En las entrañas del emporio de Carmen Balcells

lunes, 21 de septiembre de 2015 · 18:17
MÉXICO, D.F. (apro).- La agente editorial del “boom” latinoamericano, Carmen Balcells, que incluye entre sus representados a seis Nobel de Literatura, nunca dio una entrevista con la idea de que quienes debían figurar eran los autores. Así lo dijo a Proceso en noviembre de 1991 desde sus oficinas en Barcelona: “No tengo por qué estar por delante”. Esa frase se publicó en el reportaje “La literatura latinoamericana en manos de una mujer tan adorada como vituperada: Carmen Balcells”. Título de un texto que, a 25 años de su publicación, fue refrendado hoy en breve carta que publicó el peruano nacionalizado español, Mario Vargas Llosa, en el diario El País, a la cual tituló “Carmen queridísima, hasta pronto”: “Carmen Balcells revolucionó la vida cultural española al cambiar drásticamente las relaciones entre los editores y los autores de nuestra lengua. Gracias a ella los escritores de lengua española comenzamos a firmar contratos dignos y a ver nuestros derechos respetados. De otra parte, ella indujo y hasta obligó a los editores de España y de América Latina a volverse modernos y ambiciosos, a operar en el amplio marco de toda la lengua y a sacudirse la visión pequeña y provinciana que tenían. “Fue mucho más que una agente o representante de los autores que tuvimos el privilegio de estar con ella. Nos cuidó, nos mimó, nos riñó, nos jaló las orejas y nos llenó de comprensión y de cariño en todo lo que hacíamos, no sólo en aquello que escribíamos. Era inteligente, era audaz, era generosa hasta la locura, era buena y, su partida, deja en todos los que la conocimos y la quisimos un vacío que nunca nadie podrá llenar. Carmen queridísima, hasta pronto.” Fue realmente con la representación de Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez como Carmen Balcells consiguió levantar su imperio en la elegante avenida Diagonal en la capital catalana, que a la fecha ha representado a seis Nobel de Literatura: el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1967), el chileno Pablo Neruda (1971), el español Vicente Aleixandre (1977), el colombiano Gabriel García Márquez (1982), el español Camilo José Cela (1989) y el peruano Mario Vargas Llosa (2010). La carrera de Balcells en el mundo editorial se inició cuando en 1960 entró a trabajar con el escritor rumano Vintilá Horia en su agencia ACER, como corresponsal de escritores catalanes como José María Castelet, Jaime Gil de Biedma, Juan Goytisolo y Carlos Barral. Con motivo de su deceso el día de ayer a los 85 años --pero dado a conocer hasta hoy por su agencia literaria--, se reproduce el mencionado reportaje del semanario, realizado por el reportero Armando Ponce. * * * En vísperas de la célebre Feria del Libro de Francfort, las oficinas de la Agencia Literaria Carmen Balcells SA, en un hermoso edificio de la avenida elegante de Barcelona, Diagonal, parecen más la redacción de un diario. Las secretarias corren de un lado a otro, el fax no deja de trasmitir documentos, los teléfonos repican sin cesar. Cuando Carmen Balcells llega, como un torbellino, lo primero que dice al reportero es que ella no concede entrevistas. "Qué quiere que le diga, los que figuran son los autores, yo no tengo por qué estar por delante." Entre consultas de su personal y la emisión de algunas órdenes, Carmen Balcells, la mujer que levantó de la nada hace 30 años su agencia hasta convertirla en un imperio gracias a la representación de los autores del "boom" latinoamericano –inicialmente con el campanazo de "Cien años de soledad"–, se sienta en un mueble del espacioso e iluminado salón blanco de visitas, ofrece café y dice con una mezcla extraña de amabilidad y orgullo que en otra boca sonaría petulante, segura del sitio indiscutible que ocupa entre los agentes literarios: "Ha tenido usted suerte de que viniera, estoy atareadísima, más que eso, loca, con la Feria de Francfort; me espera un señor; qué pena con usted, tómese un café. Estaremos un rato, dígame qué quiere saber, lo que sea, pero no para entrevista." Y acota, subrayando: "Los periodistas vienen y me sacan cosas que yo les dije como si fuera entrevista, a pesar de que les digo que no es para eso. Si no fuera para entrevista, le contaría lo que quiera. Usted debe comprenderme." Es el caso reciente de una charla con un reportero de "La