La nueva Secretaría de Cultura, en la polémica
Además de desvincular la cultura de la educación (el vínculo fue esencial en el proyecto vasconcelista) la iniciativa de Peña Nieto para crear una Secretaría de Cultura es muy debatible: populista, demuestra premura y falta de planeación; no partió de una amplia discusión, como corresponde al mundo cultural; no estaban dadas las condiciones; no ofrece una justificación dado que INBA e INAH permanecerán igual. Podría, eso sí, abrir al mercado las zonas arqueológicas… Razonan los especialistas Bolfy Cottom, Eduardo Cruz, Iván Franco y Felipe Echenique.
MÉXICO, D.F. (Proceso).-Aunque se especuló durante más de dos décadas sobre la posibilidad de crear una secretaría de Estado para la cultura, la decisión de finalmente llevar a cabo el proyecto, dada a conocer por Enrique Peña Nieto el miércoles 2 durante su mensaje con motivo del Segundo Informe de Gobierno, está causando polémica.
La iniciativa, de 40 páginas, fue enviada por el ejecutivo el lunes 7 al presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Jesús Zambrano, y se publicó al día siguiente en la Gaceta Parlamentaria. De acuerdo con la propuesta, se reformarán, adicionarán o derogarán diversas disposiciones como la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, pero también otras como la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Turismo, Bienes Nacionales, la orgánica del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la que crea el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Muchos foros de discusión, debates, miles de hojas escritas con opiniones a favor y en contra, y hasta proyectos legislativos, parecen haber quedado en el pasado frente a esta decisión presidencial, semejante a la que dio origen en 1988 al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
En estas páginas los investigadores Bolfy Cottom, Eduardo Cruz, Iván Franco y Felipe Echenique explican por qué esta nueva institución –si el Congreso de la Unión aprueba su creación– no solucionará los problemas de fondo de la cultura en México, que se caracteriza por su pluralidad, megadiversidad y por tener una larga tradición histórica que no está siendo considerada por el proyecto presidencial.
Coinciden no sólo en que una Secretaría de Cultura terminaría de un plumazo el vínculo entre educación y cultura, que dio origen a la creación en 1921 de la Secretaría de Educación Pública (SEP) por parte de José Vasconcelos, sino también en que la propuesta de Peña Nieto demuestra premura y falta de planeación, y de debate.
Falta de respeto a la historia
Desde el siglo XIX, recuerda el antropólogo y especialista en legislación cultural Bolfy Cottom, se evaluaron distintos modelos pedagógicos y educativos sobre los cuales se sentaron las bases filosóficas del sistema educativo mexicano. Se asumió desde entonces que la cultura, “entendida como un conjunto de valores, no podía tener existencia propia pues era a través del sistema educativo que se transmitirían esos valores”.
Con la entrada en México del sistema neoliberal, el rumbo de la cultura comenzó a cambiar y se asumió que tendría que ser más autogestiva, se le dio una orientación más económica y mercantil. En una entrevista con Proceso del 3 de julio de 2012, el investigador de la Dirección de Estudios Históricos del INAH señaló que el secretario de Educación Pública tendría que “reasumir el papel que históricamente había tenido en materia cultural”.
Hoy le queda claro que no hay interés por parte del nuevo titular de la SEP, Aurelio Nuño, pues en lugar de ser coherente con su papel histórico decide que la cultura deje de ser su responsabilidad. El mensaje es, a decir suyo, que la cultura no es una razón de Estado:
“Me parece que es una falta de seriedad y de respeto a la memoria histórica de este país, no están dimensionando las implicaciones de divorciar la cultura de la educación.”
Deberían estar explicando ahora cuáles serán los servicios públicos que prestarán los institutos INAH e INBA, que han desempeñado funciones educativas. Algunas de sus atribuciones, como la conservación, protección y mantenimiento de los monumentos arqueológicos, históricos y artísticos serán asumidas por el nuevo organismo, pero la iniciativa establece que en materia de educación tendrá que trabajar de manera coordinada con la SEP.
