Con "Sacrificio" arranca la trilogía del Proyecto Leñero

jueves, 21 de enero de 2016 · 11:02
Hoy jueves 21 la Compañía Nacional de Teatro estrenará la obra Sacrificio, primera parte del Proyecto Leñero, una trilogía montada por Estela Leñero y Luis de Tavira y basada en Pueblo rechazado, Los albañiles y El juicio de León Toral, de Vicente Leñero. Las puestas en escena están concebidas como un homenaje a quien fuera escritor y subdirector de Proceso, a un año de su fallecimiento. MÉXICO, DF (Proceso).- Ha sido un arduo trabajo el de la Compañía Nacional de Teatro (CNT) para llegar al estreno de la ambiciosa trilogía de Vicente Leñero que su director, Luis de Tavira, anuncia ya para la noche de hoy jueves 21 en el Teatro Julio Castillo. Se quería para la primera semana de diciembre, al cumplirse un año de la partida del prolífico narrador, dramaturgo, guionista y periodista. Entonces sólo se alcanzó a presentar un working progress a puerta cerrada donde la obra corrió íntegra. Pero al fin está lista la primera parte, Sacrificio, aproximación interpretativa a tres de sus piezas: Los albañiles, Pueblo rechazado y El juicio de León Toral. El Proyecto Leñero, así designado por los autores de la dramaturgia, el propio De Tavira y Estela Leñero, creadora como su padre, se basará en varias obras de éste para las dos puestas restantes. De manera que lleguen a presentarse en temporada, juntas, una el viernes, otra el sábado y la tercera el domingo. En su oficina de la CNT, De Tavira –quien formó dupla con Leñero en varios montajes que recibieron censura como Martirio de Morelos (1983) y Nadie sabe nada (1994)– se remonta al origen de este “ensamblaje”: “Es un espectáculo en tres partes que todavía en vida de Vicente pude proponerle y que en principio le pareció muy bien, lo que me dio muchísimo gusto porque sentí a Vicente una vez más entusiasmado porque se montara su teatro. Lo que yo le planteaba no era que la Compañía, como asignatura que tenía, escenificara alguna obra de Vicente, sino yo le planteaba armar un espectáculo que hiciera un recorrido a través de su dramaturgia para de alguna manera mostrar la visión de México que sin duda él va articulando durante su obra dramática, una visión muy dolorosa o muy adolorida, entrañable, de un México poco visitado, una visión de alguna manera sumamente original en muchos rasgos, insólita, pero que como yo lo entiendo o lo leo es una respuesta al reto que planteó Rodolfo Usigli a la generación que lo sucedía. “Cuando Usigli planteaba frente a los reproches de Samuel Ramos una cultura mexicana incapaz de objetivar a la nación, una nación incapaz de objetivar a México, Usigli recoge, lanza el reto a la generación de los nuevos dramaturgos que irrumpen en los cincuenta, planteando la necesidad de que México aparezca en la alta dimensión del teatro. Sin duda ninguno de los discípulos directos de Usigli asumió tan cabalmente este reto como Vicente (que no fue discípulo directo). Acordamos que haríamos un equipo de dramaturgia para ensamblar esta idea, entonces este equipo lo formamos Estela Leñero, José Ramón Enríquez y yo.” En el mismo sentido –refirió–, la CNT armó el proyecto en homenaje a Luisa Josefina Hernández, “seis obras, no una, seis obras de su saga”, y para este 2016 se hará otro similar con obras de Elena Garro por el centenario de su nacimiento: “Creo que es lo que le toca hacer a esta Compañía, más que montar una obra ofrecer la visión de una dramaturgia, urge que nuestros jóvenes se apropien de esas obras y las vean, esta es la idea. “Tal ensamble o montaje suponía la lectura de las obras por parte del espectador, y pensamos que uno de los propósitos mayores de este homenaje era una invitación sobre todo a los jóvenes al conocimiento de esta obra que Vicente ha legado a nuestro teatro y no necesariamente a aquellos que ya conocen sus obra que, en todos los casos, salvo rarísima excepción, se estrenaron, y la mayoría con enorme éxito. “Tratamos de entrar en un enclave: Una de las virtudes mayores de la dramaturgia de Vicente proviene de su perspectiva de ingeniero, es un ingeniero, su drama sucede en escenarios topográficos o ubica con gran riqueza topográfica sus escenas de manera original e insólita, una obra en construcción, el claustro de un convento, qué se yo, los siete escenarios de Nadie sabe nada, en un camino hacia la simultaneidad. Se nos ocurrió partir de esa idea y de la gran metáfora que está en Los albañiles como el edificio en construcción, el país en construcción, México como un proyecto en construcción; pero al mismo tiempo esto resuena de otra manera si escuchamos advertir al analista en Pueblo rechazado que dice “usted lo ha querido, destruyamos el templo”, o el Jesús Gómez, el Jesucristo Gómez que refiriéndose a su muerte dice ‘destruyan este templo (refiriéndose a su cuerpo) y yo lo reedificaré en tres días’, en fin, alrededor del edificio empiezan a verse rutas que convergen y las planteamos en tres partes.” De ahí que la escenografía para El sacrificio juegue con el edificio de Los albañiles en el diseño de Philippe Amand: “Buscamos la interlocución interior y la fuimos encontrando entre tres obras, Los albañiles, Pueblo rechazado y El juicio de León Toral, y ha sido sorprendente el hallazgo de los vasos comunicantes. En Vivir del teatro Vicente cuenta la genealogía de sus obras.