Federico Campbell y Leonardo Sciascia

martes, 25 de febrero de 2014 · 21:39
El escritor tijuanense Federico Campbell, fallecido el 15 de febrero, realizó en julio de 1985 una larga conversación con el escritor italiano Leonardo Sciascia, publicada en la revista Proceso. Una semana después, ahí mismo, apareció en el número 454 del 15 de julio este artículo del poeta David Huerta, con el título “El mar color de vino”. MÉXICO, D.F. (apro).- El extenso reportaje que Federico Campbell le hizo a Leonardo Sciascia (Proceso 453) es un hermoso ejemplo del periodismo de nuestros días --del periodismo nuestro aquí y ahora. Es un trabajo apasionado, animado por emociones múltiples: el temblor inquietante de la historia inmediata, las aventuras y laberintos de la historia pasada, el torbellino exigente de la literatura. Leonardo Sciascia es un autor también múltiple, de preocupaciones plurales: historiador y microhistoriador, cronista, reportero, investigador documental, poeta, retratista, narrador, crítico, militante, analista de la política y de la delincuencia. Junto al homérico “mar color de vino” de su Sicilia Natal, en Racalmuto, en Siracusa, en Palermo, el gran escritor italiano conversó con Campbell y el resultado de sus charlas es ese espléndido reportaje. El hecho de que un escritor y periodista mexicano encuentre tantos puntos de contacto con un escritor italiano como Sciascia y pueda trasmitir esas vivencias intelectuales, históricas, políticas y literarias, es en sí mismo magnífico. La obra de Sciascia tiene una difusión cada vez mayor entre el público lector mexicano, más allá de los “cuatrocientos cultos” que hace unos pocos años lo descubrieron, sobre todo a través de El caso Moro y de una cinta de Francesco Rosi: Cadáveres excelentes, recreación cinematográfica de El Contexto, libro del cual, por cierto, Campbell extrajo el epígrafe de su novela Pretexta, de 1979. En un significativo pasaje del reportaje, los conversadores de Sicilia hablan de México, del común pasado hispánico, de los grados de la influencia árabe y de la presencia de la Inquisición en las historias de ambos países. Sciascia demuestra en este diálogo un conocimiento verdaderamente excepcional entre los literatos europeos, de la tradición literaria de la lengua española. Hombre “de pocas palabras”, proyecta sin embargo una inteligencia aguda, penetrante: sus juicios en torno al Estado de nuestro tiempo son de una lucidez casi dolorosa. En pocos escritores, como en Sciascia, es posible admirar una mente tan equilibrada y sensible: su corazón, en efecto, "está revestido de razón, expresión con la cual fue encabezado el recuadro de este reportaje siciliano. Tanto para Sciascia como para Federico Campbell, las fronteras entre el periodismo y la literatura se han convertido en vasos comunicantes, no en valladares, en separaciones. En diferentes lugares de América, la distinción entre la “ficción” y la “no-ficción” se ha desvanecido; así lo demuestran narradores de México, de Argentina, de Estados Unidos: E. L. Doctorow, José Emilio Pacheco, el heroico Rodolfo Walsh. Sciascia es sin duda uno de los maestros de los nuevos géneros, como lo documentan su vasta obra y, asimismo, su cambio de impresiones con Campbell. En el caso del escritor italiano, la peligrosísima tentación vanguardista --en la que caen con frecuencia los “new journalists” norteamericanos-- está templada por una formación clásica. Su “naturalidad” como hacedor de literatura está nutrida de Voltaire, de Pirandello, de Cervantes. Y su admirable curiosidad filológica le da un sorprendente sesgo, de divertidísima academia, sagaz siempre, a muchas de sus páginas. El público lector norteamericano quedará deslumbrado, ahora que la obra de Sciascia está empezando a circular en Estados Unidos, con el vigor y la frescura de esos libros. Qué antiguas ahora suenan, o resuenan en la memoria, las tensas discusiones acerca del compromiso del escritor, de la función social de la literatura, de la militancia en las letras. Escritores como Sciascia han dado una respuesta práctica a todas estas cuestiones. Sin alharaca, sin manifiestos, sin teorías. Con la pura práctica de escribir bien, documentadamente, con lucidez, con densidad y al mismo tiempo con fluidez. Leonardo Sciascia tiene todo para convertirse, si no se ha convertido ya, en un clásico presente y futuro. Sus libros son cada vez más conocidos, leídos y comentados en México. Un reportaje como el de Federico Campbell contribuye central y decisivamente a este conocimiento, a esta lectura. Una lectura, ni qué decir tiene, saludable, vigorizante; no por su optimismo, sino por esa sabiduría de la mirada trágica de Sciascia. Una mirada en la que abundan los reflejos del siciliano mar color de vino.

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