El AICM: para áreas verdes, sugiere Joan Clos de ONU-Hábitat

viernes, 4 de diciembre de 2015 · 21:40
MONTREAL (apro).- “Algunas ciudades han convertido a antiguos aeropuertos en áreas verdes y también han servido para corregir la densidad urbana”, responde Joan Clos con toda su experiencia al preguntarle sobre las instalaciones del aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México una vez que el nuevo proyecto en Texcoco quede finalizado. Clos agrega al respecto: “No es mi función dictar soluciones concretas a un gobierno, pero es oportuno revisar lo que otras ciudades del mundo han hecho con casos similares. Después las autoridades mexicanas decidirán bajo los marcos democráticos”. Joan Clos (Barcelona, 1949) es actualmente Director Ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat), cuyo principal objetivo es promover la mejora de las condiciones de vida de los habitantes de las ciudades a través de un desarrollo sustentable. Fue alcalde de Barcelona de 1997 a 2006 y después ocupó el puesto de Ministro de Industria, Comercio y Turismo de España durante dos años. Clos participó los pasados 6 y 7 de octubre en la Conferencia de Montreal sobre Áreas Metropolitanas en donde un grupo de alcaldes, investigadores y representantes de organismos multilaterales dialogó sobre los retos sociales, económicos, medioambientales y culturales de las urbes de hoy, en el marco de una serie de eventos preparatorios para HABITAT III la Conferencia de Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sustentable que se realizará en Quito en octubre de 2016. En su visita a Montreal Clos concedió una entrevista a Apro sobre temas relacionados con la Ciudad de México y respecto a los desafíos que enfrentan los grandes centros urbanos en el siglo XXI. --¿Qué distingue a la Ciudad de México en su agenda de desarrollo urbano en comparación con otras del orbe? --La gran ciudad mexicana es conocida en todo el mundo, evidentemente, por su extensión, pero también por sus retos ambientales y por el papel que juega en la estructuración del país. Subrayo el coraje que en su momento demostró en su lucha contra la emisión de partículas contaminantes con el apoyo del doctor Mario Molina, algo que fue recibido muy favorablemente a nivel internacional. “Pero como sucede en todas las grandes urbes, la Ciudad de México enfrenta sus propios problemas. Pensemos que las ciudades nunca son un trabajo terminado, se transforman de acuerdo al cambio social. Es un proceso siempre en construcción, es un organismo vivo que reacciona a las necesidades de la población, a los modelos económicos y políticos. Por eso es algo tan apasionante porque justamente una ciudad nunca está quieta. --En algunos casos, especialmente en China, vemos que las nuevas ciudades se están planeando tomando en cuenta diversos factores. En cambio en México los proyectos se tienen que implantar en urbes que se han ido expandiendo. ¿Cómo hacer frente a este reto de manera efectiva? --Como su nombre lo indica, las ciudades rápidas tienen esa particularidad de construirse en muy poco tiempo, a diferencia de muchas que se han desarrollado durante décadas o siglos. Esto conlleva una serie de puntos fundamentales: el planeamiento urbano debe estar bien hecho al igual que la organización jurídica y los modelos financieros que las sustentan. Los “new towns” y las ciudades históricas son entonces dos modelos distintos aunque en ambos hay que pensar siempre en construir o reforzar los tres pilares de la organización: el ordenamiento jurídico, el diseño urbano y la estructura financiera. Ya sea una ciudad nueva o si se trata de una extensión, si alguno de estos pilares falla, surgen los grandes problemas. “Otra cosa que ocurre es que en las ciudades que crecen por agregación histórica –como las mexicanas- se rebasan frecuentemente las barreras jurídicas, es decir que abarcan a más de un municipio o de una entidad, así que lo que sucede es que hay diferente legislación por lo que el modelo de ordenamiento del espacio, de las normas y de las finanzas se segmenta y esto provoca muchos problemas de integración urbana. En nuestra reunión en Montreal estamos discutiendo eso: ¿qué capacidad tenemos de adaptar las fronteras jurídicas a la realidad urbana? No es un tema baladí ya que representa uno de los mayores retos de las grandes ciudades y esto dificulta tener una visión estratégica compartida”.   Los terrenos del aeropuerto --En septiembre de 2014 se hizo público el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México que se ubicará en Texcoco. Hay una disputa entre el gobierno federal (dueño de los terrenos del actual aeropuerto) y el del DF (que decide sobre el uso de suelo) respecto a qué se hará cuando las actuales instalaciones del aeropuerto ya no se utilicen. Hay propuestas para convertir este espacio en un pulmón para la ciudad, en zonas habitacionales y en foros educativos y culturales. ¿Qué considera usted que se debería hacer en estas instalaciones? --No es mi función como director de ONU-HABITAT dictar soluciones concretas a un gobierno pero es oportuno revisar lo que otras ciudades del mundo han hecho con casos similares. Hay diversos ejemplos para tomar en cuenta. Algunas ciudades han convertido a antiguos aeropuertos en áreas verdes y también han servido para corregir la densidad urbana. Después las autoridades mexicanas decidirán bajo los marcos democráticos. No es un tema de poca importancia. --¿Y cómo proteger a este proyecto de los intereses privados desmedidos, especialmente los del ramo inmobiliario? --Esto depende por supuesto de la calidad de la gobernanza democrática. La colaboración público-privada es necesaria en la economía moderna. El sector privado contribuye en gran medida con inversión y fuentes de trabajo, pero claro, la administración pública tiene que ser fuerte, establecer sus prioridades, mostrar transparencia