Blatter: las mil caras de la mafia

sábado, 25 de julio de 2015 · 10:23
La lista de delitos por los cuales se señala a Joseph Blatter, presidente de la FIFA, es digna de un capo de la Cosa Nostra. El periodista Thomas Kistner investigó las prácticas mafiosas del suizo y halló datos que lo vinculan con sobornos, evasión fiscal, lavado de dinero, chantajes y espionaje, entre otras muchas irregularidades. En su libro FIFA Mafia, Kistner también menciona a algunos de los mexicanos que han vivido de la corrupción imperante en la mayor organización deportiva del planeta. Entre ellos destacan los hermanos Byrom y sus negocios turbios durante los mundiales. MÉXICO, D.F. (Proceso).- El aura mafiosa de Joseph Blatter sigue creciendo. En su gestión, el suizo consolidó a la FIFA como una organización con amplias prácticas criminales, de acuerdo con el investigador y periodista alemán Thomas Kistner. La historia negra de Blatter –quien no rinde cuentas ante nadie y cuyo sueldo sigue siendo uno de los secretos más celosamente guardados– incluye presunto lavado de dinero, sobornos, corrupción, evasión fiscal, negocios turbios, malversación de fondos, empresas fantasmas, pagos de “comisiones”, chantajes, espionaje, irregularidades en los procesos de elección en las sedes mundialistas (incluidas Rusia 2018 y Qatar 2022), favoritismo, manipulación de documentos, tráfico de información y explotación de los derechos de televisión bajo métodos poco convincentes, entre otros. La costumbre de forrarse de dólares a costa del deporte más popular del mundo ya existía desde hace décadas en la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), relata Kistner en su libro FIFA Mafia, en el que reseña la historia criminal de la organización deportiva más grande del mundo y que presentó el jueves 9 en Madrid. En México este ejemplar de Roca Editoral ya circula en el mercado negro al menos desde hace cuatro semanas. Kistner advierte que detrás de las investigaciones en el mundo del futbol se esconde algo más. El caso Chuck Blazer es un ejemplo, asevera. Esta indagatoria gira alrededor de los negocios entre la Confederación de América del Norte, Centro y Caribe de Futbol (Concacaf, con sede en Estados Unidos) y las sociedades offshore (ubicadas en paraísos fiscales) de los entonces hombres fuertes de la FIFA en el Caribe (Jack Warner y Blazer, presidente y secretario general, en ese orden). El autor también aborda con precisión las tramas y negocios de Jack Warner y Jeffrey Webb, que presidieron la Concacaf. La turbiedad de los derechos Uno de los casos mejor documentados involucra a Horst Dassler, hijo de Adi Dassler, fundador de la transnacional Adidas, en actos de corrupción. Horst se asoció con el gigante publicitario japonés Dentsu, que puso 49% de las acciones en una sociedad que lleva por nombre International Sport and Leisure (ISL). “De ahí en adelante, Dassler negociará con la FIFA de Joao Havelange (quien presidió el organismo hasta 1998) y el Comité Olímpico Internacional (COI) de (Juan Antonio) Samaranch para adquirir derechos de comercialización, regularmente sin competencia. Un ejemplo: ISL adquirió los derechos del Mundial México 86 en 45 millones de francos. Al final, facturó 200 millones de dólares. “Para conseguir los derechos a buen precio la ISL tiene que sobornar a directivos del deporte de un radio enorme: a los de la FIFA, a los del COI y a los de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF)”, apunta Kistner. El 9 de marzo de 2008, el juez de lo criminal Marc Siegwart, del paraíso fiscal de Zug, Suiza, lanzó una bomba durante el proceso legal contra el llamado “hombre del maletín” de ISL, Jean Marie Weber: sólo entre 1989 y 2001 la ISL había gastado 156 millones de francos en sobornar a las federaciones deportivas. El proceso desató un escándalo público, indica el periodista: “Los sobornos se pagan casi como si fueran salarios. Cada dos meses se realizaban transferencias”. Blatter –quien a decir de Kistner “fue instruido” en el cuartel general de Adidas, donde conoció a Weber– también fue imputado en el juicio de Zug, pero la acusación no pasó a mayores. Con motivo de la bancarrota de ISL, se calcula que la FIFA perdió alrededor de 291 millones de francos, lo que significó la mayor crisis financiera del organismo. Blatter fue electo presidente el 8 de junio de 1998, en sustitución de Havelange. “En la noche previa a las elecciones, que habían llevado meses de preparación, se reparten sobres gordos en el hotel Méridien, donde se aloja la delegación africana. Blatter se impuso en la votación del día siguiente por 111 votos por 80 del sueco Lennart Johansson. (…) Para cada uno de los