Para el especialista esta situación es muestra de la falta de claridad sobre la vinculación entre el sistema educativo y la acción cultural del Estado:
“En la exposición de motivos se dice que la iniciativa es coherente con la historia, la política del Estado y el vínculo con la educación, pero en el cuerpo de la iniciativa le quitan las atribuciones a la SEP para dárselas a esta nueva secretaría y le ordenan que trabaje con la SEP. ¡Es demencial! ¿Qué caso tiene quitarle funciones y ordenarle trabajar coordinadamente?”
Considera grave que no se haya justificado la necesidad de una Secretaría de Cultura y se esgrima solamente el análisis presupuestal y meramente administrativo, no el relacionado con la política cultural:
“El argumento es de una simpleza… Lo digo con respeto: Me da la impresión de que el señor presidente está mal informado o mal asesorado, porque hacer un anuncio de esta magnitud, con la secretaria ¡más grande! de este país, del Estado mexicano, debió haber sido un planteamiento mucho más serio y sereno. Sólo decir que los mexicanos tienen derecho al acceso a la cultura, con todo lo polémico que eso ha sido, es como regresar al siglo XVIII. Y decir nada más que hicieron un análisis sobre el presupuesto base cero, es una falta de respeto a la historia de este país y a su proceso de formación educativo-cultural.”
El Conaculta, un fracaso
El problema de la cultura en México no es administrativo; de ser así tendría que haberse discutido si la secretaría era la solución. Tal situación le recuerda incluso cuando Salinas de Gortari creó por decreto el Conaculta, se dijo que resolvería el problema del subsector cultura “y fue un verdadero fracaso”.
Admite que sí, es necesario tener un órgano coordinador del subsector, pero “debe tener coherencia con un proyecto de nación, y en medio de ese proyecto saber cuál es el papel que ocupa la cultura, y eso no se resuelve con una secretaría”.
El rechazo al proyecto que trabajadores del INBA e INAH, Bibliotecas, el Centro Nacional de las Artes y otras áreas del subsector cultura expresaron en días pasados, evidencia que no se discutió con ellos el proyecto, tampoco con investigadores como los consultados por Proceso. Llama la atención que en un medio tan participativo como el cultural, no se debatiera un asunto de tal trascendencia para el país. Al respecto dice Cottom:
“Más allá de querer sacar de emergencia esta idea, con toda su contradicción, es más contradictorio esto: ¿Cómo en el mundo de las ideas está prohibido pensar y opinar? No se puede creer. Recuerdo que en 2004 se planteó una Ley General de Cultura y la idea de crear una Secretaria de Cultura, y hubo una enorme discusión de grupos, comunidades, centros de investigación, sindicatos, que dieron su punto de vista.
“Partiría del supuesto de que no han leído esas discusiones, ríos y ríos de tinta, cantidades de papel que no conocen o no les interesa ver. Debemos aprender de los procesos anteriores porque, recordando a Unamuno: Podrán vencer, pero convencer no.”
Lamenta que ni el Conaculta ni la SEP hayan “sido capaces de asumir su papel” para mantener a la cultura como una razón de Estado y sobre esa base dialogar y generar procesos de discusión con método y respeto. Espera que los legisladores que evaluarán la propuesta sí lo hagan y aclara que esta iniciativa “es una más, no pensemos que se va a aprobar, hay otras que deben discutirse”.
–Se cree que se aprobará porque el PRI tiene mayoría y es el partido del presidente.
–Yo digo, con mucha prudencia y responsabilidad, que siempre hay algo no previsto, que cambia sus cálculos y el libreto. Y aquí hay mucho que no han considerado, espero que la oposición realmente sea oposición.
Medida populista
Para el doctor en ciencias políticas Iván Franco, investigador del INAH, el anuncio de crear esta secretaría no pudo darse en un peor momento para el país, pues aunque se niegue, implicará gastos justo cuando el peso se ha devaluado y han caído los precios del petróleo.
