Y un año después "ni la lluvia, ni Peña, detendrán al movimiento"

sábado, 26 de septiembre de 2015 · 19:32
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Afluentes de muchas causas, sindicatos, universidades, organizaciones civiles, ciudadanos confluyeron desde el mediodía en la avenida Reforma en una tarde sabatina nublada. Es el primer año de la tragedia de Iguala. Es la primera gran marcha de la indignación en contra de la “mentira histórica” del gobierno de Peña Nieto. Ya no se trata sólo de pedir justicia, sino de “ajustar cuentas” con la administración federal que en los últimos meses perdió todo su capital político frente a la incansable movilización de los padres de los normalistas de Ayotzinapa. Todos esperamos desde las distintas glorietas y monumentos, de la Estela de Luz hasta el Ángel de la Independencia, al contingente de los héroes cívicos de este primer año trágico: los invencibles padres y madres de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal de Ayotzinapa que marchan desde Los Pinos con sus 43 rostros y miles de carteles con una tortuga que nos mira, el símbolo de esta manifestación. Causa de causas, Ayotzinapa se ha convertido en el crisol no sólo de un grito constante “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, sino también del enorme descontento que marcha en contra del gobierno de Enrique Peña Nieto. Al Ángel de la Independencia llegaron con sus machetes y encabezados por Ignacio del Valle los ejidatarios de San Salvador Atenco. Ellos saben, desde mayo de 2006, de qué tamaño es la represión y la impunidad del peñismo. También decenas de organizaciones sindicales, desde el SME hasta los telefonistas, el STUNAM, y los estudiantes de universidades privadas, de los CCH de Vallejo, Naucalpan, Azcapotzalco, de las facultades de Economía, Políticas, FES Acatlán, FES Aragón, de la escuela Carlos Septién, cuyos alumnos marchan y, al mismo tiempo, entrevistan, quieren captar el momento intenso de esta jornada. Inseparable con su cámara, el documentalista Epigmenio Ibarra transmite en vivo y convoca, una vez más, al “pase de lista” de los 43 desaparecidos que él ha realizado con inquebrantable fidelidad todos los días en su cuenta de Twitter. Elena Poniatowska, la cronista de nuestras grandes tragedias nacionales, marcha portando una pancarta que dice: “Hoy el cielo llora, mañana la Luna sangra. En la tierra 43 semillas crecen. Serán el sol de la justicia”. Le aplauden, la saludan, la quieren los capitalinos que desde el 68 hasta ahora no habían repetido tanto las consignas contra el Estado represor como en los tiempos del peñismo. Al filo de las 13:00 horas, el contingente de los padres de familia, fuertemente acordonado, llega a la Glorieta de la Diana, mientras a unos 300 metros, en la Glorieta del Ángel, el conteo del 1 al 43, con el grito de “¡Justicia!” retumba en la avenida. La lluvia amenaza, pero miles de capitalinos no dejan de llegar para sumarse a la marcha. Muchos recuerdan a los más de 50 mil ciudadanos que protagonizaron la manifestación de las veladoras, aquella noche del 20 de noviembre de 2014, cuando en la plancha del Zócalo capitalino una enorme imagen de veladoras sintetizó el sentir de todos: “Fue el Estado”. En esta concentración hay menos ciudadanos, más indignación y menos temor ante los grupos de anarquistas o simples provocadores que fueron aislados por los cuerpos policiacos. En el cruce de avenida 5 de Mayo y el Eje Central, a unas cuadras del Zócalo, un grupo de encapuchados lanzó objetos y bombas de humo contra elementos de la Secretaría de Seguridad Pública. La respuesta inmediata de los contingentes fue “No violencia, no violencia”. Otros encapuchados arrojaron petardos y pinturas contra la sede del Senado de la República, en el cruce de Insurgentes y Reforma, pero fueron repelidos muy pronto por granaderos y elementos de la Policía capitalina. “Ni la lluvia ni el viento detendrán el movimiento” Desde las 15 horas, la llovizna se transformó en fría lluvia que bañó a la mayoría de los participantes de la marcha. Pero las consignas no cesaron: “ni la lluvia ni el viento detendrán el movimiento”. En el Hemiciclo a Juárez, una instalación con fotos de los 43 jóvenes normalistas y la imagen del Palacio Nacional en una réplica de cartón es la síntesis de lo que está sucediendo en el Distrito Federal y en varias ciudades del país: Ayotzinapa atrapó el corazón político del país. “Ni la lluvia, ni Peña Nieto, detendrán al movimiento”, remedan algunos integrantes del contingente de los telefonistas. En la plancha del Zócalo continuaron llegando los contingentes de estudiantes, activistas, familias enteras, mientras en la tarima Felipe de la Cruz, vocero de los padres, advirtió que “la mentira histórica fue hecha pedazos por la verdad científica”. “Peña Nieto se volvió a equivocar: vamos a ajustar cuentas contra él y contra sus funcionarios”, advirtió De la Cruz. Y se volvió a escuchar la consigna: “Fuera Peña, Fuera Peña”. “Peña acabará en la cárcel”, remató De la Cruz. Para mediados de octubre, el movimiento de los padres convocó a una convención en Ayotzinapa. Ya no sólo piden encontrar a sus 43 hijos, hacer justicia contra los responsables de la tragedia sino también revocar el mandato del gobierno peñista.

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