Juzgarán al asesino de Víctor Jara

viernes, 17 de abril de 2015 · 14:24
MÉXICO, D.F., (apro).- Parece que por fin al cantor chileno Víctor Jara, torturado y ejecutado en 1973 se le hará justicia: una corte legal del distrito de Orlando, Florida, acordó ayer enjuiciar al exmilitar Pedro Barrientos y aceptar la demanda presentada por la sueca Joan Jara y Amanda Jara, esposa e hija del cantautor respectivamente, según informaron fuentes judiciales norteamericanas. No obstante, el que el tribunal haya rechazado enjuiciar a Barrientos por “crímenes de lesa humanidad” ha sido una determinación repudiada a través de las redes sociales, a la vez que algunos chilenos manifestaron su inconformidad de que los Estados Unidos se den el lujo de extraditar a criminales de América Latina y ese país se niegue a entregarlos para que sean juzgados por las naciones en donde cometieron sus ilícitos. El gobierno chileno solicitó en 2012 al de EU la extradición de Barrientos, y el Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior se ha constituido como parte querellante en el caso. De los organismos a cargo de la demanda, el Center for Justice and Accountability (CJA) aplaudió la decisión adoptada por el tribunal, aunque calificó como “decepcionante” que hayan sido excluidos los crímenes contra la humanidad. “El asesinato de Víctor Jara y miles de crímenes cometidos bajo el régimen de Pinochet deberían ser llamados como lo que son, un crimen de lesa humanidad”, declaró Almudena Bernabeu, abogada del CJA. “La familia Jara está un paso más cerca de obtener su día (de justicia) en la corte”, expresó el CJA, que presentó la demanda en 2013 junto a los familiares del cantautor y actor, quien se hizo famoso por sus canciones en apoyo al régimen democrático del doctor Salvador Allende y su partido Unidad Popular. A Jara lo asesinaron cinco días después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, tras ser torturado y humillado durante varios días en el Estadio Chile de la capital en Santiago, donde quedó prisionero junto a centenares de partidarios del derrocado presidente Allende. Barrientos, teniente retirado del Ejército chileno y ciudadano estadounidense, había solicitado en marzo pasado desestimar esta denuncia por considerarla fuera de “jurisdicción”. Con residencia en Deltona, al norte de Florida, al veterano militar se le acusó en Estados Unidos de “tortura y asesinato” de Víctor Jara durante la “detención masiva de miles de intelectuales y líderes políticos”. El crimen a Víctor Jara fue recreado por su mujer sueca Joan Jara recordó en su libro Víctor. An Unfinished Song (Un canto trunco): Víctor fue reconocido por uno de los suboficiales. “Tú eres ese maldito cantante, ¿no?”, dijo, al tiempo que lo golpeaba en la cabeza, lo derribaba y le pateaba el vientre y las costillas. Enseguida, algunos fragmentos del volumen de Joan Jara donde narra los primeros momentos de la captura de Víctor por los militares. Canción inacabada (…) Luego, en la sala de profesores del antiguo edificio de la Escuela de Artes y Oficios, Víctor trató de dormir un poco…. Rumbo al Estadio Chile, a unas seis cuadras de distancia, fue sometido a insultos, patadas y golpes en el camino. Cuando estaban haciendo fila fuera del estadio Víctor fue reconocido por uno de los suboficiales. “Usted es ese maldito cantante, ¿no?” y golpeó a Víctor en la cabeza, derribándolo, para luego darle patadas en el estómago y costillas. Víctor fue separado de los demás, ya que entraron en el edificio y se le colocó en una galería especial, reservada para los presos ‘peligrosos’ o ‘importantes’. Sus amigos que lo vieron de lejos, recuerdan la amplia sonrisa que brilló en ellos pese a todo el horror que estaban presenciando, de la cara ensangrentada y una herida en la cabeza. Más tarde lo vieron acurrucarse en algunos asientos, con las manos metidas debajo de sus axilas por el frío penetrante. En algún momento de la mañana siguiente, Víctor evidentemente decidió tratar de salir de su posición aislada y unirse a los otros presos… Como Víctor empujó la puerta giratoria para salir al pasillo, casi chocó con un oficial del ejército que parecía ser el segundo al mando del Estadio. Él había estado gritando muy ocupado por el micrófono, dando órdenes, gritando amenazas. Era alto, rubio y bien parecido y, obviamente, estaba disfrutando el papel por la forma como se pavoneaba. Algunos de los prisioneros ya le habían apodado Príncipe. Cuando Víctor se encontró cara a cara con él, le sonrió sarcásticamente. Imitando tocar una guitarra, el oficial se rio… Víctor se mantuvo en calma e hizo un gesto en respuesta, pero entonces el tipo le gritó: “¿Qué está haciendo este bastardo aquí?” Más tarde, Víctor fue trasladado al sótano, allí donde tantas veces se había preparado para cantar, pero ahora estaba tumbado, cubierto de sangre, en un piso con orina y los excrementos desbordantes del inodoro… Apenas podía caminar, su cabeza y su cara estaban ensangrentadas y magulladas, una de sus costillas parecían no estar en su sitio y él padecía de dolor por las patadas que le dieron en el estómago. (…) Ahora estas visiones se confundieron con la tortura y la sonrisa sádica del Príncipe. Pero incluso entonces, Víctor todavía tenía esperanza en el futuro, la confianza que la gente era más fuerte, al final, que las bombas y ametralladoras. Y cuando llegó a los últimos versos, ya tenía la música dentro de él: ¿Qué tan difícil es cantar, cuando tengo que cantar de horror?

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