¿Paradojas o realidades?

lunes, 30 de marzo de 2015 · 22:43
MÉXICO, D.F. (apro).- Estimado lector, su servidor es de la opinión que no está equivocado el pensar que dice: “quizás la Tierra sea el Infierno de otros mundos”. Aventurada frase que, si mal no recuerdo, es de la autoría del escritor inglés Aldous Huxley. Su servidor considera que es la que mejor explica la fiera brutalidad, la insensible crueldad y sangrientos crímenes de ese “cuadro de horrores, maldades y desgracias que es la historia del género humano”, según el estudioso de la misma, también inglés, E. Gibbon. ¿Pensamientos disparatados, pensares extraños e incluso opuestos a la común opinión y sentir de la mayoría de los humanos? Puede que así sea, lo malo es que los tercos hechos los avalan y confirman, como puede comprobar cualquiera que quiera conocer o conozca el andar del hombre por ese su ser en el tiempo que es la historia… y eso, desafortunadamente, no ocurre en el pasado conocido únicamente, sino que también los tercos hechos actuales siguen avalando y demostrando que lo mismo acontece en la globalidad en la que vivimos, lo que da la razón a los que piensan y dicen que la globalidad en la que nos movemos y nos mueven es un paradigma o modelo ya en crisis, corrupto y corruptor y, por lo tanto, en decadencia; decadencia que ha hecho que la Tierra sea el Infierno, según idea de Huxley y que muchos creen en estos días. ¿Esto es realidad porque el Diablo tienta y malea al humano? Puede, pero esa es una razón entre tantas otras. Veamos algunas. Como bien se sabe, según la teología cristiana (doctrina conformada en gran medida del paradigma de la globalidad en que respiramos), y lo afirma uno de los padres más importantes de la iglesia, el africano San Agustín, este mundo –la Tierra– fue entregado al Diablo, hecho real confirmado por la misma palabra de Dios, como lo muestra y demuestra el Apocalipsis de San Juan, en el que se afirma claramente que el dragón, o sea el Diablo, fue precipitado sobre la Tierra, por lo que más de uno se ha preguntado si es lícito, según tan sagrado texto, identificar a la Tierra, ese planeta donde el Diablo es príncipe, con el Infierno, a lo que hay que añadir es que no han faltado ni faltan los que, siguiendo esa línea de pensamiento, se preguntaron y se preguntan si los humanos, también considerados ángeles caídos por otros, no serán igualmente diablos, es decir, encarnaciones del mal, creencia reforzada por la suposición, también cristiana, de que si todo ha sido creado por Dios, la materia no puede contener esa esencial negatividad, el mal, sino que éste procede únicamente de la pecadora naturaleza humana, idea de la que San Agustín es el más firme y denodado campeón. Estimado lector, de usted es el juicio de si todo lo hasta aquí expuesto apoya o no la aventurada frase de A. Huxley. Más allá de doctrinas y dogmas religiosos, no han faltado ni faltan filósofos y otros estudiosos del tema que también han creído y creen en la maldad congénita de la humana criatura. Recordemos a algunos: a T. Hobbes, con su afirmación de que el hombre es tan malo, que es el propio lobo del hombre; el mal es el único problema importante y es producido por la voluntad humana, según A. Schopenhauer; en Kierkegaard, el mal es reconocido como constitutivo de la existencia humana; Freud, por su parte, resaltó y dio gran importancia al instinto destructivo del hombre hacia sí mismo y hacia los demás; en el existencialismo, encontramos que el mal es insuperable en la condición humana. Lo expuesto hasta aquí, estimado lector, ha dado pie para que no pocos hayan pensado y piensen que “El Diablo no existe. El Diablo es una invención de nuestra razón maligna. Lo han inventado los hombres para justificar sus torpezas y también en interés de Dios para no agraviarle. No existe más que Dios y el hombre, y nadie más. Todo lo que se parece al Diablo –por ejemplo Caín, Judas, el zar Iván el Terrible– es siempre invención de los hombres y es inventado para endosar a una sola persona los pecados y malas acciones de la humanidad. Créeme. Nosotros, que somos unos trapaceros (engañadores), teníamos la necesidad de simular e imaginar algo que fuese peor que nosotros, como el Diablo”, como dijo Stefan Ilich, personaje de un cuento de Máximo Gorki. Lo expuesto en la presente son argumentos en defensa y para dar por buena la aventurada, atrevida frase de A. Huxley. De usted, estimado lector, es el veredicto de si son válidos o no. Sin más por el momento, su seguro servidor. EL ABOGADO DEL DIABLO

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