Califica la medida de “populista”, aunque sea Peña Nieto quien así juzgue a sus adversarios políticos, pues la da a conocer cuando su imagen se ha deteriorado tanto en el interior del país como fuera de éste. Así ocurrió, rememora, cuando Salinas de Gortari anunció la creación del Conaculta: venía de asumir la presidencia tras un fraude electoral.
El presidente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, señaló a los medios en rueda de prensa que una secretaría permitirá determinar las áreas donde hay duplicidades y así se optimizarán los recursos. Sobre esto, Franco alerta que más bien creará más burocracia:
“Es una arbitrariedad de los neoliberales, el Conaculta se creó sin una auténtica evaluación del esquema de las instituciones educativas y culturales del país, es el que vino a duplicar. Hemos visto que hay un pequeño rublo que sí vino a cubrir, el de dar becas a los creadores y artistas. Pero hasta eso era una función que históricamente correspondía a Bellas Artes.”
Indica el antropólogo que durante años el Conaculta ha dado cuenta de sus acciones presentando como propia más del 80% de las realizadas por los institutos INAH e INBA.
Y coincide con su colega Cottom en el sentido de que la idea de crear una Secretaría de Cultura es consecuencia del sistema neoliberal impuesto desde los años ochenta del siglo pasado, que ha mercantilizado a la cultura:
“Lo que quieren es abrir un gran mercado de cultura y tradiciones y entrar a las zonas arqueológicas. Llevan muchos años intentando hacerlo y qué mejor anuncio para estos sectores (económicos, de turismo y mercantiles).”
Se le pregunta al investigador adscrito al Centro INAH Yucatán, si fueron consultados o informados oportunamente del proyecto. Dice que “la constante” en este tipo de iniciativas de ley es la discusión entre las élites de los partidos, y sólo hasta el final son informados los trabajadores. Están a la espera de que la titular del INAH, María Teresa Franco, les informe cómo quedará el instituto. Tovar “ha dicho que no va a pasar nada con el INAH y el INBA”.
–Si no pasa nada, ¿ cuál es el objeto entonces de crear una secretaría? –se le pregunta. La iniciativa establece que los dos institutos pasarán a formar parte de la nueva instancia.
–Esa es la gran pregunta: ¿Cuál es el objetivo? Por eso este escenario, la parte política más amplia es el peor contexto para anunciar algo así. Dicen que no habrá más dinero, que el presupuesto es base cero, y de pronto “ah, vamos a crear una secretaría”, cuando hasta hace tres años se decía que no era factible ni jurídica ni laboralmente, porque ésa es otra dimensión del asunto, es algo de alto riesgo.
Lo que debería hacerse es fortalecer al INAH y al INBA; así lo ofreció hacerlo Rafael Tovar al asumir el cargo en diciembre de 2012 (Proceso, 1885). Hace falta, agrega Franco, que los dos institutos cuenten con centros regionales en el país para la preservación del patrimonio cultural:
“Nuestro fortalecimiento es permanecer en la SEP, mantener ese vínculo entre educación y cultura, y no desmembrarnos. La misma UNESCO dijo en una evaluación que hizo al Estado mexicano: ‘No desvinculen educación y cultura’. Estos organismos internacionales todavía funcionan con una cierta cuota de humanismo, incluso de civismo, no así la clase política que le tira al comercio cada vez más. Y eso es casi en todos los partidos.”
Fruto de ocurrencias
Al fundador del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu), Eduardo Cruz, le agrada la creación de la secretaría y la desvinculación de la cultura de la SEP, pero desaprueba cómo se ha tomado la decisión:
“Me parece mal la forma –para no perder la costumbre– en la que se elige decidir estos pasos tan importantes. En ese sentido son más como frutos de ocurrencias, frutos de ciertos calores que en un momento dado llegan a las esferas del Presidente de la República y se toma esa decisión.”
Desglosa que considera que así fue por la forma en que dio el anuncio Peña Nieto, luego por la aparente “o real” sorpresa con la cual se recibió la noticia, sobre todo entre quienes “ahorita son directamente responsables de esto”. Y en tercer término porque no se tomó en cuenta a mucha gente que ha participado por lustros en la idea de dar una nueva dimensión a las instituciones culturales del gobierno federal.