Vanguardia" local –la Balcells no oculta su enojo–, que transcribe una charla informal en preguntas y respuestas. Para comenzar la nuestra, frecuentemente interrumpida a lo largo de media hora, se le explica de la dificultad de establecer contacto telefónico con ella, ocupada ahora, según decían, con la boda de su hijo Luis Miguel. –No, eso fue un día solamente, todos se escudan tras ello. Eso es parte del mito que lo ha controvertido todo. Ahora estoy triste porque el hijo se fue. Se le recuerda que en el reportaje realizado por Ana Besualdo en "El País" –donde la describe cambiando los zapatos por unas cómodas chanclas al llegar, como lo hace en efecto–, señala que los editores dividen sus opiniones: "Es para algunos una gorgonia y para otros un ángel protector". –¿Es así? Ella se ríe. –El hecho de que usted no dé entrevistas, ¿ha contribuido a ese mito? –No, eso también es un mito. Aquí se defiende a los autores, y más a los de casa. Es el caso del uruguayo Napoleón Barcino Ponce de León, que envió su primera novela a la Balcells y entusiasmó a Javier Aparicio, que está al frente del Departamento de Autores. El volumen fue promovido y logró su publicación en Planeta recientemente. Con "Maluco" en las manos, que extrae de un largo librero donde se archivan todos los libros empastados de las obras de sus autores –algunos originales, otros en copias xerox–, Balcells dice, refiriéndose al joven que es su brazo derecho: "Este es el libro protegido de Aparicio". –¿Se vale eso? –Aquí se vale todo, lo que cada quien haga por pasión. Más tarde, Aparicio explicará la estructura de la agencia y su sistema de lecturas, en el que, para los autores de casa –es decir, los que tienen con ella todas sus obras, no sólo una parte– interviene también Carmen Balcells. Ella le solicita el catálogo de autores –que este año se realizó por primera vez debido a que la Feria de Francfort está dedicada a España– y muestra las oficinas, en realidad uno de los tres pisos de que constan. Están en las paredes muchos de los 121 autores que representa, destacadamente sus ganadores del Nobel en el momento de recibir el premio: Neruda, García Márquez, Aleixandre y Cela. La del latinoamericano con su liquilique típico, colocada a un lado de su escritorio, la hace vibrar: "Eso fue lo máximo, la locura". Ya con el grueso catálogo en la mano, informa que son 18 personas las que trabajan en su agencia. Seria, reflexiona: "Ya no es rentable". Y uno piensa en los 10 millones de dólares que la Balcells calculó obtener por la obtención de derechos de autor por "El general en su laberinto". "Sin duda, más", puso en su boca Bertrand le Gendre en "Le Monde", en vísperas del lanzamiento. “La dama de los cuatro Nobel” Nacida el 9 de agosto de 1930 en el pueblito leridano de Santa Fe, hija de modestos propietarios de tierra catalanes, y quien fue secretaria de un sindicato profesional de fabricantes de máquinas textiles tras estudiar con las monjas teresianas y en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles, Carmen Balcells, nos cuentan Besualdo y Le Gendre, "se enorgullece de haber impuesto poco a poco a los editores una cláusula que los horrorizaba: la cesión de derechos por una duración determinada –cinco, siete años– al lado de aquel que renovaba el contrato o no". Más adelante "empezó la polémica historia de los adelantos millonarios por derechos de autor (de los cuales ella cobra 10%)". Tanto amigos como detractores reconocen ahora su trabajo como una revolución en las relaciones autor-editor, ya que antes el primero era objeto de explotación por el segundo, pero eso le costó muchos enemigos al principio: "Algunos editores la han acusado de que las sumas escandalosas que suele pedir como anticipos hacen tambalear sus cimientos económicos. Ella argumenta que las editoriales se arruinan por culpa de los malos gestores, no por los adelantos. Y que no puede protegerse a sí misma y a sus autores y, al mismo tiempo, a editores que no saben hacer cuentas". ¿Cómo se adentró Balcells en los misterios del negocio editorial? Inicialmente en la editorial Seix-Barral, que dirigían Carlos e Ivonne Barral y el también escritor Josep María Castellet. Ahí conoció a Vintila Horia, un exiliado rumano representante de autores extranjeros, quien se los heredó. Escribe Besualdo en "El País" el 5 de febrero de 1989, en una de las pocas notas que han aparecido sobre