Su fortuna, fruto de la expoliación

viernes, 20 de noviembre de 2015 · 10:15
Madrid.- En el edificio señorial de la calle Hermanos Becquer 8, en el exclusivo barrio Salamanca, es habitual ver salir o llegar a Carmen Franco Polo, discreta, en el asiento posterior de un lujoso vehículo conducido por un chofer. La hija de Francisco Franco es la máxima responsable de manejar los recursos de la fortuna heredada por el dictador. Con el apoyo de su hijo, Francisco Franco Martínez-Bordiú (invirtió el orden de sus apellidos para destacar el de su abuelo), la mujer de 89 años controla desde esta fortaleza, donde tiene su domicilio, un entramado de 50 sociedades con los que maneja el patrimonio inmobiliario y los negocios de la familia. A 40 años de la muerte del dictador, la cifra real del patrimonio de esta familia sigue siendo desconocida, aunque existen cálculos de historiadores, como Ángel Viñas, que la estima en 388 millones de euros; o Mariano Sánchez Soler que lo valora en mil millones de euros. En noviembre de 2012, gracias al acceso que tuvo al archivo documental de la Memoria Histórica de Salamanca, el semanario Tiempo publicó cómo esta familia es inmune a la crisis y entonces valoraba en 314 millones de euros la fortuna de los Franco. Sánchez Soler aclaró, en entrevista en el programa El intermedio del canal La Sexta, en septiembre de 2014, que la dificultad para hacer un cálculo definitivo estriba en que no se conocen todas las propiedades en el extranjero o las cuentas en Suiza. Lo que sí ocurrió, denuncia, es que la transición dejó atajos para que esa fortuna se preservara y el Ministerio de Hacienda nunca ha molestado a los miembros de esta familia durante los gobiernos de la democracia. El mito de la austeridad La propaganda del régimen dictatorial presentó a Franco como un hombre austero, pero en opinión del historiador Julián Casanova, eso es “un mito”. “Cada vez nos resulta más evidente que actuaba como dueño de un cortijo (…) su relación con el dinero resulta exagerada, contando todos sus privilegios y prebendas”, dijo Casanova en marzo pasado en un reportaje publicado por el diario El País. Dicho reportaje reveló que el sueldo del militar en 1935, el año previo al golpe de Estado, equivaldría a 5 mil 261 euros actuales, según documentos consultados de la fundación José María Castañé. En plena guerra civil, el general obtuvo prebendas y donaciones de quienes vieron peligrar sus bienes durante el gobierno de la Segunda República y que actualmente la familia mantiene como parte de sus bienes. “En noviembre de 1937, recién proclamado generalísimo, Franco obtuvo por sus méritos de guerra su primera finca”, escribe Sánchez Soler en su libro Los Franco S. A. El millonario José María Palacio y Abarzuza, conde de Almenas, sin descendencia, redactó su testamento a favor de Franco, “aunque no tengo el gusto de conocerle, por su grandiosa reconquista de España”, según el documento del Registro de la Propiedad de San Lorenzo de El Escorial. Así, el dictador se hizo con la finca el Canto del Pico, de 820 mil metros cuadrados, coronada por la Casa del Viento, que se convirtió en un santuario del general y su familia. Pero su tierra, Galicia, no podía ser menos generosa con él. En 1938, en plena guerra, se le regaló como residencia veraniega el Pazo de Meirás, con sus 3 mil metros cuadrados de edificación estilo medieval y 10 mil metros cuadrados de finca. El contenido del pergamino publicado en el libro citado, señala: “El día veintiocho de marzo de nuestro segundo año triunfal, año del Señor de 1938, la ciudad y provincia de La Coruña hicieron la ofrenda-donación de las torres de Meirás al fundador de nuestro Imperio, Jefe de Estado, Generalísimo de los Ejércitos y Caudillo de España, Francisco Franco Bahamonde”. Una comisión de notables gestionó la operación, entre sus miembros destacaban el jefe de la Casa Civil de Franco, Julio Muñoz Aguilar, y el banquero Pedro Barrié, quien también consiguió para el dictador el palacio de Cornide, y a quien Franco impuso el título de conde de Fenosa, en alusión a la empresa eléctrica del mismo nombre y que en democracia se fusionó como Unión-Fenosa. El esquema para financiar la donación incluyó una “suscripción obligatoria impuesta a los funcionarios públicos”, a quienes durante un año les descontaron de su nómina mensual. Sánchez Soler se pregunta, ¿quién podía negarse en aquel III año triunfal a “sacrificarse” un poco por