"Dificultoso legado"

martes, 27 de enero de 2015 · 19:26
MÉXICO, D.F. (apro).- ¡Ser o no ser, he ahí la cuestión! Esa es la gran y grave dificultad que servidor, padre de todo linaje humano, ha dejado en herencia a todos los descendientes sobre la tierra, por lo que es lógico que, cuando piensan y se tienen que mover en los quehaceres del vivir, se preguntaren: ¿Qué es más noble o más recomendable para la humana criatura, obedecer los sibilinos mandamientos de nuestro común Creador o rebelarse y enfrentarlos al ceder al poderoso y determinante influjo de las humanas necesidades del cuerpo, de la carne?... ¡Obedecer, rebelarse!... la decisión nunca ha sido fácil… por lo que la pregunta no es ociosa, estimados lectores de la presente, ya que por un lado tenemos que el Creador nos ha dado el libre albedrío… y por otro se nos dio igualmente un severo código de conducta que estamos obligados a seguir si es que queremos ganar y gozar el reino de los cielos… Y ahí está lo sibilino, esto es, lo oscuro, lo misterioso del asunto, del hecho en sí, pues esas donaciones del Creador encierran en sí una contradicción difícil de aclarar… de imposible reconciliación… al menos para la mayoría a los que el Creador no les ha concedido la gracia divina de la fe, que es el creer en lo que no se ha visto o en lo que no se entiende y por lo tanto no se comprenden. Sabido es que el libre albedrío es la facultad de poder elegir cosa u otra, el hacer esto, lo otro o lo de más allá; es esa capacidad de decidir sino o a pesar de la coacción y que se basa más bien en el razonar, más que ser una respuesta automática, instintiva a los estímulos externos… A esa capacidad o facultad se debe el hecho de que real y verdaderamente podamos ser uno mismo, distinto a tantos otros, por la diferencia en lo que se piensa, se hace y se deja de hacer… eso es lo que da personalidad… una individualidad consciente; lo que nos da un carácter, un modo de ser peculiar y privativo de cada persona… con lo que se muestra, demuestra y confirma, sí, la libertad de la humana criatura. Lindo cuadro lo anterior, ¿no?... ¡más cuidado!... no olvidemos que al mismo tiempo el Creador ha dado al género humano un estricto código de conducta cuyas reglas hay que cumplir rigurosamente en la vida sino se quiere caer en el pecado, es decir, en la transgresión de las leyes o preceptos religiosos que se nos han dado a la humana criatura. El no cumplir con esas leyes constituye una violación a la voluntad del Creador, que quiere amorosamente ser amado y obedecido; es un pecado, una ofensa al amor paternal de Dios, pues, como dijo San Pablo: el pecado expresa la equivocada autoafirmación del hombre y su soberbia desobediente frente a Dios… pero puede pasar… ¡Y pasa no pocas veces! Que ese cumplir rigurosamente con el severo código de conducta que estamos obligados a llevar a efecto, el no rebelarse contra el mismo, significa renunciar al derecho de decidir sin o a pesar de la coacción, al razonar y, por lo tanto, al hecho de ser real y verdaderamente uno mismo, a perseguir y alcanzar un modo peculiar de ser … todo lo cual puede muy bien convertir al humano en un sujeto débil, incapaz de decidir por sí mismo y a dejarse dirigir por otro… a ser un autómata, por no ser plenamente voluntario en sus acciones… a convertirse en un robot, en un siervo o criado programado para actuar en forma determinada… O bien en un ser pusilánime que renunciando a su libre albedrío, hace las cosas como se le dice… por miedo al castigo que puede recibir si no obedece, si no hace las cosas como se le ordena y manda… y en este caso, en el religioso, el castigo no es “moco de pavo”, como vulgarmente se dice, pues se trata de una eternidad de horrorosos tormentos en los infiernos… y el miedo, no lo olviden y téngalo siempre en cuenta, es de los elementos que de manera determinante influyen en los pensares, decires y quehaceres del género humano… y “no anda en burro”, como sentencia el dicho popular. Atribulada descendencia: espera servidor que lo tratado en la presente de alguna manera les sirva para aclarar y explicarse el por qué, en esos sus días de vivos, estén tan fregados y confusos… pues lo expuesto en ella, si bien está limitado al terreno religioso, también es aplicable… con sus diferencias por supuesto… a todo campo en el que se dan relaciones de poder: familia, trabajo, la política, la economía, etcétera. Si no me creen, están en su derecho… pero les recomendaría que antes analizaran sus problemas y después me dicen si es o no es así. Afectuosamente de ustedes y con mis mejores deseos.   EL PADRE ADÁN

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