El Virgilio Andrade de Malasia

jueves, 28 de enero de 2016 · 20:23
MÉXICO, DF (apro).- El martes 26 el primer ministro de Malasia, Najib Razak, fue declarado libre de toda sospecha en relación con un grave escándalo financiero que arrastraba desde febrero de 2015. En sus cuentas personales fueron descubiertos 681 millones de dólares de origen no explicado. Clare Rewcastle Brown, directora del Sarawak Report, uno de los pocos medios críticos del país, descubrió en julio la intrincada ruta que había seguido el dinero, con lo que profundizó la crisis. Pero un juez ordenó bloquear el medio digital y emitió una orden de aprehensión contra la periodista, quien se vio obligada a salir del país. Finalmente, la investigación oficial determinó que no había nada extraño en el proceder del mandatario. Tal fue la conclusión a la que llegó el fiscal a quien el propio primer ministro designó para investigarlo. Cualquier comparación con el caso de la “Casa Blanca” del presidente de México, Enrique Peña Nieto, le haría falta un par de elementos fundamentales: El primero, a los periodistas del equipo de Aristegui Noticias que revelaron el escándalo, MVS sólo los castigó con el despido. En Malasia, además de proceder contra el Sarawak Report y obligar a marcharse a su directora, el gobierno solicitó a Interpol que la arrestara, insertándola en el “aviso rojo” de su lista de los más buscados de la policía internacional. El segundo: antes de que explotara el asunto de la “Casa Blanca”, no había quién investigara a Peña Nieto, pues el presidente había ordenado la desaparición de la Secretaría de la Función Pública, institución encargada de vigilar que los funcionarios públicos no cometan actos de corrupción. Para salir del paso con alguna credibilidad, Peña Nieto tuvo que revivirla, poniendo al frente a un hombre de confianza: Virgilio Andrade. En el caso de Najib Razak, por lo contrario, el órgano responsable –la Fiscalía General-- sí tenía un titular, un hombre decidido a hacer preguntas y, de ser necesario, procesar al primer ministro. De manera que Razak lo despidió en julio pasado por “razones de salud”, aclaró. Lo reemplazó por Apandi Ali, el hombre que ahora afirma que no hay nada qué perseguir porque la fortuna recibida por su jefe no es más que un regalo de unos amigos de la familia real saudita, con la cual, por cierto, Peña Nieto selló su amistad: el pasado 17 de enero intercambió condecoraciones con el jefe del clan familiar, el rey Salman bin Abdulaziz. Absolver sin preguntar Apandi Ali es un destacado miembro de la Organización Nacional de los Malayos Unidos, el partido que ha gobernado al país desde la independencia mediante el control corporativo de la mayoría étnica, los malayos, oponiéndola a las minorías de origen chino e indio. Como juez, Ali emitió sentencias apegadas a la línea partidaria de discriminación étnico-religiosa, como prohibir a los cristianos el uso de la palabra “Alá” para referirse a Dios. Es alguien en quien se puede confiar para cumplir cualquier tarea. “Estoy satisfecho de que no hay evidencia de que la donación” hecha por los saudíes “fue alguna forma de gratificación otorgada de manera corrupta”, afirmó el martes 26 en una conferencia de prensa en la capital, Kuala Lumpur. “La evidencia obtenida de la investigación no muestra que la donación haya sido dada como un estímulo o una recompensa por hacer nada que tenga relación con sus funciones de primer ministro”. “No se ha dado ninguna razón de por qué se hizo esta donación al primer ministro Najib”, cerró. “Eso queda entre él y la familia saudí”. El procurador aseguró, además, que de los 681 millones de dólares, su jefe Najib Razak había regresado 620 millones. “Si el servidor público más importante del país puede amasar abiertamente miles de millones con impunidad, ¿por qué no pueden los funcionarios menores enriquecerse de igual manera en cantidades menores? ¿No abrirá eso las compuertas de la corrupción?”, cuestionó Kim Quek, un miembro de la oposición. Uno de sus compañeros, el parlamentario Tony Pua, declaró al diario británico The Guardian que “la base para absolver al primer ministro no tiene ningún mérito porque eso de que es un ‘asunto privado’ no garantiza que no existan transacciones ilegales o motivos corrompidos”. Mientras tanto, el gobierno del vecino