la señora Balcells, que ésta "había tenido tiempo de advertir que en el mundo del libro español había una función vacante", por lo que, instalada por su cuenta, "intuye el negocio de la venta en el extranjero de los derechos latinoamericanos y españoles", que eran los que buscaba editar Barral justamente. Pero su gran golpe de suerte fue promover "Los funerales de la Mamá Grande" y "El coronel no tiene quién le escriba", de Gabriel García Márquez, en Estados Unidos. Cuando luego lo conoció personalmente en 1965, en México, y le dijo del resultado de la negociación (mil dólares), el escritor se enfureció: "Es un contrato de mierda", dijo. Carmen Balcells rememoró al colombiano como "muy antipático y pretencioso". Escribe Le Gendre en "La dama de los tres Nobel", en "Le Monde", en 1989, pocos meses antes de que lo obtuviera Camilo José Cela, también autor adscrito a la agencia de Balcells que, como se vería después, las cosas habrían de cambiar. Efectivamente, la aparición de "Cien años de soledad" trajo la felicidad, la fama y el dinero. Para promover el libro, Balcells dio el contrato a Grasset, tras romper con la famosa editorial francesa Seuil porque se negaba a discutir siquiera sus cláusulas: "Ellos seguramente se arrepintieron", dice Le Gendre que dijo Balcells. El caso es que se hizo conocida la frase de García Márquez sobre su agente, reconociendo la fama industriosa de los catalanes: "Nunca hablo de dinero con los editores, porque tengo un agente literario que habla por mí mejor que yo; primero, porque es mujer, y después, porque es catalana". Manuscritos, libros Resulta impactante la lista de los escritores que Balcells representa. Además de los mencionados, están entre los principales Alberti, Ciro Alegría, Isabel Allende, Max Aub, Carlos Barral, Bioy Casares, Bryce Echenique, Cabrera Infante, Cortázar, Rosa Chacel, José Donoso, Edwards, Rubem Fonseca, García Hortelano, Garmendia, Gil de Biedma, los Goytisolo, Félix Grande, Clarice Lispector, Ana María Matute, Salvador de Madariaga, Andreu Martín, Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Onetti, Otero Silva, Possé, Roa Bastos, Sánchez Ferlosio, Luis Rafael Sánchez, Skármeta, Uslar Pietri, Vargas Llosa y Vázquez Montalbán. Los mexicanos, contando a Alvaro Mutis, son Eugenio Aguirre, Fernando del Paso, Jorge Ibargüengoitia y Juan Rulfo. Antes pertenecieron Augusto Monterroso y Vicente Leñero, hoy en la agencia de otra catalana, Isabel Monteagudo. Por su parte, Carlos Fuentes está con la Balcells, pero sus derechos en Estados Unidos los maneja otro agente, por lo cual no se inscribe en el catálogo, donde se enlistan sólo los llamados "de la casa". El catálogo profesional, no histórico, de cerca de 200 páginas, incluye por autor una breve ficha biográfica y de galardones. Luego aparece cada una de sus obras, el nombre de la editorial y el idioma en que están publicadas. Sin duda alguna la obra más traducida es "Cien años de soledad": 27 lenguas, incluida la malayalam, y así por el estilo todas sus obras. Cela anda a una con "La familia de Pascual Duarte" (y vertido al eskerra) y Rulfo está en 19, con "El llano en llamas", y en 23, con Pedro Páramo. Las memorias de Neruda, "Confieso que he vivido", en 24, como los libros de Vargas Llosa. Quizá por ser una obra experimental, "Rayuela" sólo es conocido en siete idiomas. Si Balcells defiende a sus autores, lo hace a través de sus obras. En los casos más extremos, como el de Max Aub, por ejemplo, pelea los derechos de 78 libros. Cada año, últimamente, a decir de Javier Aparicio, quien termina estudios de Filología Hispánica y trabaja en la agencia desde hace ocho años (conoció a Carmen, y así le dice, debido a su amistad con el hijo de ella), la agencia recibe un promedio de 800 manuscritos, cifra enorme que exige cada vez de mayor rigor en la lectura. Aparicio está al frente de unos cuantos lectores que revisan el material y preparan un reporte pormenorizado de los aceptados a las editoriales que consideran "ad hoc" para cada título. El y Balcells leen los de los autores de la casa. "No somos amigos de sugerir nada a nadie –explica Aparicio–, pero sí sabemos que hay algo en el mercado que vale". La agencia tiene una estructura tripartita. Además de este departamento de autores que busca la proyección de los escritores de lengua española en el mundo, está el de extranjeros para venderse en lengua