Ayotzinapa: Diálogo en Berlín

viernes, 28 de noviembre de 2014 · 21:56
BERLÍN (apro).- A 10 mil kilómetros de distancia no sólo se siente el enojo y la indignación por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, también el dolor y el miedo están presentes hasta acá porque hasta acá también hay víctimas de la violencia acumulada en México. “Soy madre de familia y ayer mi hijo que tiene diez años me preguntó si era cierto que los policías en México se habían llevado a 43 estudiantes. Yo le contesté que sí es cierto, como también es cierto que el 18 de mayo de 1967 al hermano de mi mamá, Priciliano Téllez, lo mataron soldados en una reunión de padres de familia en Atoyac, Guerrero. El Estado nunca indemnizó a mi tía que se quedó viuda y con seis hijos. Fue y es la impunidad de siempre, la que todos conocemos. "Y por eso yo quiero preguntarles a ustedes, y para que me saquen del conflicto que tengo, ¿cómo le explico a un niño de diez años lo que está pasando en México?, ¿cómo?". La mirada vidriosa que se refleja a través de los lentes de Águeda, envuelta en un rebozo negro de Guerrero, apunta directamente a la del subsecretario de Relaciones Exteriores, Juan Manuel Gómez Robledo, y a la de la embajadora mexicana en esta capital y excanciller, Patricia Espinosa. Los dos, con una mueca seria que en momentos parece impactada y hasta solidaria, guardan silencio. En el amplio salón de la sede diplomática de México en Berlín, donde normalmente se realizan las recepciones oficiales, los eventos festivos por celebraciones como Día de Muertos o el Grito de Independencia, así como exposiciones culturales, esta vez el motivo del encuentro es otro muy distinto. Un día antes –miércoles 26--, y como lo vienen haciendo con cierta regularidad desde hace dos meses, medio centenar de mexicanos enojados se manifestaron a las puertas de la embajada con mantas, pancartas y altavoces. El subsecretario de Relaciones Exteriores de México realizaba una visita de trabajo en Alemania y ese día se reunió con interlocutores principalmente alemanes --representantes del Parlamento, de las fundaciones políticas y diversas ONG-- para hablar de la situación de los derechos humanos en México. Al término de dicho encuentro, el funcionario federal se comprometió a tener una reunión directa y abierta con los manifestantes. Policía mexicana, “universidad del crimen” Así que el jueves 27 en punto de las 15:00 horas comenzó el encuentro. Unos 30 mexicanos, de todos tipos y orígenes, acudieron a la convocatoria que la propia embajada mexicana hizo pública en su cuenta de Facebook. El formato del pretendido "diálogo" dejó el micrófono abierto para que quien así lo deseara expresara su sentir. Tímidamente, un hombre joven que en apariencia aún no rebasa los 40 años y que durante todo el encuentro permaneció pensativo y casi siempre con los brazos cruzados, levantó la mano. Ignorando la presencia de los funcionarios, se dirigió directamente a un joven chileno que también acudió al evento y que con anterioridad había hecho uso del micrófono. "Compañero de Chile, te quiero decir que me da vergüenza lo que le pasó a tu compatriota en México. (Laurence Maxwell, detenido el 20 de noviembre al término de una manifestación en el Zócalo de la Ciudad de México). Y te voy a explicar rápidamente por qué. Yo tuve la desgracia de trabajar tres años en la policía mexicana y puedo decir que de verdad es una auténtica universidad del crimen organizado. Ahí me enteré cómo se les entrena (a los policías) para imputar cargos que no existen y poder tener chivos expiatorios. El que existe en México es un sistema de impartición de justicia podrido. La justicia existe sólo para quien la puede comprar y todos lo sabemos sin miramientos que es así. Y no nos faltan sólo 43. Son muchos, muchos más", reveló. Antes, al inicio del encuentro, Carlos, identificado como estudiante, reclamó a la embajadora Espinosa que en sus participaciones en la televisión se refiera a Ayotzinapa como un caso aislado. Comenzó entonces a enlistar una serie de casos en donde ha habido masacres y represiones en las que se ha acusado al Estado, a través del Ejército o fuerzas públicas, o a manos del crimen orgfanizado, entre ellas Ocosingo, San Cristóbal, Aguas Blancas, Acteal, El Charco, Atenco, Cherán, la masacre de 72 migrantes en San Fernando, en Tamaulipas, y las 52 víctimas del Casino Royale en Monterrey, Nuevo León; los 18 cuerpos ejecutados y encontrados en Ajijic, Jalisco, en 2012; los 23 cadáveres decapitados y colgados de un puente en Nuevo Laredo, Tamaulipas, el mismo año… "Y puedo seguir. Tengo páginas con una lista con casos. ¿Cómo es posible que no se acepte que existe una situación de violación sistemática de los derechos humanos en México? ¿Por qué las autoridades no enfrentan la situación?", preguntó el joven estudiante con voz entrecortada, que más que enojo reveló desesperación. Más adelante Alejandro, un empresario mexicano-alemán levantó la mano. Tras dar las gracias por la posibilidad de participar y asistir a un encuentro como este, el que por cierto muchos coincidieron en que fue inusual, comenzó a hablar y su voz casi de inmediato se frenó por un nudo en la garganta: "A mí me tocó. Usted (y señaló a Carlos) mencionó lo sucedido en ese lugar turístico en Jalisco. Pues fíjese que yo soy de