Los muxes, un tercer género reconocido desde tiempos prehispánicos

martes, 12 de noviembre de 2013 · 22:59
MÉXICO, D.F. (apro).- Hace unos días Alemania “sorprendió” al mundo al reconocer jurídicamente al llamado tercer sexo o tercer género, al permitir que la casilla en el registro de los bebés, referida al sexo, no deba obligadamente señalar “masculino” o femenino”, sino que puede quedar en blanco en tanto no se defina la condición. En realidad ya existen antecedentes al respecto. Como el caso de Nepal, donde, en 2007, la Corte Suprema hizo que se incluyera en los censos nacionales y documentos de la ciudadanía (como pasaportes e identificaciones para abrir cuentas bancarias o adquirir propiedades) una categoría de tercer género (http://www.undp.org/content/undp/es/home/ourwork/hiv-aids/successstories/Nepal_third_gender_census_recognition/). Desde el punto de vista social, varias son las culturas que hace tiempo aceptan que la sociedad no está dividida en hombres y mujeres. Es el caso de los muxe de los pueblos zapoteca de Oaxaca, que desde la época precolombina tienen no sólo un reconocimiento, sino desempeñan roles especiales en la sociedad e incluso hay familias donde se llega a alentar su desarrollo. Un estudio de la recientemente fallecida Marinella Miano Borruso, investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y titulado “Género y homosexualidad entre los zapotecos del Istmo de Tehuantepec. El caso de los muxe” (http://isisweb.com.ar/muxe.htm), expone cómo en esta sociedad, en la cual están definidos los roles y actividades de hombres y mujeres, no se estigmatiza ni margina socialmente al homosexual --muxe en zapoteco--, aunque sí se condena a las lesbianas (nguiu): “…al contrario hay una actitud social y cultural peculiarmente permisiva y participativa ante la homosexualidad, el afeminamiento y el travestismo, en gran contraste con el patrón nacional.” Hasta considera que es una homosexualidad “institucionalizada”, pues los muxes desempeñan “funciones socialmente reconocidas y prestigiadas”, tanto dentro de la familia como en la comunidad. Menciona como ejemplos el que cuidan a los niños, los ancianos, limpian la casa, cocinan y generalmente se quedan en ella para cuidar a sus padres en la vejez, por lo cual son considerados como los dadores de atención. En muchos casos, al morir la abuela o la madre, heredan su autoridad moral “volviéndose el elemento unificador de la familia”. Todo ello hace que el muxe se sienta respaldado por su familia y mantenga su seguridad y autoestima. Menciona la investigadora que hay familias donde desde niños van asumiendo labores que se consideran naturales o propias de la mujer, y no deben entonces pasar por el proceso, “traumático y desgarrador” de “salir del closet” que se da en las sociedades occidentales. En el ámbito social, los muxes se encargan de diseñar y bordar los bellos y suntuosos trajes regionales de las mujeres, sus adornos florales para el cabello, y vestidos de gala para bodas, quince años y aniversarios. Hacen la comida tradicional y dirigen los bailes. Los muxes tienen su propia Vela (fiesta nocturna tradicional en la cual se iluminan con velas), llamada “Vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro”, en la cual hay show travesti y es recibida por el resto de la comunidad con entusiasmo. Otra función importante de los muxes en las comunidades zapotecas es la iniciación sexual de los varones. Mientras que las mujeres deben conservar su virginidad hasta el matrimonio, los varones pueden “aprender y practicar todo lo relacionado al sexo a través de las enseñanzas del muxe”. Sin embargo, admite la investigadora que la vida de los muxes en las sociedades zapotecas está lejos de ser un paraíso, pues la aceptación social “no está libre de contradicciones y de formas de marginación y violencia incluso”. Advierte los problemas que ha implicado la proliferación del VIH-SIDA, la aculturación y también la existencia de un machismo pues en realidad los muxes desempeñan roles femeninos y son excluidos de los ámbitos de poder masculinos. Pero destaca cómo los muxes a partir de elementos culturales propios han construido su propio estilo de vida, con lo cual son “sujeto y actor de la historia mundial”.

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