"Queja... ¿justificada?"
MÉXICO, D.F. (apro).- Al inicio de un nuevo siglo, el XX, ya se estaba perfilando la muerte de una época y afirmándose un nuevo modelo para el mundo, o paradigma, como dicen en ese su tiempo, estimado lector de la presente.
En el año de 1905 se dan varios hechos que lo confirman: Albert Einstein publica la teoría restringida de la relatividad, la que con un sistema de ecuaciones creó una nueva manera de concebir e interpretar los conceptos de espacio, tiempo, materia y energía.
En Rusia a consecuencias de su derrota ante Japón se dan una serie de huelgas en todo el país y de luchas callejeras en Moscú, que preludian la posterior eliminación del zarismo y la emergencia de una utopía que fracasa, la URSS, supuesta patria común de toda la clase proletaria, y en Francia se da la separación de la Iglesia y el Estado y, en ese mismo año de 1905, por fin, entra en la vida pública con la acogida entusiasta de las masas, servidor, que, según mi genitora, ha sido concebido mientras esperaba en el metro de Londres.
Nací no en ese mismo año, sino en 1902 y como hijo de baronesa, igualmente era aristócrata, pero eso de manera alguna, en un principio, me significó ventaja, pues la autora de mis días tuvo que ir llamando no a una ni a dos sino hasta 12 puertas para ver si me acogían… y no lo consiguió; por lo que ella misma, decidió presentarme en público en 1903, en un teatro, donde fui recibido, reconocido y adoptado con un entusiasmo arrollador por los espectadores.
Ese hecho dio fin a los recelos de los que anteriormente me habían rechazado, y así fue, por fin, que se me presentó al mundo con gran éxito del público. En tal medida, que hasta pasé después al cine, a la radio e incluso a la televisión… pero todo eso ha quedado atrás, aunque he servido de modelo a otros personajes, tanto de la literatura, como del cómic, donde los protagonistas llevan una doble vida, una común y otra secreta, con lo que se dedican a salvar a los buenos de los malos; ejemplos como el Zorro, Superman o el Hombre Araña, por citar algunos.
La verdad, insisto, es que en estos sus días, amable lector, mi figura se ha vuelto casi invisible, pues poco o nada se me recuerda, y eso, lo admito, me duele, sobre todo, siendo como soy, un héroe generoso, que arriesga su vida por salvar la de otros; me duele que personas por años me hayan estado infamando, despojándome de la fama y la reputación ganada a pulso, diciendo que servidor es un contrarrevolucionario, esto es, un sujeto enemigo declarado del progreso, así como del bienestar de todo prójimo, cuando lo único que hago, una y otra vez, es salvar de la guillotina revolucionaria a inocentes aristócratas franceses.
Debo confesar que algo que me consuela es que últimamente se me esté restituyendo parte de la popularidad y fama que disfruté hace décadas, lo que se debe sobre todo a los avances y a la afirmación de las ideas del final de las ideologías y su semejante, la del final de la historia que, de una u otra manera han ido despojando de su dorado y brillante prestigio a la palabra UTOPÍA... a los sueños de cambiar al mundo para bien de toda criatura humana... estableciendo firmemente, ambas teorías, lo peligrosa que puede llegar a ser la utopía, pues encierra en sí, las semillas del totalitarismo... como lo han demostrado los hechos....
Y ese peligro de que termine en dictaduras se debe mayormente a su tendencia al colectivismo, que es un obstáculo que puede llegar al rechazo y persecución del individualismo, todo ello consecuencia de su empeño de hacer iguales a los humanos y por prestar poca o ninguna atención a que los seres humanos, por naturaleza, no son iguales... que por naturaleza son más bien únicos...
Es ese empeño en la igualdad y no tanto en la libertad (que fomenta, impulsa y defiende al individualismo, pilar de la globalidad en la que viven), lo que ha ido desprestigiando a las utopías... y con ello a la revolución… y señaladamente a las revoluciones que se consideran y proclaman en su encarnación la instauración de utopías... entre ellas la Revolución Francesa... y otras más... con lo que el concepto de contrarrevolucionario ha ido perdiendo su signo negativo... lo que está favoreciendo a su servidor... aunque no en la medida de la entusiasta popularidad de que gozó cuando apareció hace 110 años... pero algo es algo, dijo el diablo y se llevó a un obispo.
Admito que a servidor le halaga que vuelvan a ocuparse de su persona... mas confieso que echo de menos, es más, me enferma de nostalgia la entusiasta y arrolladora popularidad que por décadas disfruté a raíz de mi aparición en público hace 110 años.
Con mi felicitación por la libertad e individualismo de que gozan en la globalidad en que viven, queda a sus órdenes, amable lector de la presente.
LA PIMPINELA ESCARLATA