presentes está claro que los votos han sido comprados. El autor de este libro estuvo allí y vio cómo esa noche, luego de las elecciones, el representante de Camerún, Issa Hayatou, y varios representantes de federaciones africanas se disculpaban con Johansson por el vergonzoso comportamiento de sus colegas. Incluso un delegado africano olvidó el sobre lleno de dinero en el hotel”. A la vista de la evidencia, todo indica que la gente equivocada gobierna en el futbol. Y el deporte ya sufrió daños considerables. Por lo pronto, esta disciplina perdió un símbolo –el logotipo de la FIFA con los dos hemisferios planetarios– a causa de un pleito legal que la asociación sostuvo con uno de sus patrocinadores, MasterCard. “Y nadie lo ha notado”, alerta Kistner. En su libro, el investigador se interna en los enredos de los más altos dirigentes de la FIFA desde los tiempos de Havelange y su yerno Ricardo Texeira; el expresidente de la Asociación de Futbol Argentino (AFA), Julio Grondona, ya fallecido, y el expresidente de la Conmebol, Nicolás Leoz. “Con Blatter el término FIFA se ha convertido en sinónimo de corrupción”, afirma el escritor en relación con los 39 años que el suizo lleva en el organismo, primero como secretario general y ahora como presidente. Durante ese tiempo “la FIFA se ha convertido en un instrumento privado. Blatter dicta las reglas. Él es el rey. Por eso el futbol tiene que depositar las esperanzas en el FBI y otros organismos de investigación.” Suciedad con pasaporte mexicano El periodista retrata los oscuros negocios de los hermanos mexicanos Jaime y Enrique Byrom Aparicio, “quienes integran el núcleo familiar empresarial de la FIFA”. Desde el Mundial México 86, los Byrom controlan buena parte de la venta de entradas a los estadios, la renta de las habitaciones de los hoteles e incluso la distribución de los boletos en el mercado negro. “Jaime y Enrique Byrom, aliados del anterior amo de la FIFA, Joao Havelange, ya tenían permisos para vender entradas en su país en el Mundial de 1986. Su empresa, con sede en Manchester, controlaba desde hace mucho tiempo la mayor parte de negocios de las entradas y los hoteles para la FIFA. “La razón por la que los Byrom, a pesar de los sucesivos escándalos que provocan, pueden seguir controlando este sector clave es algo que tiene explicación desde el punto de vista económico y que, sin embargo, no está muy claro”, expone Kistner. Los Byrom dirigen la empresa Match AG. A inicios de la década, en Sudáfrica, la FIFA volvió a otorgar a Match los derechos de programas de Hospitalidad (380 mil entradas para el Mundial, alojamiento, comida y bebida) en un paquete que abarca los mundiales de 2010 y 2014, y el Mundial femenil de 2011, en Alemania. Entre los socios de los Byrom figura la compañía suiza Infront Sports & Media –responsable de la comercialización de los derechos de transmisión de los mundiales–, cuyo director, Philippe Blatter, es sobrino y ahijado del presidente del organismo. La empresa Dentsu es otro accionista. “A comienzos de 2010, este entramado en el nivel más alto del futbol provocó la movilización de las bases: las asociaciones de aficionados británicos exigieron públicamente la renuncia de Blatter, debido a los negocios jugosos que adjudica a su sobrino… Match es la empresa que amasa una fortuna cuando se agotan las entradas. Y es Blatter quien da el visto bueno para hacer este negocio con la maraña empresarial de Philippe. “Sin embargo, la FIFA rechaza la acusación de favoritismo: ‘Los derechos fueron ofrecidos en licitación y se vendieron al mejor postor’. Una vez más nadie se enteró de quiénes se habrían presentado a la licitación”, detalla Kistner. “Como respuesta, la FIFA se limitó a enviar un material de información sobre Match AG, bajo el siguiente título: ‘Delimitación entre Match Services y Match Hospitalidad’. La solicitud de responder a la pregunta sobre el negocio con Match no es atendida. ¿Qué evaluación se puede hacer cuando la sospecha de favoritismo entre dos familiares es tan palpable? En este caso, los temas de conversación entre tío y sobrino no son un asunto privado, sobre todo porque a esto se añade una conexión oscura con los que dirigen Match, los Byrom, que por otra parte están íntimamente ligados con el directivo Jack Warner”, explica el periodista. “Después del escándalo de las entradas de 1998, cuando la filial francesa de la ISL vendió secretamente boletos que en principio eran para regalar a los grandes clientes (hubo tres detenciones durante el Mundial), la FIFA adjudica por primera vez la venta a una empresa. De aquí en adelante, los hermanos Byrom entran de lleno en el negocio.” Para 2001 se les adjudicó