Movimientos de protesta: Entre la desilusión y la dignidad

viernes, 26 de julio de 2013 · 21:59
MÉXICO, D.F. (apro).- La primavera árabe que inició en 2010 en Túnez provocó expectativas promisorias: se podía cambiar un régimen antidemocrático en cualquier parte del planeta. Pronto vino la desilusión. En Egipto la revolución fue secuestrada por los militares; en Siria derivó en una guerra civil que se empantanó; y los movimientos de protestas en Irán, Bahrein y Grecia no fructificaron. A pesar de ello, diversos activistas piensan que lo importante de estos movimientos es la toma de conciencia sobre la dignidad humana. Turquía es --junto con Brasil-- el país que ha protagonizado las más recientes revueltas contra el gobierno. El pasado 28 de mayo unos 50 activistas turcos fueron atacados por las fuerzas del orden público por intentar salvar el parque Taksim Gezi. Ante la reacción policiaca, miles de turcos protestaron y enarbolaron reivindicaciones democráticas contra el gobierno de Recep Tayib Erdogan. El periodista independiente turco, Emrah Ucar, operador del sitio de noticias Oterlinken Postasi, dice que los movimientos de protesta en el mundo se deben en parte a la crisis económica global y a regímenes antidemocráticos, como el de su país, que reaccionan con violencia ante las protestas. “De repente tuvimos que aprender de la experiencia griega. Usar escudos contra la policía y diseñar máscaras para protegernos contra los gases”, cuenta Ucar. En Grecia las principales manifestaciones se registraron en 2010 y 2011. Actualmente, los trabajadores del sector público y los estudiantes mantienen “la resistencia” contra las medidas de austeridad que su gobierno aplicó contra la población a raíz del quiebre financiero derivado de la crisis de 2008. Para ellos, la responsabilidad de la crisis debe ser pagada por los banqueros. Andreas Panagopoulos, periodista independiente de Grecia, comenta que la intensificación de la pobreza no provoca que en automático la población se movilice. Dice que puede ocurrir lo contrario. Y señala como ejemplo de ello a su propio país, cuya experiencia considera amarga: “La gente se desespera más y a la vez se vuelve más pasiva. Piensa que no hay futuro y tampoco hay punto de retorno”, expresa. Incluso, ve en ello un gran peligro no sólo para su país sino para toda Europa: “El miedo hace enojar pero empuja a la gente a la extrema derecha. El partido fascista acaba de subir a 12% de las votaciones ahora”, dice. Reconoce que, por ahora, los “levantamientos de protestas están silenciados”, pues “la gente está enojada, pero no toma las calles más que esporádicamente”. Reflexiona: “Tienen miedo. Mucho miedo. No por la policía sino por su futuro”. Andreas coincide con la advertencia hecha por el partido de izquierda Syriza: lo que está en juego no es la economía, sino la democracia.   “Capitalismo tóxico”   Inspirados en los movimientos de Egipto y Túnez, ciudadanos de Bahrein acamparon en la glorieta de La Perla para demandar la democratización del régimen monárquico que impera en este país. El 14 de febrero de 2011 fueron reprimidos. “En vez de reformas reales y de cambiar la Constitución, el emir se nombró rey y dio impunidad plena a los violadores de derechos humanos”, cuenta Maryam al-Khawaja, directora del Centro de Derechos Humanos de Bahrein. “Las autoridades comenzaron a asesinar personas porque demandaron que aquéllas cumplieran sus promesas (de democratización)… Demandaron cambiar el régimen y una autodeterminación”, comenta. Refiere que la población está enojada, frustrada, pero ya no desea rebelarse. “El costo pagado fue muy alto y ven que levantarse ahora significa que las cosas se pondrán peor que antes de la revolución”, dice. En su opinión, mucha de esta frustración y la desilusión se debe a que el régimen de Bahrein disfruta de una impunidad que le otorga la comunidad internacional, pues países como Estados Unidos y Gran Bretaña dicen creer en los derechos humanos y la democracia, pero apoyan al gobierno de la isla del Golfo Pérsico por los intereses económicos que ahí tienen. “Aun así, (los opositores) creen que ningún gobierno puede sobrevivir más que su gente, así que continúan”, dice al-Khawaja. El poeta iraní Mohsen Emadi, quien salió exiliado luego de que Mahmoud Amadineyad asumió la presidencia de su país y viniera una ola de represión contra el opositor Movimiento Verde en 2011, expresa que la democracia no tiene garantía. Su existencia