A cinco años de la matanza de Creel: dolor e impunidad

viernes, 16 de agosto de 2013 · 21:33
CREEL, Bocoyna, Chih. (apro).- “Yo pensé que se estaba acabando el mundo”, recuerda Teodocia Domínguez, una habitante de Creel, que trabajaba en una tienda cercana al lugar donde ocurrió una de las primeras masacres de la guerra contra el narcotráfico, donde murieron 11 personas, una de ellas un bebé. Uno de sus nietos pasó por el lugar con su tía y unos primos. Tenía siete años y vio desde lejos cómo mataban de uno a uno. “Sólo hacían así: ‘Ay’ y se caía abuelita”, cuenta el niño, quien a sus 12 años, no ha podido olvidar el episodio de hombres con el rostro cubierto y vestidos de amarillo que disparaban sin compasión. Hoy, a cinco años de la masacre que enlutó a familias completas, no hay avance en el caso. La única novedad es que en abril pasado asesinaron a Iván Alejandro Montes, uno de los autores —material e intelectual—, que nunca aprehendieron. Presuntamente era sobrino de la exprocuradora Patricia González Rodríguez, quien estaba en funciones cuando ocurrió aquella tragedia. Esta tarde también se manifestaron por el poblado, porque le apuestan a la memoria cuando el gobierno le apuesta al olvido, aseguran. Sin embargo, hasta ahora, las familias desconocen el motivo por el que asesinaron a los jóvenes. No hay ejecutores detenidos. Hubo una persona capturada y sentenciada pero no participó directamente. Además, fue liberada porque se trataba de un testigo protegido. Era Jorge Salvador Villa Cruz. Hasta ahora no ha aportado nada. Él pagó 36 mil pesos de indemnización a cada familia, dinero que algunas familias no han tocado. Sandro Gilberto Romero Romero está detenido desde hace cinco años, pero no le han dictado sentencia. La familia de él asegura que no participó en la masacre. Cuando los sicarios huían, rumbo hacia Panalachi, encontraron a Sandro y le exigieron con amenazas que les prestara una casa que tenía para ocultarse. Hubo personas que lo vieron esconderlos y lo relacionaron con el crimen, afirman. La defensa de Sandro alegó animadversión de los jueces que llevaban su caso. Terror que no se olvida Teodocia Domínguez relata que cuando se escucharon los balazos eran tantos que creían que estaba granizando. Ella estaba en la tienda donde trabajaba, acompañada por una hija. Vieron pasar tres o cuatro camionetas con lodo. “Vienen de la sierra”, pensaron. Luego, los balazos. Abrieron la puerta y se dieron cuenta de que estaba seco, no granizaba. Era sábado en la tarde. “Luego pensé que se estaba cayendo una construcción que tenía mi patrón atrás del negocio, pero nos asomamos y nada. Entonces pasó la gente corriendo y dijo que eran balazos”. Atrás de las camionetas sucias con lodo vio pasar a una de sus hijas con dos nietos. Pronto escucharon gritos y su otra hija salió en el carro a buscarlos. Doña Teodocia se quedó en el negocio con las puertas cerradas. “Yo me quedé gritando a la virgen, que no pasara nada feo. Me subí a una silla y me caí, ahí me quedé tirada un rato. Creí que iban a matar a mis hijas. La gente se estampaba con la puerta”, recuerda. Más tarde sonó el teléfono de la tienda. Preguntaban por Héctor Córdova, pero no había nadie. Entre las víctimas estaba su sobrino, Fernando Córdova Galdeana. Pero Teodocia conocía a la madre del fallecido. Fue a buscarla pero no quiso ser ella la que le diera la noticia. Le pidió que la acompañara a las instalaciones policiacas porque no se atrevía a darle la noticia. Al final llegó otra persona, que le dijo. La mamá de Fernando se desmayó. Ana y Gloria Lozoya se quedaron sin sus únicos hijos adolescentes, con quienes vivía en una casa grande. Los testigos de aquel episodio recuerdan que las autoridades locales nunca permitieron que el caso lo atrajera la Procuraduría General de la República (PGR), pero el gobierno del estado congeló el caso. Otra de las víctimas fue Daniel Alejandro Parra Mendoza. “El papá estaba comiendo. El hijo le llamó para decirle que estaba herido, pero lo mataron”. Todas las mañana, cuando Teodocia salía a su trabajo, oía llorar a Daniel Parra Urías, padre del joven. El señor fue una de las voces más fuertes del movimiento de los deudos de Creel, que trabajó duro en la investigación para encontrar justicia. Un día viajó a ciudad Cuauhtémoc con su esposa. Mientras ella se ocupó en una tienda, él aprovechó para comprar un canal de carne. Entonces un comando lo levantó. Alcanzó a llamarle a su esposa para decirle: “Ya me fregaron”. Su cuerpo apareció en la carretera Cuauhtémoc-Chihuahua. Gobierno, sin