el generalísimo? En 2008, el Pazo de Meirás, el mayor símbolo del poder de Franco, fue declarado Bien de Interés Cultural, con la oposición de la familia. Esto los obliga a abrir al público una vez al mes los jardines de la monumental finca. “Business are business” La adquisición de la finca de Valdefuentes está relacionada con los fondos que el dictador se apropió de los donativos para su causa recaudados durante la guerra. Invirtió 10 millones de pesetas, 2.5 millones de las cuales fueron para adquirir la finca y el resto para equipamiento. En 2012 el semanario Tiempo calculó que su valor sería de unos 2 mil 500 millones de euros, si se calcula el rendimiento de sus actividades. La sociedad Valdefuentes, dueña de la inmensa finca agrícola ubicada entre las comunidades madrileñas de Móstoles y Arroyomolinos, logró recalificar los terrenos por urbanizables y construyó el parque comercial Xanadú, con la mayor pista de esquí cubierta de Europa, dice la publicación. La recalificación del terreno disparó su el valor de 1.6 millones a 20 millones de euros, en 2002. Los Franco tuvieron como socio temporalmente a Fidel San Román, un constructor implicado en la trama de corrupción Malaya (Marbella). En 2007 la empresa consiguió una ganancia de 23.9 millones de euros. El domicilio de Hermanos Becquer es también la sede de la inmobiliaria Fiolasa, creada en abril de 2002, con un capital de 10 millones de euros. Desde esta sociedad la familia maneja un entramado que incluye empresas como Carce, Aparcamientos Atocha, Caspe, Proazca o Promociones del Suroeste y Sargo Consulting, esta última que luego abandonó. Tanto los estacionamientos públicos como los privados son uno de sus negocios más seguros. El nieto del dictador dispone de una decena, gestionados por la sociedad Comerzia, Aparcamientos Atocha y Estacionamientos Urme, todos bajo la sombrilla de la empresa Proazca. El historiador Ángel Viñas documenta en su nuevo libro La otra cara del caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco (Crítica), cómo el dictador y el régimen usaron fondos públicos para el enriquecimiento personal del dictador, lo cual demuestra sus prácticas corruptas. Echa por tierra la imagen de austeridad que la propaganda franquista sembró y descubre cómo se hizo millonario inspirado en el modelo nazi para expoliar, en especial durante la guerra y la posguerra. La más ejemplificadora es la llamada Operación Café, con la cual el dictador se benefició de la venta de 600 mil kilos de café donados por el dictador brasileño Getulio Vargas para financiar su causa hacia el final de la guerra civil. El grano donado por el Departamento Nacional del Café de Brasil en 1939 fue conducido a través de una serie de intermediarios, incluidos diplomáticos franquistas, con lo cual obtuvo una ganancia equivalente a 85.6 millones de euros de 2010. Todo fue a su bolsa. También documenta cómo durante la guerra, Franco recibió un sueldo pagado por la Compañía Telefónica Nacional de España, lo que hoy es Telefónica, que equivale a 114 mil 200 euros de 2010. Estos casos respaldados con documentos de los archivos que estudió el autor, quien ofrece un duro retrato del dictador frente a la estructura social de su régimen, donde los trabajadores siempre fueron productores, una creación extraída de la “doctrina fascista” en la que “no existían las disensiones” y donde “el ascenso social pasaba por el peaje del Estado, es decir, del caudillo, quien daba o quitaba”. En una entrevista del 22 de septiembre pasado con el diario El Mundo, Viñas define al de Franco como “uno de los regímenes más corruptos de la historia de España”. El 7 de abril de 1978, tres años después de muerto el dictador, su hija fue acusada de contrabando al ser sorprendida en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, con un bolso donde transportaba 38 medallas y condecoraciones de su padre con destino a Suiza. Aunque funcionarios públicos intentaron deslindarla de los hechos, fue inevitable que pagara una multa de 6.8 millones de pesetas por intentar sustraer objetos de valor histórico, pese a que ella alegó ante los guardias civiles que viajaba a Suiza para fundir esas condecoraciones para hacerse un reloj. En 1980 la sentencia fue anulada, pero para los historiadores el hecho dio más sustento a quienes aseguran que parte de la fortuna de los Franco puede estar oculta en el extranjero.

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