siempre puede cambiar. Y muchos centros de poder la usan como una herramienta, no como un fin. Considera que el capitalismo trata de invadir la democracia e ir más allá, invadiendo cada aspecto de la vida de las personas. “Es un sistema totalitario porque asigna un valor a todo objeto, incluyendo el vaso donde tomas agua”, comenta. Panagoupolus llama a esto “capitalismo tóxico de los banksters (banqueros-gangster)”. La violencia en Siria y en Bahrein, la desesperanza en Europa y el más reciente golpe militar en Egipto, calificado por varios medios como el “suicidio de la revolución”, también son vistos con desencanto porque, según Emadi, cuando se habla de esperanza hay una definición muy superficial y una situación real. “Siempre se dice que tengamos esperanza. Pero hay que usarla con cuidado, hay que saber cómo resistir”, acota. Emadi ve un clima de desesperanza mundial, pero considera que ésta no necesariamente es mala. Cree que ayuda a luchar mejor. “Voy a empoderar a la gente con pastillas de desesperanza, decía el escritor checo Vladimir Holan”, cita. El historiador israelí Ilan Pappe cuenta que, gracias a que las protestas son más extendidas e incluyentes, existe un potencial para que la población palestina pueda intentar un nuevo tipo de lucha más popular, menos violenta y mucho más enfocada en derechos humanos y civiles, algo que el Estado de Israel pueda difícilmente confrontar. “Las formas responden a la naturaleza de cada región e historia; se lleva a cabo en distintas dimensiones”, dice Emadi, “pero el cambio no es solamente en las tácticas, sino en la conciencia”. “Toda lucha en Irán, Turquía o México, es también internacional. Debemos vivir en un dinamismo de identidades”, comenta Emadi. “Siempre debemos tener en cuenta que cada acto de nosotros tiene impacto en otras partes del mundo; no para los capitalistas, sino para la gente”.   Cuestión de dignidad   “Hasta cuando no hay utopías hay que luchar por la dignidad. Es anterior a todo (…) La gente no puede aceptar tanta humillación que viene de distintos lados”, dice Mohsen. Al-Khawaja piensa que, en esencia, es la falta de dignidad lo que hizo que ciudadanos de Bahrein se manifestaran en contra del régimen de este país. Papagoupolus compara el movimiento en Egipto con el de Grecia. En el primero se luchaba por democracia y libertad; en el segundo por salarios. Considera que ahora, cuando existe una etapa “de reflujo”, es necesario replegarse y pensar. Cree que el verdadero cambió vendrá cuando exista conciencia de que la población está por encima de la ganancia, la deuda, el dinero, los bancos. “Esto es un gran cambio en la forma de pensar. Podemos permitirnos la pobreza, pero no una dictadura democrática”, ironiza Andreas. Y abunda: “La economía no puede tener la primera palabra. La democracia la debe tener. La sociedad la debe tener. La gente está redescubriendo la solidaridad. La gente está descubriendo que la democracia no tiene nada que ver con préstamos y autos”. Para el periodista turco Emrah Ucar se requiere de una democracia radical desde la gente, donde todas las ideas cuenten. Recomienda a los activistas del mundo resistir, usar sus propios estilos para hacer fluir la información, crear medios alternativos e incluir cada parte de las comunidades “oprimidas”: ambientalistas, lésbico-gay, minorías étnicas, niños. “Únanse todos contra los intereses de grupo y los acumuladores. Y únanse con el movimiento global de la gente oprimida. Somos todos la voz de una nueva civilización que tiene su raíz en todo el mundo y está lista para pelear por el futuro”, convoca. Ilan Pappe ve que los vientos de cambio tardan tiempo para cimentarse y fluir. Predice que pasará un largo tiempo para ver que estos nuevos movimientos traigan beneficios a la población. Pero sostiene que existe un enorme potencial para que ello ocurra. Ante las pocas expectativas para que exista un cambio de régimen en Bahrein, Al-Khawaja detalla: “El verdadero triunfo fue el hecho de que la población se levantó contra estos regímenes a pesar del miedo, a pesar de los peligros reales contra su seguridad y sus vidas. Ese logro debe ser celebrado”. Y añade: “El hecho de que la gente continúe a pesar de todo lo que ha ocurrido es una fuente de gran orgullo”. “Den más arte a todo el mundo. Sin arte, sin poesía no puede entrar la utopía con verdad”, recomienda el poeta Emadi a los activistas del mundo.

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