El futuro de los niños también es el nuestro

sábado, 25 de julio de 2015 · 19:21
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Casi por definición, los artistas que dedican su vida a la música de concierto se inventan un mundo propio donde falta el espacio para pensar en otra cosa que no sea ellos mismos. Su universo es el de la abstracción y todo aquello que los aleje del cultivo de sus talentos se veta o, simplemente, se ignora. De ahí que los divismos y la egolatría sean síndromes recurrentes del músico profesional, empero, existen seres humanos con capacidades fuera de lo común quienes, además de consagrarse a su labor creativa, encuentran el tiempo para ocuparse del prójimo. Uno de estos seres excepcionales es la cantante mexicana, pedagoga y adalid de los derechos humanos Ericka Bañuelos. Saber más de su trayectoria artística y, sobre todo, de sus cruzadas existenciales era obligatorio. En tu formación musical destacan estudios de musicología, de dirección de orquesta, y de composición, en otras palabras, perteneces al restringido grupo de cantantes que entiende lo que canta y que no lo hace apelando a una “disposición” natural que lo exime de la solidez del trabajo; háblanos del despertar de tu vocación… Me acerqué a la música a través de la guitarra. Un día, el tío que me enseñaba me escuchó tararear y dijo que “era muy afinada”; a partir de ahí decidí que lo que más quería era cantar. Estudié en el Instituto Cardenal Miranda. Cuando ingresé iba con la idea de cursar la licenciatura en canto pero, por estímulo del Padre Xavier González, director del Instituto, me inscribí en las materias que citaste. También estudié composición en aras de comprender más en profundidad la música. Después de titularme, el padre Xavier le mandó a Pavarotti un video mío para ver si me tomaba como alumna; semanas más tarde supe que me había aceptado. El problema era que en casa no contaba con ningún tipo de apoyo. Por tanto, después de buscar ayuda en instituciones y no encontrarla mandé una carta explicando la situación. Me respondieron que si no podía asistir era factible audicionar para Montserrat Caballé. Sopesé las posibilidades y con un colega creé una Fundación. Varios empresarios de la comunidad de la Iglesia de la Santa Cruz me escucharon cantar, y gracias a su intercesión logré irme a Barcelona para estudiar con ella. Tu labor en pro de la niñez comenzó desde muy tierna edad y una prematura cercanía con la muerte te sensibilizó en extremo, cuéntanos sobre esto… Este tío que me enseñó trabajaba en una escuela para niños de “educación especial”, así que me pidió si podía cantar para ellos. Tenía yo once años. Aquel día capté el efecto colosal que generaba la música. Los niños al principio se mostraron excitados, pero poco a poco se tranquilizaron, como si saliera a flote su verdadera esencia. En cuanto tuvo oportunidad, una niña me saltó encima y enredando sus brazos a mi cuello me gritaba ¡no te vayas! Un niño obeso me dio un “abrazo del oso” con la niña todavía montada encima. Después de un rato interminable, las maestras lograron soltarlos. A partir de ese momento algo cambió en mí, en mi proyecto de vida. Por otro lado, mi salud fue siempre precaria. Un antecedente de cardiopatías reinaba en ambas líneas genealógicas. Estenosis de la válvula pulmonar. Viví con tratamientos que a su vez mantenían bajas mis defensas. La sensación de no tener futuro era continua, hasta que una crisis me sacó de circulación ocho meses. En Cardiología dijeron que mis expectativas de vida eran nulas. Ahí vino la transformación que me orilló a auto confrontarme y al inicio de un trabajo personal que me sanara. Tenía que estabilizar mi cuerpo y liberarlo de medicamentos, costara lo que costara. Abunda, por favor, sobre las experiencias más trascendentes de tu vida… Una serie de cuestionamientos me llevaron a involucrarme en el movimiento Zapatista, yendo a Chiapas en pos de ayudar a su causa, así como a unirme a una asociación que trabajaba con niños de la calle, momento en que tuve otra bofetada de la terrible realidad de nuestra nación. En una ocasión me ofrecí a sacar a un niño moribundo del tugurio donde se refugiaban los niños sin hogar. La forma en la que vivían, el ambiente que se respiraba, la crudeza en la que coexistían me hizo pasar a través de mi miedo y lograr persuadirlos para que se atendiera al niño. Esta experiencia me devastó, pues sabía que la manera de cambiar su realidad no era dándoles de comer, sino que tenía que haber otra forma y que sólo era a través de subir el nivel de la conciencia ciudadana. Había que organizarse de una manera más responsable. Después se presentó la posibilidad de ir a trabajar con los niños y jóvenes mixes