Periplo masticado: "Es lo que hay..."

sábado, 26 de octubre de 2013 · 15:03
Salzburgo, Austria, (Proceso).- Por avatares de índole académica esta columna se vio envuelta en una serie de viajes donde, como depara todo buen peregrinaje, se tocaron simas y cimas. La alusión a estas últimas es, lo creemos a pie juntillas, la mejor manera de iniciar el recuento. Por tanto, es prioritaria la visita a esta ciudad pues su notoriedad ?de naturaleza netamente musical? le ha traído una bonanza financiera insospechada, amén de constituir un emporio turístico en expansión creciente. Serán inevitables las comparaciones con los despropósitos y las aberraciones que se viven en México, pero asimismo habrá situaciones aleccionadoras. Bastará con remitirnos a los hechos. Lo primero que llama nuestra atención, aún antes de aproximarnos al centro histórico de la pequeña urbe ?tiene sólo 150 mil habitantes?, es la transparencia del río Salzach que la atraviesa. Si observamos con detalle, el afluente tiene peces en abundancia  y no faltan las cañas de pescar que los extraen como nutritivo pasatiempo. Igual que en la hidrografía de nuestro país, donde la vida se pudre por los desechos y la basura que la puebla. Si quisiéramos posar la vista en alto, el azul intenso de cielo y la blancura inmaculada de las cumbres alpinas serán acicate para incursionar con el corazón enhiesto al casco antiguo del poblado. Con esta pretendida visión vuelve a encogérsenos el ánimo al recordar la polución de muchas de nuestras metrópolis donde son contados los días en que el entorno montañoso logra percibirse… Traspuesta una de las arcadas de ingreso, las caravanas de turistas trazan una ruta que es prácticamente unánime. Se dirigen, como atraídas por un imán, hacía el edificio donde vio la luz el 27 de enero de 1756 su ciudadano más ilustre. Se trata, lo sabíamos de antemano, de Wolfgang Amadeus Mozart. Pero aunque hubiéramos intentado ignorarlo, las evidencias de la imbricación entre el personaje y su lugar de nacimiento nos avasallan. Uno después de otro, con ritmo frenético, van sucediéndose los negocios donde se mercantiliza la figura del héroe mitad hombre y mitad leyenda. No sería necesario entrar a alguna de las tiendas para enterarnos de lo que se pone en venta, aunque si estuviéramos en vena de hacerlo nos recibiría una grata sorpresa: en ellos se escucha música mozartiana a un volumen que no choca con aquel de los comercios aledaños. La enumeración de los artículos sería inagotable, mas citemos unos cuantos para captar el calibre del fenómeno: postales, bustos, muñecos, libros, títeres, perfumes Mozart, paraguas, prendedores, carteles, cajitas de música, pendientes, papelería, camisetas, gorras, llaveros, plumas, calcetines, corbatas, películas y, por supuesto, discos compactos y las famosas “pelotas” de chocolate con mazapán de pistache llamadas Mozartkugeln.          Una vez frente al inmueble de la calle Getreide n° 9 las colas para entrar a la Casa-Museo se apiñan, atolondradas y expectantes, en pos de acercarse a la taquilla. La cuota de entrada es de 10 euros ?15 si se alquila la audioguía? y los turnos de visita corren a lo largo de 8 horas en los horarios estivos e invernales. Un guardia nos refiere, y es fácil creerle, que el promedio diario de visitantes, incluidos los meses veraniegos, ronda las ocho centenas. Aquellos afortunados que logran adquirir su boleto ?dado que el espacio de exhibición es pequeño, la cantidad de personas por turno se restringe? pueden admirar las vitrinas donde yacen los violines de infancia y de concierto[1] del genio y cartas de familia. En las paredes hay retratos al óleo y, diseminados por las distintas habitaciones se hallan los instrumentos de teclado que usaron tanto Wolfgang como su hermana Nanerl; entre ellos, un fortepiano, un clavecín y varias espinetas. Naturalmente, en el mismo espacio está instalada otra tienda que ofrece souvenirs más selectos. Con lo antedicho podemos comenzar a hacer algunas cuentas que nos ayuden a despejar la magnitud de las recaudaciones, aunque hay que decir que existe una segunda morada de la familia Mozart en Salzburgo ?la Wohnhaus que fue habitada inmediatamente después de la anterior? que también funciona como museo y que, por su amplitud, no tiene restricciones en cuanto al número de visitantes, hablándose de un promedio de 1500 individuos por día. Si notáramos el volumen de compras de los turistas veríamos que, en su mayoría, salen cargados de artículos con los que, siendo razonables, podrían agregarse unos 30 euros per capita. Tenemos entonces que entre las dos casas suman alrededor de 2300 visitantes diarios que desembolsan, nada más por ingreso, audioguía y el estimado de adquisiciones 103 mil 500 euros. Por la semana de seis días, la cifra se eleva a 621 mil euros, mismos que al multiplicarse por las 52 que tiene el año nos dará un total de 32.2 millones de euros. Enunciado en nuestra moneda tenemos 581 millones de pesos que, repetimos, valen nada más por los conceptos básicos. A esa avalancha monetaria se agrega lo que recauda el Mozarteum por las colegiaturas de su alumnado y los cientos de miles de euros que se colectan por la oferta musical que es cotidiana. Desde la del festival del Mozarteum hasta la que proporcionan las iglesias. Vemos así que a través de la supuesta “alta” cultura es posible allegarse riquezas y el mentado “bienestar” social. Salzburgo no tuvo problema para trasmutar su tradicional modo de subsistencia ?aquel del comercio de la sal, de ahí su nombre? por la calculada comercialización del emblema mozartiano. Pero, ¿cuál fue la formula que los austriacos si entendieron y que en México no acabamos de captar?... Hagamos un poco de historia: Mozart abandonó su terruño a los 24 años de edad para establecerse definitivamente en Viena donde fallecería 12 años después.[2] Dejó por escrito que aborrecía su pueblo natal y que los que vivían mucho tiempo en Salzburgo se volvían idiotas. En su momento los salisburgueses sí lo fueron, ya que se tardaron en digerir la grandeza de su compatriota, mas a la postre rectificarían con creces. Al momento de la prematura muerte del personaje, la fama no le alcanzó para impedir que tuviera un entierro de mendigo en la fosa común. Tendría que transcurrir medio siglo para que se erigieran las primeras estatuas ?las de Viena y Salzburgo que se lograron merced a colectas organizadas por músicos? y se echaran a andar las labores musicológicas y la fundación del Mozarteum. Ya a fines del XIX, en concomitancia con la aparición de biografías y novelas, un avezado gastrónomo creó las golosinas de chocolate mencionadas y la Fundación Internacional Mozart financió la creación de la primera Casa-Museo. La segunda sería bombardeada en la Segunda Guerra reabriendo sus puertas como museo en 1992. Sin embargo, el golpe maestro para la popularización del músico avino gracias a una compañía discográfica que pensaba lanzar al mercado en 1991 ?con motivo del bicentenario luctuoso? la grabación integral de la obra, encomendando la escritura de un guión cinematográfico diez años antes. De ahí surgió la película Amadeus de Milos Forman, estrenada en 1984. En siete años se preparó el terreno para que los discos se vendieran como pan caliente… Podemos ahora inquirir qué hace nuestra ensordecida nación para honrar y sacarle jugo a sus músicos de concierto. ¿Existe acaso una Casa-Museo realmente digna de alguno de ellos? ¿Están hechas todas las catalogaciones y se han grabado sus corpus compositivos? ¿Hay a disposición suficientes biografías o novelas para el público lego?... Por supuesto que no, aunque no faltará el necio que rezongue diciendo que ninguno de ellos es equiparable a Mozart y que por eso es absurdo molestarse.[3] Empero, habríamos de argumentar que, asumidas las diferencias entre nuestros próceres de la música y el inconmensurable austríaco, no tenemos de otros. ¿No sería el caso de apostarle también a ellos ?ya se hace con los pintores y su obra? y a la valía de su música a sabiendas que también son susceptible de generar ganancias? ¿Qué pasaría si se encauzaran esfuerzos desembocándolos en la filmación de un gran largometraje sobre sus peripecias existenciales? ¿Creemos que sus vidas no dan para tanto?... Bastaría con enterarse un poco para quedar sobrecogidos; el resto se encamina hacia la valoración de lo propio y a saber recapacitar a tiempo pues, en última instancia, ellos son lo que hay…
 
