Las Patronas cumplen 20 años de alimentar a los migrantes

sábado, 14 de febrero de 2015 · 20:34
AMATLÁN, Ver. (proceso.com.mx).- “Ahí viene un tren”, alertó una de Las Patronas al escuchar el ruido estridente de las vibraciones en los carriles de hierro. Una treintena de personas se desplazó hacia la orilla de las vías y dejó pasar a la rutilante máquina, sus ruedas oxidadas soportando los enormes vagones, marcados en Chicago que continuó su ruta hacia el norte, transportando puro cargamento inerte. Encima del tren, también conocido como La Bestia, no había nadie. “A veces el tren no lleva ningún migrante, y al día siguiente está lleno, viene cuando quiere y cómo quiere”, comentó doña Norma, una de las mujeres que desde hace 20 años suelen correr hacia las vías al escuchar la silba del tren y aventar comida y agua a los migrantes sentados sobre su lomo, rumbo al sueño americano. Precisamente para celebrar estas dos décadas de ayuda a los migrantes, convergió hoy en el pueblo veracruzano de La Patrona -especializado en el corte y la destilación de caña de azucar- una caravana heteróclita de activistas, académicos y de sacerdotes. El director del programa de Asuntos Migratorios de la Universidad Iberoamericana, Javier Urbano, aprovechó esta ocasión para anunciar la candidatura oficial de Las Patronas al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, en España. A través de esta campaña, Urbano busca demostrar al mundo que México también puede trascender las malas noticias y convertirse en un ejemplo. “Si bien la política migratoria es mala, Las Patronas demuestran que existe otro lado del fenómeno migratorio, que hay gente buena, la cual llenó los espacios que el Estado dejó vacíos por no querer extranjeros”, dijo en entrevista. Y afirmó que la candidatura de Las Patronas al premio representa un carácter especial en el contexto de xenofobia que predomina en muchos países. Misa crítica En las orillas de las vías del tren, el obispo de Saltillo, Raúl Vera, ofició una misa en honor a Las Patronas durante la cual criticó duramente la política migratoria, las desigualdades económicas y el tráfico de migrantes. “Esta tragedia humana tiene rostros y nombres, durante muchos años en México lo vimos desde lejos y aún hoy la xenofobia sigue afectando a los migrantes”, alertó. Tras quitarse su sotana blanca, Vera aseveró en entrevista que la militarización de la frontera sur de México provoca que los migrantes se aventuren por rutas más peligrosas, como viajar amontonados en pequeñas lanchas de pescadores y así evitar la ruta terrestre de Chiapas, plagada de retenes. Detrás de sus anteojos oscuros y calzando sus botas rancheras, el padre Prisciliano, quien dirige un albergue de migrantes en Sonora, afirmó en entrevista que la Iglesia entró al tema migratorio ante la realidad con la que se enfrentó y por el “compromiso cristiano”, pero negó que esa institución religiosa adopte una actitud paternalista. Explicó, con su acento norteño, que el Estado considera a los migrantes como un estorbo, mientras que Las Patronas -a quienes llama las chingonas- les ofrecen a ellos ayuda y servicio sin pedir nada a cambio.

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