castellana, dirigido por Gloria Gutiérrez. Y, finalmente, el de contabilidad. Pero no poco trabajo hay en el que se denomina básico: a su cargo está toda la correspondencia, la revisión de derechos, el reparto, en suma, el enorme papeleo. La agencia está suscrita a publicaciones literarias y editoriales de todo el mundo, para mantenerse al día, informa Aparicio, quien se define en su trabajo como "un lector empedernido, enfermo", y que considera que estar con Carmen Balcells es "tener la sensación permanente de estar creando algo". Hablan sus autores Tres de sus autores catalanes definen su relación con ella. Ana María Matute es breve: "Mi relación con Carmen es excelente. Estoy muy contenta con ella. No me pregunte más, estoy preparando un libro". Juan Marsé dice: "Es mi agente literaria desde hace 30 años. La conozco muchísimo. Lo que pueda decir es harto sabido, su trayectoria está a la vista y la considero una agente literaria excelente. Andreu Martín opina: "Vázquez Montalbán me presentó con Carmen y ella me acogió. La veo como una mamá muy protectora, a quien se acude a pedir auxilio". Por su parte, Isabel Monteagudo, agente de International Editors y representante de Augusto Monterroso, Bárbara Jacobs, Vicente Leñero, una de las 10 agentes competidoras de la Balcells, dice que no hay obstáculo alguno para trabajar en el mismo medio: "Creo que ella tiene demasiados escritores de talla importante, pero no puede poner atención a todos y va dejando un hueco donde entramos los demás. Ella tuvo la suerte de que escritores amigos fueron luego el `boom'". También algunos de los escritores mexicanos se expresan a través de Proceso: Monterroso, Del Paso y Mutis. De paso por España, para recibir un homenaje, Tito Monterroso comenta desde Madrid que él no se alejó de Balcells: "Nos alejamos por las circunstancias. Yo la aprecio mucho, pero llegó un momento en que no coincidíamos en algunas cosas, no compaginaban nuestros intereses. Ahora estoy con Isabel Monteagudo, que me parece excelente". En relación con Jorge Ibargüengoitia, su esposa la pintora Joy Laville señala, en su casa de Jiutepec, Morelos, que desde la muerte del narrador y dramaturgo, Carmen Balcells se hizo cargo hasta de su correspondencia. Acaba de estar con ella en su casa de Cadaqués, y la define: "Ella revolucionó los contratos, eso es importantísimo. Carmen cuida a los escritores y ellos la quieren. Para mí es una amiga, una mujer a la que admiro mucho. Con Jorge había una relación de respeto pero a veces había pequeñas diferencias. Cada uno tenía ideas muy definidas. Yo no pertenezco al medio literario, pero como todos saben, ella es la mejor, es la mera mera". Fernando del Paso, cónsul de México en París, promete ahí el siguiente fax: "Tengo entendido que, al mismo tiempo que no concibo que exista o haya existido jamás otra Carmen Balcells, hay, en efecto, varias Cármenes de las cuales a mí, o mejor dicho a nosotros, mi mujer y yo, nos tocaron dos o tres de las mejores. La Carmen agente literaria de peso completo, gran mujer de negocios, conocedora a fondo de la noble mercancía que maneja, hada madrina no de toda la literatura latinoamericana, pero sí de una gran y buenísima parte: esta es la Carmen que me protege de la sevicia de los editores y de la codicia y la avaricia innatas de los editores de revistas y periódicos. Otra de las Cármenes es la Carmen gastrónoma con la que hemos disfrutado, en cada ciudad del mundo en las que nos hemos encontrado, de festines pantagruélicos rociados con los mejores vinos y codorniús imaginables: esta Carmen ha sido una de nuestras mejores maestras en el arte manducatorio. Por último, o como dicen los ingleses: "last, not least", nos tocó la Carmen amiga de siempre, o desde casi siempre y para la eternidad, una mujer de una generosidad sin límites, que nos ha prodigado un cariño literal, que no literario, verdadero, profundo y, por supuesto, correspondido. Es esta Carmen el fruto de mi mayor devoción. Y más la admiro y quiero sobre las ya mencionadas –a las que habría que agregar una cuarta, la Carmen inventora, junto con Carlos Barral, del `boom' latinoamericano. Sé, como decía, que hay otras Cármenes por el mundo, que tienen famas de ogros, pero nunca me las he encontrado ni me las encontraré jamás: yo soy de los elegidos y gozo del gran privilegio de que me protejan sus alas. Los no elegidos, que