Justicia británica: 'probablemente” Putin autorizó matar a exespía de la KGB

jueves, 21 de enero de 2016 · 11:38
MÉXICO, DF (apro).- Una investigación británica concluyó que “posiblemente” el presidente ruso Vladimir Putin dio la autorización final para asesinar al exespía de la KGB Alexander Litvinenko, envenenado en Londres en 2006. De acuerdo con el juez Robert Owen, a cargo de la investigación, la operación para matar a Litvinenko fue planeada por el Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB, sucesor de la extinta KGB) y aprobada “probablemente” después por Putin, informó la agencia EFE. En su documento de 300 páginas, el juez Owen indicó que “teniendo en cuenta todas las pruebas y análisis disponibles”, encontró que “la operación de la FSB para matar a Litvinenko fue probablemente aprobada por el señor (Nikolai) Patrushev (entonces director del FSB) y también por el presidente Putin”. El juez, quien tuvo acceso a documentos secretos de los servicios británicos de espionaje, señaló como posibles móviles del asesinato las críticas de Litvinenko contra el FSB y Putin, además de sus vínculos con el magnate ruso Boris Berezovsky. También se refirió a las rivalidades entre Litvinenko y Putin, cuando el dirigente ruso estuvo en el FSB. El juez señaló a los ciudadanos rusos Andréi Lugovói y Dmitri Kovtum, como los autores materiales del asesinato. Litvinenko se reunió con ellos la tarde que murió envenenado. El exagente de la KGB falleció el 23 de noviembre de 2006 en un hospital de la capital británica tras ser envenenado con polonio 210, una sustancia radiactiva contenida en un té que tomó en un bar del hotel Millenium de Londres, el 1 de noviembre de ese año. Conocedor de las actividades de los espías de su país, Alexander Litvinenko decidió en noviembre de 1998 denunciar públicamente un complot para asesinar al magnate ruso Boris Berezovsky, crítico del presidente ruso, Vladimir Putin, y la corrupción dentro del FSB. Esto motivó su expulsión de los servicios secretos y el comienzo de un proceso legal que le llevó a la cárcel a finales de los años noventa. Temeroso por su vida, en octubre del año 2000 huyó de Rusia, intento pedir asilo a Estados Unidos pero se lo negaron y fue el reino Unido el que se lo concedió. Tres años después de entrar al Reino Unido, Litvinenko empezó a colaborar con los servicios secretos británicos MI6 (exterior), de los que recibía un sueldo de dos mil 600 euros mensuales. Según se reveló, Alexander Litvinenko les facilitaba información sobre el crimen organizado en Rusia al tiempo que mantenía contactos con agentes rusos, entre ellos Andréi Lugóvoi y Dmitri Kovtun, con los que se reunió el día que tomó la fatídica taza de té. Tras la explosiva conclusión del juez, el gobierno británico congeló los activos de Lugovói y Kovtum, y anunció la convocatoria al Foreign Office del embajador ruso en Londres, Alexander Yakovenko. La Policía Metropolitana de Londres, mejor conocida como Scotland Yard, indicó hoy que aún están vigentes las órdenes de arresto contra Lugovói y Kovtum y que el objetivo es conseguir la extradición de los dos para procesarles en el Reino Unido. La ministra de Interior Theresa May consideró que el caso de Litvinenko supone una “evidente e inaceptable violación” del derecho internacional, aunque señaló que la conclusión no es una sorpresa. El gobierno, dijo, toma “muy en serio” el análisis del magistrado y estudiará “cuidadosamente” el contenido del informe para establecer posibles medidas. Por su parte, la viuda del exespía ruso, Marina Litvinenko, dijo sentirse satisfecha porque la justicia británica implicó a Putin en el asesinato de su marido. “Estoy muy satisfecha de que las palabras que mi esposo pronunció en su lecho de muerte, cuando acusó a Putin, hayan sido probadas por un tribunal británico”, declaró. El fallo, “humor británico: Kremlin El kremlin calificó como “humor británico” la conclusión de la investigación británica. “En general esto se puede achacar a ese humor británico tan refinado”, dijo Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, quien advirtió que el informe “envenenará aún más” la atmósfera de las relaciones bilaterales. El proceso, añadió, parece una broma “por el hecho de que una investigación pública y abierta se base en datos secretos de unos servicios de inteligencia que no se nombran, y porque el veredicto, que se sostiene en esas informaciones efímeras y emplea con asiduidad palabras como posiblemente y probablemente”. Esos términos, subrayó, “no se toleran en nuestra práctica judicial ni en la de otros países, y obviamente no puede tomarse como un veredicto”. “Pseudoinvestigaciones como ésta, sin duda, no logran nada más que envenenar aún más la atmósfera de nuestras relaciones bilaterales”, lamentó el portavoz.

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