“ Y explica: “La novela que le vale el Premio Seix Barral, con lo cual irrumpe en la cresta del boom latinoamericano, Los albañiles, fue a escribirla para encontrar paz y tiempo al monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección. Es curioso que este thriller teológico haya sido escrito en el convento. Después de la publicación de la novela y del premio, y de todo lo que sucede ahí, viene la inquietud de Vicente de acercarse al teatro fundamentalmente inspirado en ese legendario montaje de José Luis Ibáñez, Asesinato en la catedral, de Eliot (sobre la muerte de Thomas Beckett), y por el Galileo de Brecht montado por Ignacio Retes en el Xola. En el momento que estalla el escándalo de la condena a Gregorio Lemercier por introducir el psicoanálisis en el monasterio, justo unos meses antes de que se inaugure el Concilio Vaticano, su acercamiento es personal (como huésped de esa comunidad) y como periodista. Todo esto da lugar a su primer aventura teatral, Pueblo rechazado, que es esta obra insólita, tragedia moderna, tragedia documental (documental porque el material no es de su invención, como en el caso de Los albañiles, sino de la realidad que lo nutre como el periodista se nutre del hecho para hacer su reportaje).” Y luego de varios proyectos teatrales, “se sumerge en el documento historiográfico para dramatizar El juicio a León Toral y todos los enigmas que quedan ahí planteados”. Así, describe: “Por un lado tenemos a un monje auténtico, sincero, preocupado, cuya pasión es buscar a Jesús, es decir, alguien que se pregunta cómo se puede ser cristiano y monje hoy en pleno siglo XX; esto implica la búsqueda de Jesús, no en las altas esferas de la teología de la divinidad sino en la encarnación del conocimiento del ser humano y en el interior de su propio infierno. Por el otro lado hay que despejar la incógnita de un crimen: han matado a Don Jesús. Siguiendo la estructura del thriller policiaco, llega a la postura radical que dio el giro completo a la novela policiaca para fundar la novela negra: Dashiell Hammett, que en una novela como Cosecha roja, buscando al asesino múltiple, descubre que toda la sociedad es la asesina, de esta manera todos hemos matado a Don Jesús, que es la encarnación del mal de todos aquellos que han sido sometidos a una tragedia atroz que precede a todo crimen… esta vez es la tragedia callada, oscura, silenciada de Los albañiles, que fueron campesinos a migrar como milusos a la urbe monstruosa, y por el otro lado tenemos a un asesino magnicida que confiesa tener un solo cómplice que es Dios, a lo que el procurador del Distrito Federal le responderá ‘usted convierte a Dios en asesino’. “Esta controversia de la fe en distintos planos articula las visiones de estas tres obras que en el ejercicio de su escenificación fragmentaria –y son tres para poder desarrollar la peripecia de cada una de las tres– se van entrelazando hasta la impresión que tengo yo. Espero que sea la que se lleve el espectador, hasta tener la impresión de estar viendo la misma obra, y es que es así porque esto revela la misma visión al mismo autor.” Subraya las constantes: “Los problemas con la autoridad tirana, la autoridad inquisitorial (en este caso la búsqueda de Prior va a chocar con la estructura autoritaria de una inquisición infalible y represora, tanto como los católicos perseguidos tienen que enfrentar a una represión tiránica); también aparece ahí el enigma del padre como una constante de su dramaturgia, la búsqueda del padre, aquí muy rulfiano, muy mexicano; la tragedia de Jacinto que es uno de los momentos más hondos, entrañables y poderosos de su escritura, tanto en la novela como en la obra, este campesino que pierde a su hijo que era su ilusión; o este Jesucristo Gómez que nos revela que Dios es el padre que ve morir a su hijo, este Jacinto que ve en Isidro al que podía haber sido su hijo, el hijo que le mataron… este Prior que es el padre de sus monjes, en fin, todo un enorme desarrollo del asunto de la paternidad de este pueblo huérfano de padre como es el pueblo mexicano, y entonces la primera parte del proyecto es la articulación de estas tres obras.” En la segunda parte, sin fechas aún, se descenderá a los bajos fondos mexicanos, donde se engarzará la vecindad en el Centro Histórico de Los hijos de Sánchez, caldo de criminalidad, con el tránsito de Jesucristo Gómez, “el Jesucristo del evangelio de los jodidos”, y tal vez uno de los cuadros escénicos de Los perdedores. Y la tercera, un nuevo montaje de Nadie sabe nada, “que nos parece la obra más actual y más vigente, para desgracia de nuestra realidad, una obra que versa sobre el asesinato de periodistas, sobre la desaparición de las evidencias, la complicidad de las instancias policiales con el crimen, y que en suma dan esta definición casi insuperable del México que formula Vicente al titular así su obra, Nadie sabe nada. Este es el país donde nadie sabe nada. ¿Quién mató a Obregón, a Colosio?, nunca lo sabremos y sospecharemos siempre de la verdad histórica que nos ofrece la versión oficial. “Estoy convencido de que toda la obra de Vicente está conectada, que es un autor muy idéntico a sí mismo y que su hilo conductor fuerte es la entraña mexicana que supone dolor, conciencia, búsqueda, urgencia de verdad que aquí se debería entender como urgencia de significar: qué significa, y que está en todo su recorrido como novelista, periodista, guionista de cine, como dramaturgo.”

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