El rescate de la ciudad como un homenaje a sus defensores

martes, 25 de febrero de 2014 · 21:29
MÉXICO, D.F. (apro).- Es ya casi un lugar común, cuando un escritor muere, decir que el mejor homenaje póstumo es leer su obra. La repiten siempre los funcionarios públicos, especialmente los relacionados con las instituciones culturales, y políticos, sin realmente comprometerse a desarrollar e invertir en programas para la publicación y difusión de esa obra. Con escepticismo y tristeza la comunidad cultural recibió de noviembre a la fecha la noticia de la muerte del historiador y especialista en arte Guillermo Tovar de Teresa, así como de los escritores José Emilio Pacheco y --apenas el pasado sábado 15 de febrero-- Federico Campbell. Además de la consabida frase de rendir tributo a través de la lectura de sus obrar. Un compromiso que bien podría hacer el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, es atender al menos algunos de los problemas de la urbe que los tres coincidieron en señalar. Ya se comentó en esta columna en su momento, la preocupación que José Emilio Pacheco expresaba continuamente sobre el deterioro urbano. Nada ha cambiado para bien en la colonia Roma y en la ciudad en general desde la salida, por primera vez, de Las batallas en el desierto, en la cual se da cuenta de la acelerada transformación de esa tradicional colonia. Por el contrario, las viejas casas de la época porfiriana han ido cediendo sus terrenos al interés comercial de compañías inmobiliarias que en detrimento del patrimonio histórico y artístico, y aun del ordenamiento urbano construyen edificios de departamentos con más niveles de los permitidos. Otra voz que continuamente señaló y documentó la devastación de la capital fue Tovar de Teresa, quien en junio de 1986, tras asumir el cargo de cronista dio su primera entrevista a los periodistas Federico Campbell y Armando Ponce del semanario Proceso, y habló de varios de los problemas de la ciudad. Campbell y Ponce le advirtieron que podría llegar a convertirse en el “cronista del desastre”. Él aceptó: “Porque vivimos amenazados por una catástrofe biótica.” Para el historiador fallecido en noviembre del año pasado, su tarea más importante en la Crónica sería promover la revitalización del Centro Histórico; les dijo a los periodistas: “Que su destino  no sea sólo burocrático, sino humano: que sea, de vuelta, el Centro Histórico de la ciudad, histórica y geográficamente. El punto de referencia. Porque a partir de los 20 el Centro comenzó a dejar de ser la Ciudad de México, en el sentido de que los pueblos de los alrededores se integraron a la vida de la ciudad en un sentido más amplio. En los últimos 50 años, la población se disparó; así, en los 40 y 50, la Ciudad Universitaria generó la vocación cultural del sur de la ciudad. Por ejemplo la vida estudiantil y cultural de la ciudad en los 20 transcurría entre las calles de Donceles, Argentina y San Ildefonso. Las librerías, ahí eran tertulias. Ahora están en Coyoacán, en San Ángel, en el Sur. En cambio, en el Norte, en Las Lomas, en Polanco, no hay más que 3 o 4 librerías. Se polarizó la ciudad. En el sur viven la mayoría de los intelectuales. En Las Lomas, empresarios, industriales. La miseria se haya en todas partes, pero es un fenómeno esencialmente periférico.” En ese momento propuso, entre otras ideas, cerrar la avenida 20 de Noviembre al tráfico, hacer del Centro Histórico un área peatonal. Además la descentralización y desconcentración de actividades económicas, políticas, administrativas, y de servicios. Señaló también la necesidad de ofrecer buenas oportunidades para que la gente no tuviera que venir a la ciudad a resolver sus problemas. A casi 28 años de aquella entrevista, realizada tras los terremotos de 1985 que dañaron una parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad, pero hicieron a la gente solidarizarse con los afectados, y hasta se ha dicho fue como el despertar de la sociedad civil, la ciudad padece los mismos problemas: El tráfico que paraliza, la avenida 20 de Noviembre un cuello de botella para ingresar al Zócalo, que sigue siendo una especie de glorieta por la cual quienes van al norte están obligados a rodear. Sólo Madero es peatonal y una parte de 16 de Septiembre, pero son rebasadas por la cantidad de gente que transita por ellas, insuficientes, pues. Y no se han descentralizado las actividades, además de que sigue llegando la gente hasta la ciudad para tratar de resolver sus problemas. Desde el campesino que con el instrumento de la banda de música de su pueblo intenta ganarse unas monedas, hasta los grupos organizados --como los de maestros-- que al no encontrar respuesta a sus demandas en sus lugares de origen instalan plantones en la ciudad, que acaban por cansar a quienes podrían o deberían solidarizarse por tratarse de la misma clase trabajadora. Tovar de Teresa respondió a los periodistas sobre la razón de la destrucción de la ciudad, por qué se le puede destruir y amar al mismo tiempo. Habló él de la conciencia y la solidaridad despertadas tras el sismo y advirtió: “Si esa nobleza y esa fuerza humana tan limpia y espontánea no encuentra respaldo y apoyo por parte de las autoridades, fatalmente volverá a dormirse y a olvidar la satisfacción enorme, que no se compra con nada, de ser solidarios unos con otros. Entonces sí podría legar a ser el cronista del desastre… y me quedará sin ciudad, y sin trabajo.” Las voces de Tovar y Campbell ya se apagaron. Pero persisten las demandas de rescatar esta ciudad, si las autoridades y ciudadanos quisieran hacer “el mejor homenaje”.

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