La basura es el origen de la pestilencia del agua del DF: experto de la UNAM

miércoles, 31 de diciembre de 2014 · 12:28
MÉXICO, D.F., (apro).- La pestilencia del agua que sale de los grifos en ciertas zonas de la Ciudad de México es consecuencia de la basura que los propios capitalinos tiran en la calle y la falta de aplicación de leyes ambientales por parte de las autoridades, según Sergio Palacios Mayorga, investigador del Departamento de Edafología del Instituto de Geología de la UNAM. A este panorama, dice, se suma el daño acumulado por la sustracción del líquido del manto acuífero y, en consecuencia, el hundimiento que ha sufrido la Cuenca de México prácticamente desde que los aztecas construyeron sobre un gran lago la gran Tenochtitlán. En entrevista con Apro, el responsable del Laboratorio de Biología de Suelos del instituto universitario explica que el problema del mal olor comenzó a gestarse desde que se erigió la ciudad prehispánica, con el desecho de materia orgánica y la extracción del agua. Entonces, prosigue, los restos geológicos y la fauna acuática quedaron sepultados y el suelo, inestable. Al paso del tiempo, el crecimiento desordenado, la falta de planeación urbana, de educación ambiental y de aplicación de la ley han provocado el desecho de basura en la calle, barrancas, ríos, lotes baldíos o tiraderos clandestinos que se acumula en el suelo y el subsuelo y causa reacciones químicas. Datos oficiales indican que diariamente se generan de 12 mil 500 a 13 mil toneladas de basura en el Distrito Federal. Según Palacios Mayorga, 61.5% de la basura urbana es orgánica, 32.7% inorgánica, 5.5% son residuos peligrosos y el resto, 0.1% se clasifica como otros. “El agua de lluvia se lleva la basura, pero no la desaparece, se atora en el drenaje y causa estragos”, asegura. Según su explicación, “la basura es pesada y lleva mucha agua, entonces lo ligero queda arriba y lo orgánico abajo. Cuando en la tierra ya no hay oxígeno se generan gases y bacterias anaerobias que buscan el modo de liberarse”. La mezcla de gases como metano, dióxido de carbono, ácido sulfídrico, óxido nitroso e hidrógeno genera un biogas que “sale de zonas donde hubo lagos y donde hay poca ventilación. Es lo que provoca el olor como a huevo podrido”. Durante la época de lluvias, –particularmente en los últimos años, cuando han sido más intensas y prolongadas--, continúa el científico, el subsuelo y suelo se saturan de humedad, el agua desplaza al oxígeno y provoca la generación de esas bacterias. Por esta razón, cuando termina la temporada de lluvias, la tierra comienza a liberar el biogas y, en consecuencia, su mal olor. “Estamos pagando las consecuencias de haber construido la ciudad sobre un lago”, afirma. A principios de noviembre pasado, vecinos de distintas colonias de la ciudad se quejaron con las autoridades capitalinas por el mal olor y sabor del agua potable que salía de los grifos de sus casas. El Sacmex informó que esa situación se debió a una concentración de una sustancia llamada geosmina, generada por microalgas en el Sistema Cutzamala. Un problema similar se presentó en el 2012 y fue tratado desde las plantas potabilizadoras; se neutralizó con la aplicación de carbón activado. Los otros “culpables” Especialista en el estudio de los microorganismos del suelo, el maestro en Ciencias, Sergio Palacios Mayorga asegura que la extracción de agua del manto acuífero es otra causa del mal olor del agua y la tierra que se percibe en ciertas zonas de la ciudad. “Le hemos extraído tanta agua al subsuelo que se hunde y esto afecta al drenaje porque pierde pendiente, entonces el agua se estanca y genera bacterias”, detalla. Por si fuera poco, más de la mitad de tuberías del drenaje de la capital es viejo y de asbesto, material que no es flexible y que, a la larga, se fractura. Datos del propio Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) reportan que 42% del agua que llega a la ciudad de los sistemas Lerma y Cutzamala se pierde en fugas de la red hidráulica, que data de hace 60 años. El especialista recuerda que hace unos 25 años