Singapur intervino una cuenta de Razak en ese país después de que detectó una transferencia ilegal que –se sospecha-- corresponde a parte de los 620 millones de dólares supuestamente devueltos. Al estilo Andrade, el fiscal no hizo muchas preguntas. Por ejemplo, ¿qué persona de la familia real saudita hizo el “regalo”?. ¿Qué motivos tenía? ¿Por qué al principio de este escándalo, que duró 11 meses, el primer ministro no dijo que se lo había obsequiado alguien, sino que afirmó no saber nada del asunto? ¿Para qué fue usado ese dinero que ingresó en las cuentas de Razak en marzo y abril del 2013, justo antes de las elecciones malasias de mayo de ese año? ¿Cuál fue el destino de los 61 millones de dólares que el primer ministro conservó? El diario Financial Times reportó que una fuente oficial del gobierno saudita declinó comentar las declaraciones del fiscal malasio, pese a lo cual aclaró que los ministerios sauditas de Relaciones Exteriores y de Finanzas “no tienen ninguna información sobre tal regalo”. En contraste, la BBC citó otra fuente saudita anónima que asegura que sus compatriotas sí tenían intenciones de influir en el proceso electoral, de manera que el primer ministro les debiera a ellos su victoria: “No hay nada raro en esta donación a Malasia –aseguró--. Es muy similar a la forma en que los sauditas operan en numerosos países”, como Jordania, Egipto, Sudán y Marruecos. El fondo 1MDB El medio digital Sarawak Report, cuyo objetivo declarado es denunciar la corrupción en Malasia, está oficialmente bloqueado en el país y su directora, Clare Rewcastle Brown, tiene una orden de arresto por “actividades en detrimento de la democracia parlamentaria”. Interpol rechazó la petición oficial de emitir una orden internacional de captura en su contra. Brown ha denunciado que hombres desconocidos le toman fotografías, incluso en Londres, y que sus computadoras y cuentas de e-mail han sido hackeadas. En el origen del escándalo está un fondo de inversiones del gobierno malasio, llamado 1MDB. En el 2013, se anunció un proyecto conjunto entre Emiratos Árabes Unidos y Malasia que debería crear “cientos de miles de empleos bien pagados para los malasios”, con una inversión de 9 mil 200 millones de dólares, bajo la supervisión del 1MDB, cuyo Consejo de Vigilancia está presidido precisamente por el primer ministro Najib Razak. El plan recibió muchísima publicidad, pero Emiratos no cumplió con su parte del trato. De 3 mil millones de dólares que había reunido el 1MDB, “más de la mitad está perdido”, aseguró el parlamentario Tony Pua. Aunque el asunto se empezó a conocer en febrero del 2015, fue Clare Rewcastle Brown, en el Sarawak Report quien, el 2 de julio de ese año, documentó la ruta de la trama fraudulenta, con extensa información de los detalles y gráficas que ayudan a entender cómo fue que los millones de dólares faltantes terminaron en las cuentas personales de un hombre de negocios chino-malasio que sirve como prestanombres de Razak. En un artículo publicado el martes 26 en el diario inglés The Independent, Brown explicó que el dinero había pasado por una compañía saudita con base en Gran Bretaña antes de ser canalizado a la cuenta en Suiza del hombre de negocios, y de ahí a otra del mismo empresario en Singapur, antes de pasar a la de Razak en el AmBank de Kuala Lumpur. En paralelo, el fondo 1MDB que debía darles empleo a miles de malasios caía en bancarrota. “Cuando la investigación oficial llegó en julio a la puerta misma (del primer ministro Najib Razak), con mis reportajes sobre estos pagos, la verdadera crisis malasia despegó. Najib despidió a su viceprimer ministro y otros miembros del gabinete y desmanteló cuatro investigaciones separadas del asunto 1MDB. Servidores públicos fueron arrestados e interrogados, y algunos despedidos. Un fiscal que presentó cargos contra el primer ministro –y que luego me los filtró- fue secuestrado. Y después lo hallaron muerto”, escribió Brown. Tras la conferencia de prensa del fiscal que designó, Najib Razak se felicitó públicamente porque su hombre “confirmó lo que he sostenido todo el tiempo: que no se cometió crimen alguno. Este asunto ha sido una distracción innecesaria para el país. Ahora que ha terminado, es tiempo de unirnos y superarlo”.

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