y las negociaciones entre los actores deben ser conocidas. --Los presidentes municipales mexicanos están en el cargo tres años y no está permitida su reelección consecutiva (aunque cabe señalar que el periodo del gobierno del DF es de seis años). ¿Qué impacto tiene esto en los planes de desarrollo citadinos cuando en el resto del mundo los periodos duran más tiempo y con posibilidad de reelección inmediata? --Los ciclos de inversión urbana casi siempre son mayores de tres años. Si uno quiere hacer una buena política de transformación estratégica de una ciudad, se necesita estabilidad. Esto se consigue a base de que los gobiernos locales puedan tener mayor continuidad; en otros casos a través de estructuras supramunicipales donde se busca y consigue esta estabilidad. “El tema de la duración de los mandatos municipales como sabemos en el caso mexicano está relacionado con lineamientos constitucionales. Creo que la Constitución debe estar al servicio de la población y no al revés. Lo importante es que se encuentren dentro del proceso democrático las funciones que se adapten a las necesidades cambiantes de la realidad, y la realidad es que las ciudades son muy significativas económicamente, generan mucha prosperidad, empleo, son un elemento crucial del futuro económico de los países. Si una manera de funcionar no está teniendo resultados, hay que mejorarla, sustituirla o ampliarla; es necesario empeñarse en ello. No se puede negar la evidencia de que las realidades urbanas cambian con el tiempo.   La informalidad, “un asunto delicado” --¿Cuál es la postura de ONU-HABITAT respecto a la lucha en contra de la economía no regulada en las ciudades? Citemos por ejemplo los mercadillos informales y los talleres no registrados, situaciones muy presentes en las urbes mexicanas… --La ONU tiene una postura muy concreta sobre la lucha en contra de las actividades ilegales. En este caso, específicamente en cuanto a actividades alegales o paralegales, las soluciones son menos claras y es un asunto delicado ya que sabemos que mucha gente vive de estos trabajos en las ciudades. Muchas veces una pretensión demasiado expeditiva para luchar contra un problema sin ofrecer alternativas puede terminar en un desastre. Por dar un ejemplo, si se planea una demolición de barrios informales y no hay alternativas que se desarrollen antes, los resultados no son buenos. Lo que se requiere es un proceso de construcción política de instituciones, de transformaciones jurídicas para ir normalizando la actividad económica y social y, sobre todo, los medios de vida de la población. En aras de la lucha sistemática contra la pobreza -un pilar de la ONU-, lo que sugerimos a los Estados es que adapten sus legislaciones para transformar estas realidades para bien y sin producir daños colaterales. --¿Cómo conciliar la mejora en la vida de los habitantes de las grandes urbes sin que esto aumente las asimetrías con los pobladores de ciudades pequeñas? --Se puede aprender mucho al respecto revisando las experiencias de otros países, por ejemplo creando ciudades intermedias, optando por alternativas urbanas diferentes. Ahora bien, para esto se requiere una política nacional urbana. Si uno quiere otras políticas de asentamientos distintas a la constante de que la gente se muda a las grandes ciudades, es necesario tener una política activa a nivel nacional donde se incentiven los modelos alternativos. Esto se da en los grandes países, por ejemplo en Alemania, con un interés nacional y federal para desarrollar políticas urbanas sin pensar en las megaciudades. Estas políticas requieren atención y dinero. Los economistas geográficos en los años noventa demostraron que sin políticas de subvención a las ciudades intermedias, los movimientos migratorios conducen a la gente a los grandes centros urbanos. ¿Qué debemos hacer para que las ciudades estén mejor representadas a escala global y para que aumenten su margen de maniobra? --La organización municipal es un tema nacional, al fin y al cabo. En la ONU respetamos el derecho de cada país a organizarse como quiera. Pero es cierto que hay una voz a nivel internacional donde las ciudades piden más espacio político, más recursos. Me parece que es un movimiento muy interesante. Las ciudades tienen mucha responsabilidad delante de los temas que afectan más a la población de manera cotidiana. Por lo tanto suele acabar siendo bueno para la nación dar más poder a los municipios. “De hecho, cuanto más desarrollado es un país, más poder suele tener la administración local como reconocimiento de un pacto explícito entre intereses compartidos. Si el Estado se empeña en tener todas las competencias, también tendrá todas las quejas, así que opta por una fórmula donde se puedan compartir responsabilidades y poder. --¿Qué programas deberían poner en marcha las grandes urbes para prepararse ante los impactos del cambio climático? --Las grandes decisiones y las más urgentes no las deben tomar las ciudades sino los gobiernos nacionales respecto al mercado del carbono y a propósito de los modelos energéticos en cada país. Las decisiones que hay que tomar en cuanto a energía fósil tienen que ver con el mercado de la energía. Las ciudades emiten muchos gases porque consumen la energía que se les ofrece. Si se ofrecen otras posibilidades, las ciudades dejarán de emitir CO2. No nos hagamos un lío pensando que las ciudades tienen esa responsabilidad. En primer lugar es una responsabilidad de petroleras y de gobiernos nacionales que incentivan el consumo de energías no renovables. “Una vez dicho esto, las ciudades pueden hacer algo también dentro de sus posibilidades: planificar mejor, ser menos densas, fomentar el uso de bicicletas, optar por construcciones ecológicas, pero el gran cambio tiene que ver con acuerdos y reglamentaciones a mayor escala”.

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