las autoridades capitalinas comenzaron a sustituir la red de drenaje con tubos de polietileno, material más flexible. Sin embargo, aún hay muchas zonas donde la tubería sigue siendo “vieja y rígida”. Peor aún, en el sistema de drenaje también se mezcla la basura y materia orgánica que la gente tira en la calle, incluidos desechos humanos y animales. Los desechos también se vierten en el subsuelo a causa de las fugas y provocan el mismo fenómeno de generación de bacterias y, por ende, el mal olor. El crecimiento sin control gubernamental de asentamientos urbanos en zonas altas y orillas de la Cuenca de México --como las delegaciones Magdalena Contreras, Tlapan, Cuajimalpa y Álvaro Obregón--, también contribuyen al mal olor de la ciudad, afirma el investigador del Instituto de Geología de la UNAM. Y es que, dice, los pobladores hacen sus propios canales de desechos y cuando las autoridades se ven obligadas a regularizar sus asentamientos, “les conectan la red de drenaje para desembocar en el centro de la ciudad, en vez de hacerlo en plantas de tratamiento residual”. Más: Al eliminar la zona de bosques, los pulmones de la ciudad, cuenta, se frena la captación de agua pluvial, se genera erosión de la tierra y lo único que baja es lodo que tapa el drenaje. Lo indispensable El microbiólogo Sergio Palacios Mayorga es creador y ejecutor del Proyecto BRISMA (Biotecnología Integral de los Residuos Sólidos Municipales y Agroindustriales), dirigido al manejo limpio y aprovechamiento de la basura en los municipios. Actualmente este proyecto lo aplica en una planta ubicada en Atotonilco, Hidalgo, y planea replicarla en Toluca, ya que en la delegación Xochimilco, en el DF, no recibió apoyo para desarrollarlo, según cuenta. Con esa experiencia y la autoridad adquirida por la investigación y publicación de múltiples artículos en revistas especializadas durante más de 35 años, el investigador enlista las medidas que, a su juicio, son urgentes de aplicar por parte del gobierno de Miguel Ángel Mancera. En primer lugar, asegura, se necesitan lanzar campañas “verdaderamente eficientes” para educar a la gente en el manejo de la basura, la elaboración de composta, además de la creación de centros de acopio. “Del papel, cartón, vidrio, latas, botellas de pet y más se puede obtener ganancia, pero la gente no lo hace. Hay que aplicar las tres R´s: reducir, reusar y reciclar. Literalmente estamos tirando el dinero a la basura”, alerta. El científico recuerda el programa de separación de residuos orgánicos e inorgánicos impulsado en la administración de Marcelo Ebrard. En un principio funcionó, asevera, pero la falta de aplicación de la ley lo tiró por la borda. Y sí, actualmente en las calles los camiones de la basura reciben los dos tipos de basura y la revuelven en la misma unidad. “El DF es la única entidad del país que tiene una Ley de Residuos Sólidos, pero no se aplica”, lamenta. En septiembre pasado, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) aprobó la modificación a dicha ley para elevar el monto de las multas por tirar basura en la calle. La sanción aprobada podría elevarse hasta 13 mil 458 pesos o arresto de 13 a 24 horas para quienes depositen en la vía pública basura, desechos tóxicos, cadáveres de animales y otros residuos sólidos. Antes de la reforma, las multas llegaban hasta los 10 mil 200 pesos. Según Sergio Palacios Mayorga, el gobierno capitalino debe poner mano dura en la aplicación de las leyes ambientales porque “sí las hay, pero no se aplican por la corrupción”. Además, continúa, se debe seguir con la modernización permanente de la red de drenaje para eliminar las fugas, así como generar infraestructura para aprovechar el agua de lluvia, con sistemas potabilizadores “que no son caros y que podrían aliviar la insuficiencia del líquido en varias zonas de la ciudad”. El investigador del Departamento de Edafología del Instituto de Geología de la UNAM es claro: “Mientras las autoridades no gobiernen como se debe, el destino de la Cuenca de México seguirá negro”.

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