interés Yuriana Armendáriz, hermana de Daniel —quien tenía 18 años y un día antes se había inscrito en la carrera de administración de la Universidad Interamericana— sentencia que a cinco años no hay justicia, y el actual gobernador, César Horacio Duarte Jáquez (PRI), no ha mostrado interés en acercarse. “Esto ha afectado a todas las familias, no sólo física sino emocional y hasta económicamente”, expresa. Eran cinco integrantes de la familia. La mamá se enfermó de diabetes a partir de la tragedia. “Óscar Loya (integrante de otra familia) se enfermó de cáncer. Todas las familias se vieron afectadas, nos agarramos de donde pudimos, como pudimos, en grupos de autoayuda, un año tuvimos terapia con los psicólogos de la Unidad de Atención a Víctimas, pero tenían que luchar para que les dieran apoyo y pudieran ayudarnos”, recuerda Yuriana. Con el paso del tiempo, las familias ya no se reúnen con la misma frecuencia, sólo en cumpleaños de las víctimas y el Día de Muertos, por ejemplo. “Te acostumbras, al principio eran sólo llantos, no teníamos ni idea de lo que pasaba. No tuvimos duelo porque nos lanzamos a hacer manifestaciones, a luchar contra las autoridades. Todo pasa, y el tiempo en realidad sí ha sido un aliado, vas logrando poner los pies en la tierra. Pero somos una sola familia del mismo dolor”, explica. Yuriana ha sido una de las cabezas del movimiento. La tragedia agudizó la crisis matrimonial que vivía. Ella se encontraba en Cuauhtémoc cuando sucedió todo y, desde ese día, se dedicó a buscar justicia, su matrimonio no resistió. Varios de ellos, incluida Yuriana, han recibido amenazas. Ella ha tenido que irse de Creel durante un tiempo, pero continúa firme. La familia también sufrió la pérdida de un primo de 19 años. Este año lideró la marcha desde el centro ejidal Profortarah —que conviertieron en plaza desde aquella ocasión, rodeada de cruces con los nombres de cada una de las víctimas—. Celebraron la misa por la paz, como cada año. Ahí, en la explanada que era sólo tierra, hace cinco años llegaron los jóvenes a jugar descalzos. Por la tarde, a las 4 aproximadamente, estaban ahí corriendo. Jugaban cuando llegaron a acribillarlos. Algunos vecinos aseguran que iban por dos jóvenes que se apodaban igual y que no respetaron que había tanta gente inocente. Las víctimas de la masacre de Creel fueron Alberto Villalobos Chávez, Juan Carlos Loya Molina, Daniel Alejandro Parra Mendoza, Alfredo Caro Mendoza, Luis Javier Montañez Carrasco, Fernando Adán Córdova Galdeán, Kristian Loya Ortiz, Édgar Alfredo Loya Ochoa, Alfredo Horacio Aguirre Orpinel, Luis Daniel Armendáriz Galdeán, Óscar Felipe Lozano Lozano, Édgar Arnoldo Loya Encinas y René Lozano González. Del miedo y coarje, a recuperar el turismo internacional Yuriana Armendáriz se ha empeñado, con otros jóvenes de su generación, en recuperar el turismo, vocación de los pobladores de Creel. Isis González, quien organiza el evento Cuatriaventura Creel para este mes, dice que ellos fueron formados para el turismo y ellos quieren recuperar el pueblo para que realmente sea Pueblo Mágico, como lo es su gente. “A nosotros nos educaron para tratar bien a las personas, a quien no sea de aquí hay que tratarlo bien para que se sienta en casa, porque de eso vivimos”, comenta. Y es que la masacre mató al turismo, sobre todo el internacional, que no se ha recuperado. El turismo nacional comienza a regresar. El negocio de Óscar Loya, padre de Kristian Loya Ortiz, se derrumbó. Tenía una empresa de recorridos turísticos que se quedó sin clientes. A los dos años y luego de una severa depresión desarrolló cáncer de garganta. Hoy su familia también lucha por recuperarse. Del turismo nacional, por ejemplo, la gente de Juárez comienza a regresar, indica Isis. “También ellos dejaron de venir pero este año tuvimos mucho visitante de la frontera”. Yuriana dice que los asaltos se registran en la carretera principalmente. Hay robos “como en todas partes del país”, pero no pueden dejar de vivir. Sí, la fama que ha tenido Creel les ha afectado a todos. “Sí pasan cosas pero no al grado que lo dicen. Aquí en Creel no es tal. En Estados Unidos la gente tiene miedo de venir, está devastado el turismo internacional, por eso queremos fomentar el turismo, que vengan y puedan andar por los puntos turísticos, que se diviertan y dejen derrama económica. Es un recorrido en el campo, con grupos de cuatrimotos para conocer Recohuata, las aguas termales, El Salto de Sisoguichi, ahí se puede andar sin problema…”.

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