[1] Se recomiendan las audiciones de su primera sonata para violín  Kv 6?compuesta a los ocho años?, y de su concierto para violín n° 1 Kv 207 del 1773. Disponibles en la página proceso.com.mx Pulse el audio 1. (W. A. Mozart. Allegro molto de la sonata para violín y clave en Do Mayor Kv. 6. Gérard Puolet, violín, Blandine Verlet, clave. PHILIPS, 1991) Pulse el audio 2. (W. A. Mozart: Allegro moderato del concierto parta violín en Si bemol Mayor, Kv. 207. Henryk Szeryng, violín.  New Philharmonia Orchestra, Sir Alexander Gibson, director. PHIPS, 1991)
[2] Se recomienda la escucha de una de las últimas obras escritas en Salzburgo: las Vesperae solennes de confessore Kv 339.  También asequible en el sitio web del semanario. Pulse el audio 3. (W. A. Mozart: Dixit Dominus meo de las Vesperae solennes de confessore Kv. 339.  London Symphony Orchestra & Chorus. Sir Colin Davies, director. PHILIPS, 1991)
[3] Uno de estos, un afamado crítico musical mexicano que se firma como Musa inepta,  no entendió la comparación  entre las precocidades  y los paralelismos de Mozart y Manuel M. Ponce hecha por esta columna en el número 1635 de Proceso.

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