Nobel de Química devela lazos entre arte y ciencia, en el FIC

martes, 20 de octubre de 2015 · 20:43
GUANAJUATO, Gto. (apro).- La representación de una molécula o de un conjunto de moléculas puede ser una obra de arte; el matrimonio puede ser, en el fondo, el mayor símbolo de la unión química de los elementos; la música es el arte más abstracto pero tiene la conexión más cercana a nuestras emociones, y el arte y la ciencia tienen necesidad uno de la otra, pues sin ambos la humanidad no puede avanzar. Estos fueron algunos de los conceptos vertidos por el Nobel de Química 1981, el polaco Roald Hoffmann, en su conferencia “La química del arte. El arte de la química”, invitado al Festival Internacional Cervantino (FIC), ante una auditorio conformado en su mayoría por jóvenes estudiantes, en el Teatro Juárez. La atención se centró en este hombre de 78 años, de aspecto afable, quien no ha perdido la pasión por las artes, como no la ha perdido por la transformación de las sustancias, por la química y por la educación, y así hace un llamado a los gobiernos a distribuir mejor los recursos destinados a la ciencia y a la educación científica y artística. Poeta y químico, amante de la música, educador no convencional en diferentes escenarios, artículos y conferencias, Hoffmann halagó el acercamiento del FIC con la ciencia, pues ésta y el arte son necesidades fundamentales del ser humano y para la educación de éste. Además, la ciencia y el arte siempre han tenido una relación fundamental en la vida de Hoffmann. Tanto, que luego de los años del holocausto de la Segunda Guerra Mundial (al que sobrevivió gracias a la ayuda de una familia) y, ya establecido con su madre en Estados Unidos, se atrevió a desafiar al destino que lo obligaba a ser médico cuando en su camino se encontró la historia del arte y la música. Optó, ante la falta de valor para lanzarse a la segunda vereda, por estudiar química, como punto intermedio entre ambos rumbos. Sin embargo, reconoció en la conferencia que el mundo se abrió para él con el arte, y todo inició para él con la poesía en particular, cuando tomó un curso de Renacimiento italiano y otro de poesía en la Universidad de Columbia. En una charla previa sostenida con reporteros, Hoffmann había narrado cómo el laboratorio de un químico no es muy distinto al espacio en el que escribe un poeta. “Cuando escribo un poema tengo que escribir muchos borradores, más que cuando escribo un artículo científico (tiene más de 600 publicados)… soy muy afortunado en hacer ciencia y arte. No sé si soy muy valiente o muy exhibicionista, pero es muy interesante hacer poesía”. En paralelo, cuando Hoffmann conversa con alguien, le es imposible hacerlo sin dibujar moléculas. De todos modos, cree que es más fácil la vida del científico que la del poeta. Su charla siguió la línea de la historia en la que pudo ejemplificar la relación entre artistas y químicos. En la cultura maya los artífices de las pinturas y códices recurrieron a un químico para obtener los colores que utilizaron. “La química es (y lo fue tanto para egipcios como para los mayas) el arte, el negocio, la ciencia de las sustancias y su transformación”, señaló. La alquimia, nacida en China, en Grecia, la India, por lo menos 500 años antes de Cristo, tuvo un vínculo esencial con la filosofía y la cultura, expuso mientras se proyectaron imágenes de libros antiguos, pinturas ancestrales y, claro, moléculas. Estas últimas, obsesión del premio Nobel (obtenido por sus teorías sobre el mecanismo de las reacciones químicas), han requerido de distintas miradas de los científicos. Una de ellas es necesariamente la de cómo representarlas en sus dimensiones. Y el arte ha sido un recurso para ello. Autor de libros sobre química y también poemarios, Roald Hoffmann alterna su agenda entre unos y otros. En el Cervantino, los asistentes a su conferencia recibieron un ejemplar de la edición del Fondo de Cultura Económica (FCE) titulada “Lo mismo y no lo mismo”, un acercamiento con la química como la ciencia que nos acerca al universo. “La poesía surge de la unión de dos palabras y la resonancia que se genera alrededor de las mismas”, dijo a los reporteros, al narrar cómo escribió una poesía después de escuchar una aburrida conferencia, de la que le llamaron la atención dos palabras seguidas (límites libres). Mientras sigue trabajando sobre moléculas de metales pesados bajo intensa presión, Hoffmann aconseja a sus alumnos que no vean la obra maestra como un fin, sino cómo se hizo, cómo se llegó a ella, los borradores y tachones que abonaron a la creación final, que lo mismo puede ser una tabla periódica que el poema “El tigre”, de William Blake. “También nuestra vida está llena de tachones, pero siempre hay posibilidad de hacer una cosa distinta”.

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