de la sierra de Oaxaca. En su idiosincrasia, los músicos tocan en bandas. Quisimos ayudarles a conformar una orquesta sinfónica, dándoles clases de solfeo, contrapunto, armonía y, en mi caso, de canto. Formé con ellos un ensamble vocal y fue una vivencia extraordinaria. Otro proyecto que me enorgullece fue el que le propuse a la delegación Tlalpan, bajo la tesis de que con la formación de coros en sus zonas marginadas se mejoraría la integración ciudadana y se reduciría el consumo de drogas en jóvenes. El programa fue todo un éxito. Uno de los coros que formé, el de la colonia Cantera Puente de Piedra, tuvo elementos muy dispares, desde un niño de cuatro años, pasando por amas de casa con su mandil, hasta un señor de 79 años. Comenzamos poco a poco, mas terminamos montando el Gloria de Vivaldi. Otro de nuestros coros era de jóvenes drogadictos, e igualmente los resultados fueron maravillosos. A algunos se les dirigió hacia grupos de terapia y asociaciones especializadas. Dejaron las drogas y también terminaron cantando a 4 voces. Con estas experiencias reafirmé mi propósito de generar un cambio en la sociedad vía la música. Te he escuchado decir, y tus alumnos lo repiten, que los artistas son quienes deben crear realidades futuras, más aún que los políticos y los líderes de opinión… Creo que para cómo está el país y en la medida en la que como sociedad hemos perdido el respeto por los políticos, nos queda a la sociedad civil tomar responsabilidad pasando por alto a los que debieran encabezar la lucha social y sólo están alimentando sus aberraciones y sus patrimonios. Tengo la certeza de que los artistas debiéramos ofrecer una respuesta alterna para elevar el nivel de conciencia de la sociedad; que nuestros sueños se concierten en obras, en productos que puedan crear un cambio, que puedan sembrar ideas, que puedan sensibilizar y ofrecer cordura. Cuando un artista habla, los oídos más dormidos se abren buscando respuestas ya que la belleza atraviesa cualquier cosa. Estos conceptos son fundamentales en Estudio Allaire, lugar donde imparto mi Técnica de Canto y donde llevo a cabo proyectos relacionados con generar artistas conscientes de su misión social.[1] Es primordial relacionarse con actividades que generen una sociedad diferente en la que tenga cabida una nueva generación menos enferma. Los que tenemos capacidad en la creación debemos postularla, trabajarla y compartirla. Otra de las notables facetas de tu personalidad es el apego que tienes por la ética, dinos que estás haciendo ahora por los derechos humanos… [video width="440" height="248" mp4="http://www.proceso.com.mx/media/2015/07/094.mp4"][/video] Bueno, tengo algunos años apoyando a campañas humanitarias como The Truth about the Drugs, Jóvenes por los Derechos Humanos, pero de una manera mucho más activa en la Comisión de Ciudadanos por los Derechos Humanos de Latinoamérica que dirige Rossana Fernández. Estamos trabajando en la promulgación de leyes que protejan a los niños para que no se les exija ingerir medicamentos que tengan sustancias psicotrópicas o estupefacientes como una condición para recibir educación y también propusimos modificaciones a la Ley General de Salud en los artículos referentes a salud mental para evitar tratamientos que les generen daños irreversibles a su cerebro. Este es un tema que, por increíble que parezca, se está promoviendo en este momento en las Cámaras, con una iniciativa para modificar la Fracc. 8 del Artículo 73 de la Ley General de Salud que quiere someter a un test de manera obligatoria para una supuesta detección de suicidio, cuando sabemos que estas pruebas son tendenciosas y falaces. Esto es sumamente peligroso porque los etiquetaría medicándolos y les suscitaría violencia para sí mismos y los demás, mientras que, y esto es lo relevante, el arte y la música son la mejor terapia que estos niños y jóvenes podrían tener para equilibrar sus vidas y crecer. Hay más información al respecto en la página: luchaporlosninos.com. Actualmente estoy conformando con mi equipo una Asociación Civil en defensa de la salud mental e integridad de nuestros niños. Por el alcance de lo que traes entre manos y corazón, sólo me resta colmar de augurios tus iniciativas y hacerte saber que a los hacedores de Proceso también nos concierne el destino de nuestros niños. Su futuro también es el nuestro. [1] Se recomienda la audición de varios ejemplos del trabajo de la maestra Bañuelos . Audio 1: Lullaby – Billy Joel. Audio 2: O bone Jesu – G. P. Palestrini (Ensamble Allaire. Ericka Bañuelos, directora. MARIPOSA SATÏN, 2013) Video: coro Vedi come fosche de la ópera Il trovatore– G. Verdi (Julio de 2015. Idem)

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