se cuiden: Ser escritor y no tener como agente a Carmen Balcells, es como vivir a la intemperie". Por último, Alejandro Toledo resume como un monólogo su entrevista con Alvaro Mutis, en su casa de la Ciudad de México: "No es fácil hacer un retrato de Carmen Balcells. Es una persona muy compleja, es una mujer profundamente inteligente, con un sentido de la realidad, del juicio de la realidad; hay una palabra en catalán que pinta muy bien esta condición: `seny', que no significa en español `juicio' ni `criterio', es otra cosa. Siempre me sorprende en Carmen la certeza con que juzga asuntos directamente relacionados con su trabajo, con la literatura, con los libros (más que con la literatura, corrijo, con los libros y con la vida de los libros, con los editores, en las librerías). Junto a esta imagen de Carmen se encuentra una persona de sentimientos a flor de piel, a la que uno puede herir con la mínima palabra, con el gesto menos pensado. Una mujer muy mujer. Ella es una persona que al comienzo de su carrera se llenó de enemigos, que fue incluso odiada y calumniada, sobre todo entre los editores. Pero me he dado cuenta de que los editores han comenzado ya a convencerse de que el trabajo de Carmen es mucho más benéfico de lo que ellos pensaban. Ha ejercido, en forma única en el mundo, una labor de saneamiento y de balance más justo en la relación autor-editor. Eso es lo que ha hecho Carmen Balcells: una puesta en orden de la relación editor-autor. Como intermediaria, ella ha estado siempre, según los editores (y es lo que le han criticado), de parte del autor. No es así: ella ha estado siempre de parte del libro, y de eso no se dieron cuenta los editores sino hasta ahora; hay incluso quienes ya la estiman y respetan profundamente (y no hablo de novatos, sino de grandes editores alemanes, franceses, norteamericanos). "Para los editores, el autor era un accidente, una unidad desechable. Algunos contratos eran de por vida, el editor se quedaba con los derechos de traducción y adaptación del libro, con lo que el autor quedaba absolutamente desprotegido. Lo que se le daba al autor era una limosna. Y no estoy hablando del siglo pasado, no me estoy refiriendo al caso terrible de Miguel de Cervantes, quien vendió ‘Don Quijote’ –un libro que fue `best-seller' en vida del autor– a un precio fijo, y nunca vio un centavo y vivió en la miseria, y tuvo que tolerar en su familia situaciones vergonzantes y vergonzosas. Me refiero a contratos de hace diez o quince años, de editores que todavía se permitían ejercer la parte del león (por eso se habla de contratos leoninos). Esto era lo natural. "Firmé un contrato con ella según el cual se compromete a manejar todo lo que yo escriba. Carmen no apoya particularmente a ninguno de sus autores; ella toma como una obligación poner a circular los libros en otros idiomas, esa es su función profesional. Carmen no está pensando en mí; ella no está pensando: `Hombre, voy a ayudarle a Alvaro, a ver si podemos sacar su libro en holandés', por ejemplo. Ella no piensa así; dice: `Bueno, hay tres novelas de Mutis; ya salieron en Alemania, hay que ofrecerlas en Holanda'. Es una cosa estrictamente profesional. El autor, como persona, desaparece, se esfuma. Cuando viajo a España ella nos aloja en un pequeño departamento que tiene en un piso arriba de su oficina; cuando ella se sienta a lo que llama `despachar' se habla de negocios en forma absolutamente objetiva, y no hay una brizna de cosa personal, nunca. "Jamás he tenido conflictos con ella, porque me he dado cuenta de cuál es su manera de enfrentar esas dos vertientes (lo personal, amistoso, con lo totalmente comercial). Eso lo he entendido muy bien, tal vez porque yo durante toda mi vida he trabajado en cosas comerciales y nunca he vivido de lo que escribo. Desde joven aprendí a dividir esos dos mundos. Estoy contento con ella y, bueno, mis libros van bien, no porque ella se haya ocupado de mí sino de mis libros. El libro, una vez escrito, empieza a vivir su propia vida, como los hijos; es inútil que uno trate de dirigirlos a un lado o a otro. La inmensa revolución que significa la presencia de Carmen Balcells en el mundo del libro es precisamente su capacidad de separar al autor de la obra y de encontrar los caminos comerciales adecuados. Parece fácil decirlo; hacerlo es dificilísimo, porque todo ese panorama estaba deformado".

Comentarios