a los hermanos la venta de entradas del Mundial Corea/Japón 2002. “La decisión de poner el negocio en manos de una sola empresa hizo reaccionar a los demás licitadores. Se criticó que la empresa familiar de los mexicanos contaba con una plantilla de 10 empleados fijos que tenían a tiempo parcial y que carecía tanto de una estructura organizada como de experiencia. De hecho, la venta fue un desastre: cientos de miles de entradas se imprimieron con retraso y había huecos enormes en las tribunas. ‘¿Dónde están las entradas?’, se podía leer en una enorme pancarta en el estadio de Saitama. “Los medios japoneses también señalan a los Byrom como ‘ladrones’. Se dice que no entregaron las entradas disponibles para Japón porque no se les pagó la comisión que exigían. El comité organizador japonés (JaWOC) considera presentar una reclamación de indemnización. ¿Qué hace la FIFA? Pide explicaciones a todo el mundo, menos a los Byrom.” Kistner continúa: “Un informe encargado por la FIFA después del Mundial sobre la venta de entradas resulta sumamente desfavorecedor para los Byrom. Los hermanos avisan a sus amigos en la FIFA y el informe no se publica. De inmediato se procede a la elaboración de otro informe que mejora claramente su imagen. Ya purificados, los hermanos mexicanos vuelven a estar presentes en Alemania 2006. El resultado es un problema tras otro. (…) El mercado negro ha vuelto a funcionar.” Para Sudáfrica 2010 –relata el periodista– los hermanos se proponen vender 3 millones de entradas. Ciudad del Cabo espera a medio millón de visitantes. “Match paraliza la economía interna con una brutal política de precios elevados. Las compañías áreas, las agencias de viajes, los hoteles, todo está sometido al dictado de la agencia.” Del medio millón de visitantes que se esperaban, sólo llegó un tercio. A los contribuyentes de Sudáfrica esta fiesta les costó 5 mil millones de dólares, y la FIFA se llevó casi la misma cantidad. Después de ese Mundial, la situación se vuelve tensa. “En Sudáfrica se hicieron muchas cosas de manera clandestina. El periódico noruego Dagbladet informa que un empleado de Match supuestamente vendió a traficantes los datos personales de cientos de miles de compradores de entradas del Mundial 2006 para el Mundial 2010. “Los datos resultan tan lucrativos que se vendieron a un valor de entre 1 y 2.5 euros por nombre (se calculan unos 250 mil archivos vendidos). Entre los nombres y las víctimas figuran muchos famosos.” Kistner se cuestiona: “¿Y la voluntad de esclarecimiento de la FIFA? A Match no se le toca. Pese a todos los escándalos se le sigue entregando a Match la parte más jugosa del negocio de las entradas, también en el Mundial de 2014, en Brasil”. El periodista descubre en su libro que el sobrino Philippe tiene una participación de 5% en el negocio de Match, “pero él, además, cuenta con un negocio gordo con la FIFA del tío Sepp: Infront consigue los derechos de transmisión para televisión, radio e internet de los Mundiales 2018 y 2022 en 26 países del continente asiático, entre ellos China, Tailandia e Indonesia”. Jack Warner, amigo de los Byrom, también enfrenta problemas en Sudáfrica. A través de la Federación Caribeña de Futbol (CFU) supuestamente encargó a la FIFA cientos de entradas para el Mundial. “La factura se envía a través de un intermediario a una agencia noruega que opera en el mercado negro. El negocio fracasa y el CFU y Warner se quedan con facturas pendientes. En varios correos electrónicos la CFU expresa su preocupación a algunos ejecutivos de la FIFA ante esa situación vergonzosa. “Los negocios de Warner con los derechos de televisión en el Caribe son otro caso grotesco. A través de la firma JD International (propiedad de él y de su hijo Darryan), Warner vende los derechos para los Mundiales de 2002 y 2006 por 4 millones de dólares a CFU, que él mismo dirige. En 2007, JD vende los derechos para otros dos torneos, un negocio estimado en unos 20 millones de dólares. “A finales de diciembre de 2011, Warner ya ni siquiera niega sus raras maniobras. En una declaración confiesa que Blatter le adjudicó siempre los derechos para el Caribe en agradecimiento a su apoyo y al servicio en las campañas electorales”. Kistner precisa que en el año 2000 la FIFA reconoció que concedió a Warner los derechos de televisión para el Mundial de Francia 98 “por un dólar”. En el momento en que Kistner escribe FIFA Mafia hay investigaciones abiertas contra importantes miembros de la FIFA, tras el duro golpe que el Departamento de Justicia de Estados Unidos y el FBI asestó al organismo en mayo pasado contra sus altos directivos.

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