'Sobre la educación”

martes, 10 de noviembre de 2015 · 14:45
MÉXICO, D.F., (apro).- ¡Oh, sí!, gran cosa es la educación, inseguros y angustiados vivientes de ese mundo, por lo que el de la firma de la presente está de acuerdo con ustedes cuando piensan que ella es la solución a los problemas que los agobian… ¡Pero cuidado, mucho cuidado!, pues su entusiasmo por la misma puede llevarlos por camino equivocado… o lo que es lo mismo… ahorcarse con la cuerda de la seguridad de su creencia… pues la educación les puede servir tanto para beneficiarlos como para perjudicarlos, por lo que deben saber que enseñar… Al respecto, bueno será recordar a esas mujeres japonesas, las geishas, femeninas exquisitamente educadas… para recreo y satisfacción de los deseos de los hombres de una cultura machista. Lo anterior se lo dice un ser que, obrando lealmente, les entera que tuvo varias facetas fundamentales, que fueron timón y faro de su pensar en sus días de viviente en la Tierra… y que pueden ser criticadas duramente por no pocos en esos sus hoy de ustedes… Por principio, deben saber que servidor fue un partidario acérrimo del hombre común, del pueblo, convencido de que si “se instruye a las masas populares, la tiranía y la opresión sobre los cuerpos y las mentes se desvanecerán como los malos espíritus cuando alborea el día”… Un ser seguro de que… “la difusión de la educación es el hecho que más contribuye a hacer del pueblo el más seguro guardián de sus propias libertades”… pues pensaba que… “la ley no es más que un texto ambiguo”… sobre el que las élites del poder, encargadas de redactarlas, explicarlas y defenderlas, hay la posibilidad… y ustedes, lectores de la presente me dirán si no es así… de que no falten “los que la manipulan para que adquiera cualquier significado que su malicia quiera darle”… posibilidad… tantas veces hecha realidad... ¿o no es así? Esos hechos llevaron a su servidor, por su abundancia, al convencimiento de que… “no hay gobierno que pueda mantenerse incorrupto si no está bajo la fiscalización del pueblo”… persuadido de esa verdad, escribí lo siguiente: “Los funcionarios de todos los gobiernos son propensos a disponer a su antojo de las libertades y los bienes de sus electores. No hay depositario más seguro de unas y otros que no sea el pueblo mismo”… De acuerdo con ese pensar, servidor también expresó: “Yo estoy convencido que en el buen juicio del pueblo hallaremos siempre la mejor de la armas. Puede extraviarse en un momento dado, pero pronto vuelve por sí mismo al buen camino. “El pueblo es el único censor de sus gobernantes, y hasta sus errores contribuyen a mantener a éstos fieles a los principios de las instituciones. Reprimir sus errores con severidad excesiva equivaldría a suprimir la única salvaguarda de las libertades públicas. La manera de evitar esas anomalías es suministrarle plena información sobre los asuntos que le conciernen… por medio de la prensa (en caso de ustedes, los vivientes de ese su mundo globalizado, los diversos medios de comunicación)”… sin que, por supuesto, sean censurados y menos reprimidos. Todo lo anterior, cuando va entre comillas, puede leerse en diversas cartas que, en vida, dirigí a amigos y a otras personas. Hoy las repito por creerlas de interés para su existir, no ignorando que no faltarán quienes las califiquen esas palabras tachándolas de populismo. Usted, amable lector, que me ha seguido hasta aquí, ¿qué piensa? Volviendo al tema de la presente, servidor consideró que una de las materias para instruir y armar a los hombres del pueblo con los argumentos necesarios para defender sus libertades y derechos, era la de historia… siempre que su enseñanza se hiciera de manera crítica y tuviera por base la defensa de las libertades del hombre del pueblo, pues de esa manera de enseñárselas haría del mismo el más seguro guardián de sus propias libertadas, ya que como señalé en mis Notas sobre Virginia… “la historia, al instruirle sobre el pasado, le capacitará para discernir el futuro; le suministrará la provechosa experiencia de otras edades y obras naciones; le habilitará la provechosa experiencia de otras edades y otras naciones; le habilitará para enjuiciar las acciones y los designios de los hombres; le pondrá en condiciones de reconocer a la ambición bajo cualquier disfraz que adopte y de frustrar sus intenciones. En todos los gobiernos de la tierra se hallan latentes debilidades humanas, gérmenes de corrupción y vileza, que la astucia descubre la maldad cultiva y explota. Todo régimen degenera cuando está confiado solamente a los gobernantes del pueblo. Sólo el pueblo mismo es, por lo tanto, el único depositario seguro de sus derechos. Y para que lo sea todavía más, hay que proporcionarles cierto grado de instrucción. No es esto, claro está, todo lo necesario, pero sí lo esencialmente indispensable”. A pesar de todas las descalificaciones que puedan hacer a estas mis palabras, estén seguros de que cuentan con mi buena voluntad. THOMAS JEFFERSON

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