elektra. La convenció para que le prestara 2 mil pesos. Poco tiempo después tocó al timbre de su casa una señorita que le preguntó si ella reconocía haber firmado el papel que tenía en la mano. Juana le preguntó qué decía el documento ya que no lo podía descifrar. “Es un permiso para que su sobrino use a su gusto 45 mil pesos”, le contestó. La familia de Juana logró cancelar la firma y ella se propuso aprender a leer y escribir. Juana forma parte de la 25 generación de adultos del municipio de Chimalhuacán que derrotaron al analfabetismo mediante el sistema Alfa TV. Así se llama en Chimalhuacán el programa de alfabetización “Yo, sí puedo”, que desarrolló el Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño, creado por el gobierno cubano, y que se aplicó en 26 países, entre ellos Bolivia, Haití, Argentina y Venezuela. La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) otorgó al plan el premio alfabetización Rey Sejong, en 2006. El programa tiene por objetivo enseñar a leer y a escribir durante siete semanas mediante un total de 65 clases de una hora cada una. Su particularidad reside en la progresión del aprendizaje, desde los números hacia las letras. Asimismo, media hora de cada clase se enseña con video –de ahí “Alfa(betización) TV”--. El plan parte del principio de que los números son conocidos mediante las transacciones diarias y, por lo tanto, atribuye una cifra a las silabas siguiendo su orden de complejidad: la “a” es 1, la “e”, 2, etcétera. Mercedes Montalván, coordinadora del programa, afirma que en los cursos se crean grupos con personas afines para avanzar juntos, y cada uno fija sus horarios. A veces lo integra una sola persona. Los trabajadores estudian más de noche, mientras que las mujeres tienden a preferir clases por la mañana o la tarde, pero no durante la comida, revela. Una asesora cubana forma a grupos de maestros mexicanos, cuya tarea es ayudar y profundizar las explicaciones del video. Estos maestros son voluntarios, asevera Telésforo García Carreón, presidente municipal de Chimalhuacán (PRI). “Durante años tratamos de alfabetizar utilizando nuestros métodos, pero logramos malos resultados”, admite en entrevista. El programa ha beneficiado a 13 mil 285 alumnos desde su puesta en marcha en Chimalhuacán en 2005. Así, la tasa de analfabetismo en ese municipio se redujo de 5.6% a 1.6%, según datos de la embajada cubana. Fue un éxito que permitió en 2009 izar la bandera simbólica que distingue a Chimalhuacán como “territorio libre de analfabetismo”. Modelo cubano El convenio que puso en marcha “Yo, sí puedo” en Chimalhuacán fue establecido directamente entre el representante en México del Ministerio de la Educación de Cuba y el presidente municipal, sin pasar por el gobierno federal, y desde entonces se ha renovado cada año. México ya cuenta con su Instituto Nacional de Educación para los Adultos (INEA), entre cuyos objetivos se encuentra el de alfabetizar. Su método, también reconocido por el UNESCO, es “bueno”, asegura el alcalde mexiquense, pero sus resultados se revelan “raquíticos”. “Lo ponen en práctica como muchas cosas que hace el gobierno en México: de arriba hacia abajo, sin involucrar a la población”, asevera. También dice que, por el contrario, “Yo, sí puedo” genera atención y participación popular, ya que servidores públicos, profesores o líderes de organizaciones sociales se comprometen en su éxito. El plan de alfabetización dio paso a otro programa en 2010, bautizado “Mejoramiento de la calidad educativa”. Mediante éste, ocho profesores cubanos asesoran con nuevos métodos de enseñanza a maestros mexicanos de todos los niveles en matemáticas, español, ciencias naturales, deporte y hasta en una Normal. El programa empezó en 40 escuelas. Sus “efectos positivos en la prueba Enlace” –según Telésforo García— llevaron a ampliar su aplicación en 105 escuelas, de las 580 que reportó el Inegi en el municipio en 2010. “Cuba erradicó el analfabetismo en 1961. A pesar de ser un país con problemas económicos, tiene logros muy importantes en materia de educación”, comenta el presidente municipal. Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2013, Cuba invierte 12.9% de sus Producto Interior Bruto (PIB) a la educación, y México 5.3%. Sí bien los jóvenes de 15 a 24 años de Chimalhuacán gozan de una taza de alfabetización de 99.1%, según el Inegi, no fue el caso de los miles de campesinos oaxaqueños, veracruzanos, poblanos, hidalguenses o guerrerenses que se instalaron en el municipio en la década de los setenta, cubriendo poco a poco los alrededores con sus casitas grises en búsqueda del trabajo que prometía el crecimiento industrial de la Ciudad de México. “Yo me crié sin papá ni mamá, sólo con mis abuelos”, testimonia un recién graduado del salón de la maestra Beatriz. “Nos decían: ‘¿para qué quieres escuela si hay que trabajar la tierra?, ¿Para qué una mujer quiere estudiar si debe cuidar la casa?’”, rememora. Mercedes Montalván, coordinadora de “Yo, sí puedo”, llegó de Cuba en diciembre de 2012. Su tarea consiste en asegurarse que el programa se esté llevando a cabo sin problemas en los 70 “puntos” de aplicación diseminados en el municipio mexiquense, gracias a una camioneta gris que le proporcionó el palacio municipal. García Carreón asevera que el gobierno cubano no cobra por el plan, pero el municipio otorga vivienda, alimentación y transporte a los nueve cubanos que trabajan en el programa. Los innumerables baches que jalonean la calle de tierra maltratan la suspensión de la camioneta antes de llegar a la casa de Amada. La señora hospeda un “punto” del programa durante dos horas al día, del lunes al viernes. Reunida alrededor de una larga mesa de plástico de lo que era un estacionamiento a una veintena de personas mayores, quienes estudian con mucha concentración. En sus cuadernos se pueden leer letras mayúsculas encima de cifras. La lectura se hace un poco insegura, pero gracias al apoyo de sus compañeros una anciana se aplica en pronunciar: “Las alas de la paloma”. La gratifican con aplausos. “Yo, sí puedo” permite alcanzar el nivel básico. Luego puede ser complementado por el “Yo, sí puedo seguir”, cuyo objetivo es cursar en año y medio el nivel de primaria. Durante la graduación y por primera vez en su vida, esta señora leyó en voz alta ante una audiencia. Sin esconder su satisfacción, saca una foto que inmortaliza el momento. Muchas siguen su ejemplo y exhiben sus propios recuerdos de la ceremonia. Fortalecer el ego mediante un trabajo en grupo representa una de las partes más importantes del programa, afirmó Mercedes. Durante el camino para llegar a algunos de “los puntos”, previene que los alumnos son personas humildes todavía en un proceso de superación. “Trabajaba en la Ciudad de México, pero al llegar a la central de autobuses tenía que preguntar por el ‘andán 5’. Alguna vez el autobús se desvió y me perdí en la ciudad”, recuerda un señor de la clase de Beatriz. “En el Seguro Social tenía que pedir ayuda a la gente para que me leyera lo que decían los papeles. Uno se acostumbra al analfabetismo. Como burrito sigue su camino y se pierde por no poder leer los nombres de las calles”, cuenta otro. El mayor alivio se alcanza al lograr escribir su nombre y firmar, coinciden los integrantes del grupo que recibe clases en la casa de Amanda. “No más dedito”, se alegran. Y es que, durante toda la vida, su “dedito” les sirvió de pluma al momento de firmar. Era la huella digital de su pulgar tintado. Hace poco lo cambiaron por el índice, sostienen. Ya no les importa.

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