El anuncio le deja la impresión de que se hizo al vapor aunque considera que “estamos frente a un primer documento”, con el cual se propone modificar la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal:
“Es decir, ahorita no se está discutiendo la ley de cultura, ni el régimen de relaciones laborales, ni se están discutiendo muchas otras cosas, entre ellas, las adecuaciones al artículo 4º constitucional, etcétera.”
Pero insiste en que hubo apresuramiento:
“La lectura de este documento (…) deja la sensación de confusión, o sea de que no estaba claro qué es lo que tenía que atribuirse esta Secretaria de Cultura. Tiene omisiones que podrían ser cubiertas, entre ellas incluir la parte que debe sustraerse de la Secretaria de Gobernación como este capítulo que lleva radio, televisión y cinematografía, el Archivo General de la Nación, entre otros temas.”
En su opinión falta incluir “de manera más enfática el perfil liberal que buscamos de esta iniciativa de decreto”, es decir, el componente económico, su relación con la Secretaría de Economía y la banca de desarrollo. Todo esto le parece “simbólicamente” muy importante porque luego de más de noventa años de no alterarse el esquema, se rompe la relación entre cultura y educación:
“Estamos ante un documento que por primera vez plantea esta separación, a la cual se han opuesto generaciones de trabajadores… Se ha hablado mucho de esta cuestión del nacionalismo, la Revolución, el proyecto vasconceliano; bueno, esta iniciativa de decreto lo que plantea es justamente el inicio de esta separación, y eso sí es un evento de carácter histórico. Porque el país ha tenido muchas reformas, pero no tiene propiamente una reforma cultural, y separar la educación de la cultura sin duda es un elemento que reforma la relación que tiene el Estado con estas dos asignaturas.”
Doble discurso
El historiador Felipe Echenique, exrepresentante de los investigadores del INAH, expone en un documento enviado a Proceso un conjunto de razones por las cuales no debe crearse la secretaría. En primer término porque el compromiso de Peña Nieto, del cual “no se acuerda”, fue no crear más secretaría de Estado “debido a los suntuosos gastos que esto implica”.
Detalla el investigador de la Dirección de Estudios Históricos del INAH:
“Dentro de un plan de austeridad presupuestal, es incoherente construir una Secretaría de Cultura Federal que, en principio, no cuenta con una Ley Federal o Ley General de Cultura, lo cual implica que operaría con funciones y atribuciones no sancionadas por el poder Legislativo, ni mucho menos por la sociedad.”
En su opinión, crear esta estructura terminaría de desmantelar, incluso “pulverizar” en los hechos “y no por derecho o tradición histórica”, el Sistema Educativo Nacional en el cual se concibe la formación integral de alumnos en una combinación de educación formal, educación artística y educación científica.
Según Tovar y de Teresa, con esta iniciativa de decreto el gobierno demuestra la importancia que da a la cultura, pero Echenique pone en tela de juicio el interés de Enrique Peña Nieto pues como gobernador del Estado de México su “máxima propuesta” fue el show de luz y sonido para el cual perforaron las pirámides de El Sol y La Luna en la Zona Arqueológica de Teotihuacán.
No duda que la intención real sea privatizar el manejo de acervos y colecciones de los museos y hasta ceder las zonas arqueológicas a empresas como Televisa y TV Azteca. Su política, añade, ha sido de sometimiento a estas empresas y a organismos como la OCDE y el Banco Mundial.
En su justificación de motivos, el proyecto de ley enuncia la defensa de la diversidad cultural, pero cuestiona Echenique por qué varios grupos como los yaquis, choles, tzotziles, wixárikas, purépechas, tzeltales, totonacos, nahuas, mames, nahuas, ñañú, kiliwuas, mayas… “le reclaman al gobierno federal el derecho a sus tierras y territorios, que son el sustento mismo de su vida digna y justa y las posibilidades únicas de su real sostenimiento”.
La polémica comienza, pues, a subir de tono.