ahí, de Ajijic, y a un amigo mío lo mataron, él era uno de ellos, era taquero". Después habló una chica muy joven, de cabello negro y lentes. No dijo su nombre pero su mensaje fue claro: "Si algo he aprendido en Alemania es que hay que vencer el miedo y es algo que yo sí sentía en México. Quiero pedirles que cuando tengan que tomar decisiones lo hagan con la calidad moral de hacer lo que es correcto. Sé que debe ser difícil estar en un puesto, pero también es difícil estar del otro lado sintiendo miedo y sintiéndose uno amenazado y vulnerable. Mi tía murió en el Casino Royal (Monterrey). Y ese es el problema, a todos nos ha tocado algo de alguna forma. Así que la gente como ustedes que está en esos puestos también tienen que pensar en ello y actuar con rectitud". “No tengo respuesta”: SRE Tras una hora de “catarsis”, los funcionarios mexicanos procedieron a su defensa: el gobierno de Enrique Peña Nieto entiende y comparte la indignación de todos; su administración está trabajando y no descansará hasta que el caso Ayotzinapa quede resuelto y se haga justicia; es más, el gobierno mexicano ha adoptado y reformado leyes y más leyes que protegen los derechos humanos. Tania, estudiante de derecho, refutó una y otra vez el discurso del subsecretario Gómez Robledo, quien se esmeró en señalar los avances en materia legislativa y los compromisos en derecho internacional que México ha adquirido desde 1998 y que lo catalogan hoy como una nación abierta al escrutinio internacional. Fue un intercambio de argumentos firme pero respetuoso. La joven insistió en que la detención de las 11 personas al término de la manifestación del 20 de noviembre y su posterior consignación es a todas luces arbitraria e irregular. Gómez Robledo intentó enfatizar que frente a esos 11 detenidos hay 20 más que quedaron en libertad sin cargos. Pero Tania no cedió: “Se les consignó por los delitos de tentativa de homicidio, disturbios y motín y asociación delictuosa. Los tres delitos están contemplados en el Código Penal del Distrito Federal ¿Por qué entonces fueron consignados por la PGR si son de ámbito local?”, preguntó ella. --Sí, algunos fueron consignados por la PGR y otros por la PGJDF –respondió el funcionario. --Sí. ¿Y por qué? Si estamos hablando que son delitos del fuero local --volvió a refutar ella. --No tengo respuesta. Lo voy a anotar y es una de los temas que me llevo para informarles a través de la embajadora. Los 60 minutos que originalmente habían ofrecido las autoridades para dialogar fueron rebasados. Se cumplieron casi dos horas de discusiones. Fue un diálogo que en momentos parecía de sordos porque ambas partes se aferraban a sus posturas; en otros momentos, el arrebato y radicalización de algunos rompía con el interesante intercambio de ideas, como cuando se exige a los representantes del gobierno que asuman compromisos relativos a temas como el Acuerdo de Cooperación entre Alemania y México en el que evidentemente ni Gómez Robledo ni Espinosa tienen competencia. --¿Y cómo ciudadano, usted no se siente indignado? --preguntó de pronto Ricardo. “Por supuesto que sí y además sumamente frustrado, porque he dedicado 20 años de mi carrera a este tema (derechos humanos)”, contestó franco Gómez Robledo. --¿Y entonces por qué es tan difícil aceptar la situación de crisis por la que está pasando México?, repreguntó Carlos. --Porque al mismo tiempo soy testigo (de lo que está haciendo el gobierno mexicano) y como ciudadano creo que tengo derecho a tener esperanza. Cuando veo asambleas como esta, que hace diez años no eran posibles, pues la verdad me da mucha esperanza porque ustedes tienen una exigencia que no tenían los jóvenes de su edad hace diez años o que no la expresaban de esta forma, y eso a mí, perdónenme, pero me da esperanza. --Si a usted le parece un avance tan sustancial el ver que estamos aquí reunidos, por favor únase a nosotros –exclamo Carlos. El silencio invadió la sala por unos instantes. --Mire, yo me uno en el mismo sentimiento de indignación que tienen ustedes, pero permítame, cada quien tiene que hacer su trabajo. Yo como servidor público tengo obligaciones frente al Estado. Yo represento al Estado y no me avergüenzo de ello. Soy un servidor público de carrera a quien nadie le regaló el cargo. Entré al servicio exterior por oposición y fui ascendiendo cada uno de los niveles de carrera por oposición. Y entonces saltó la voz que nuevamente sacudió el inusitado diálogo: "¿Pero van a firmar el Acuerdo de Seguridad entre México y Alemania". La oscuridad invernal cayó y el reloj marcó casi las cinco de la tarde. El cansancio era evidente en los rostros y los argumentos de ambos lados parecían haberse agotado. Gómez Robledo y Espinosa reiteraron que los canales de diálogo seguirían abiertos. Incluso, el subsecretario se comprometió a volver en un par de meses y sostener otro encuentro en un lugar “neutral”, como una universidad. Se escuchó entonces el comentario final de la tarde en voz de Tamara, que englobó el sentir de muchos de los presentes: "Pues yo, como última palabra, me voy sumamente frustrada de esta reunión. Siento decirlo. Esto no fue más que un cliché de reunión. Esto no es esperanzador y discúlpenme porque para que a usted sí lo sea. Me voy tremendamente frustrada".

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