Lo que Occidente no entiende del Estado Islámico

viernes, 4 de diciembre de 2015 · 08:24
Una ofensiva occidental contra el Estado Islámico sólo alimentará la llegada a Siria e Irak de combatientes fanáticos de todas partes del mundo con el propósito de prolongar indefinidamente “la guerra santa”, advirtió en marzo pasado el periodista y analista canadiense Graeme­ Wood en un amplio reportaje publicado por la revista Atlantic.­ Sin embargo, añadió el especialista, Occidente comete errores básicos a la hora de combatir a esta organización fundamentalista, pues aún no acaba de entender sus motivaciones profundas. MÉXICO, DF (Proceso).- A nueve años del surgimiento del Estado Islámico (EI), el mundo occidental todavía no entiende la esencia “religiosa, medieval y milenarista” del grupo, que se convirtió en la segunda organización terrorista más letal del mundo en 2014 –detrás de Boko Haram, su aliado nigeriano– y ejerce un control totalitario sobre una región más extensa que el Reino Unido. Occidente no entiende que los integrantes del EI combaten para la gloria y la expansión del “califato”; su lógica es suicida pues creen que son actores de una profecía apocalíptica; y una invasión extranjera sería un regalo para los ideólogos de la yihad, pues garantizaría la llegada de combatientes de varias partes del mundo. Estas son algunas de las conclusiones del académico y periodista canadiense Graeme Wood tras una amplia investigación que la revista The Atlantic publicó en su edición de marzo pasado con el título Lo que el EI quiere realmente. “Muchos (en Occidente) se niegan en pensar que este grupo es tan devoto como pretende o tan retrógrado o apocalíptico como lo sugieren sus acciones y declaraciones”, planteó Wood. E ironizó: “Cuando un verdugo enmascarado dice ‘Alahu Akbar’ mientras degüella a un apóstata, a veces lo hace por razones religiosas”.­ Los gobiernos occidentales, subrayó, tienen una visión monolítica de los movimientos yihadistas, y a través de ella asociaron el Estado Islámico con Al Qaeda. Sin embargo, si bien el EI germinó al amparo de Al Qaeda durante la invasión estadunidense a Irak –ambos grupos comparten la ideología salafísta, la cual aboga por el regreso a un Islam “original”–, sus caminos ya se separaron. La organización que dirigió Osama bin Laden hasta su asesinato en Pakistán, el 2 de mayo de 2011, consiste en una red de células autónomas geográficamente dispersas y actúa “como un movimiento político clandestino”. “Bin Laden hizo del terror una corporación y lo vendió como franquicia. Requería concesiones políticas específicas, como el retiro de las fuerzas estadunidenses de Arabia Saudita. Sus soldados navegaban en el mundo moderno con naturalidad. Durante su último día entero, Mohamed Atta (uno de los pilotos suicidas que estrelló un avión contra una de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001) fue de compras a Walmart y cenó en Pizza Hut”, subrayó Wood. Los líderes de ambas organizaciones (Al Qaeda y EI) divergen sobre varios puntos, resaltó el investigador. Entre otros, no concuerdan en la calificación de otros musulmanes como tafkir (apóstatas). Se supone que un musulmán es apóstata cuando reniega el carácter sagrado del Corán o de las profecías de Mahoma. De acuerdo con Wood, si bien Al Qaeda mantiene una actitud relativamente reservada respecto a la apostasía, el EI amplió los criterios por los cuales un musulmán salió del Islam: “Vender alcohol o drogas, vestir prendas occidentales, rasurarse la barba o votar en una elección”, entre otros. La lógica genocida del EI reside en la condena a muerte contra los apóstatas a fin de purificar el mundo. Prueba de ello son “los asesinatos individuales que ocurren casi constantemente en la región (que controla) y las ejecuciones en masa cada pocas semanas”. Según el EI, toda la población chiita del mundo –alrededor de 200 millones de personas– es apóstata, pues la secta agregó elementos al Corán, el cual es –en la lógica fanática– divino y, por lo tanto, perfecto. Del mismo modo, todos los hombres de Estado de los países musulmanes son herejes, pues sustituyen con la ley de los humanos a la ley divina. Si bien el presidente estadunidense Barack Obama declaró el año pasado que el EI “no era islámico”, el académico sostiene que, al contrario, el grupo tiene una lectura muy literal de ciertos textos del Islam: el Corán y los hadith, los miles de escritos atribuidos al profeta Mahoma. A diferencia de la casi totalidad de los musulmanes del mundo, los fanáticos quieren aplicar esos textos tal y como fueron redactados en la primera mitad del siglo VII, incluyendo la adopción de medidas drásticas, como la crucifixión, la esclavitud de los paganos o las decapitaciones. “(El EI) atrajo psicópatas y aventureros, muchos de ellos provenientes de las poblaciones marginadas de Medio Oriente y Europa. Pero la religión que predican sus seguidores más ardientes deriva de interpretaciones del Islam coherentes”, sostuvo Wood. Subrayó que los dirigentes del EI adoptan sus decisiones y leyes con base en la “metodología profética”, es decir, de la manera más cercana a la supuesta profecía de Mahoma. El califato Wood planteó que la razón de ser del EI reside ahora en el califato, una entidad política dirigida por un califa que, según la ley sunita, debe ser un descendiente de Mahoma –un quraysh– con alta probidad moral e integridad física y mental. Existe otra condición esencial: debe tener autoridad sobre un territorio. Sin territorio no hay califato. En ello, el califa aplica la sharia, la cual prevé castigos corporales heredados de “tiempos medievales” –“latigazos por beber alcohol o fornicar, lapidación por adulterio”–, pero también programas sociales que, según los apólogos del EI, incluyen la repartición gratuita de comida y vivienda, entre otros. Según los fanáticos, todos los “verdaderos” musulmanes tienen el deber de emigrar hacia el territorio donde el califa aplica las leyes del Islam y servir al líder. El 30 de junio de 2014, tras la conquista de Mosul –la tercera ciudad más importante de Irak–, el teólogo y yihadista iraquí Abu Bakr al-Baghdadi, quien se presenta como descendiente de Mahoma, proclamó el califato en los territorios conquistados por el EI en Levante. Para sus seguidores, Al-Baghdadi se convirtió en el octavo de los 12 califas legítimos que auguran las profecías. Lo anterior desencadenó la llegada masiva a Siria e Irak de aspirantes a la yihad provenientes de todas las partes del mundo, lo que Wood calificó como “un flujo de extranjeros dispuestos a abandonar todo en su casa por una dosis de paraíso en el peor lugar de la Tierra”. De acuerdo con el Índice de terrorismo 2015, que publicó el Instituto por la Economía y la Paz el martes 17, cerca de 27 mil combatientes extranjeros estaban en Irak y Siria el año pasado, casi el triple que en 2013. Cinco mil de ellos venían de Túnez, 2 mil 500 de Arabia Saudita y 2 mil de Jordania y Francia. Apocalipsis A diferencia de Al Qaeda y Bin Laden, los fanáticos del EI proclaman constantemente la inminencia del fin de los tiempos y esperan la llegada del Mahdi (mesías) que, según ellos, encabezaría una fase de conquista del Islam, hasta derrotar al “ejército de Roma” –el ejército infiel– acampado en la ciudad siria de Dabiq. Según los fanáticos, los soldados del califato saquearían luego Estambul. De Irán llegaría Dajjal, un “antimesías” que replegaría a los combatientes del califato en Jerusalén. Ahí, al borde de la derrota, Jesús haría su aparición en la Tierra y llevaría a los musulmanes hasta la victoria. Por ello, explicó Wood, en agosto de 2014 los yihadistas dedicaron muchos esfuerzos en la conquista de Dabiq, una pequeña localidad rural “nada estratégica” de 3 mil habitantes, 44 kilómetros al norte de Alepo, Siria, cerca de la frontera con Turquía. De acuerdo con el académico, un gran número de militantes del EI pusieron Dabiq como imagen de sus avatares en las redes sociales. “Se pueden imaginar grandes batallas aquí”, señaló uno de ellos. En noviembre de 2014, en uno de los videos de decapitación que difundió el EI, un verdugo con el rostro cubierto alza la cabeza del joven trabajador humanitario británico Peter Kassig y declara: “Aquí estamos, sepultando el primer cruzado americano (sic) en Dabiq; esperamos con impaciencia que llegue el resto de su ejército”. La revista de propaganda que difunde el EI en inglés se llama Dabiq. “Que el EI conserve, como dogma, el cumplimiento inminente de la profecía nos da al menos el carácter de nuestro oponente. Está dispuesto a celebrar su propia destrucción próxima y a permanecer confiado, aunque esté cercado, de que recibirá socorro de Dios si sigue el modelo profético”, precisó Wood. Guerra perpetua Al declararse califa –título que le confiere la obediencia ciega de sus súbditos–, Al-Baghdadi se comprometió a aplicar la sharia y a llevar a cabo la “yihad ofensiva”, es decir, la guerra perpetua para expandir el territorio del califato hacia las regiones controladas por quienes el EI considera no musulmanes. Uno de los métodos para lograrlo es el terror, una herramienta que sirve para “apurar la victoria y evitar que el conflicto se prolongue”. Sin embargo, Woods estimó que el mundo occidental no representa el objetivo inminente del EI. Recordó que en noviembre de 2014 Al-Baghdadi ordenó a sus agentes sauditas: “Ocúpense primero de los rafida (chiitas)… luego los al-sulul (apoyos sunitas a la monarquía saudita)… antes de los cruzados y sus bases”. La lógica profunda del califato es suicida: no puede permanecer en paz ni reconocer fronteras; tampoco puede involucrarse en la diplomacia o la democracia ni admitir una organización internacional como la ONU. Eso se considera apostasía, y el culpable sería el califa. En este caso, sus fanáticos lo considerarían fuera del Islam, lo que le costaría la vida. “El EI ve enemigos en todo su alrededor (…) no tiene ningún aliado y su ideología asegura que esta situación permanecerá. El territorio que controla, si bien es extenso, es inhabitado y pobre.” De acuerdo con el académico, el tiempo es, quizá, la única forma de derrotar al EI. “Cada mes que no logra expandirse, el califato se parece menos al Estado conquistador del profeta Mahoma; parece más bien otro gobierno del Medio Oriente que fracasa en llevar prosperidad a su pueblo”. Wood explicó que si los dirigentes de Occidente escuchan a las corrientes más militaristas y derechistas de sus países e invaden los territorios controlados por el EI, alimentarían la sensación de que el mundo occidental está llevando a cabo una cruzada contra el musulmán. Esto garantizaría la llegada de nuevos adeptos para el EI. “Los riesgos de escalada son enormes. El partidario más ferviente de una invasión de Estados Unidos es el propio EI. Los videos provocativos, en los que un verdugo se dirige hacia Barack Obama por su nombre, están obviamente destinados a atraer a Estados Unidos al combate. Una invasión resultaría en una enorme victoria propagandística para los yihadistas en el mundo”, aseveró. Y recordó que el EI nació y creció en los escombros de un Irak invadido por Estados Unidos.

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