'¡No más muerte ni explotación!”, pide el Papa Francisco en la frontera

miércoles, 17 de febrero de 2016 · 21:42
CIUDAD JUÁREZ, Chih. (apro).- Ante miles de personas provenientes de diferentes entidades del país, de Estados Unidos y Canadá que se congregaron en El Punto, en Ciudad Juárez, el Papa Francisco habló de Nínive, una ciudad que se estaba autodestruyendo, fruto de la opresión y la degradación, de la violencia y la injusticia, en el siglo II. Basado en la cita bíblica del libro de Jonás, centró la homilía en una denuncia contra el trato y situación de la migración forzada como fenómeno global y llamó a medirla por nombres, personas y familias, pero omitió hablar de feminicidios y desapariciones de manera específica. No dirigió ni un mensaje a la impunidad ni a la corrupción que lacera a esta entidad. Previo a la misa, cuando se dirigía al seminario a comer, el Papa Francisco pasó frente a los familiares de personas desaparecidas en Cuauhtémoc y Chihuahua que estaban en la valla sin observarlas pero, al regresar, cuando iba a la misa, pasó por el mismo lugar y ellos sacaron una lona y formaron también con letras la frase “¿Dónde están?”. El pontífice dirigió su mirada hacia ellos pero sólo se limitó a saludarlos. En la celebración eucarística pidió para Juárez el don de las lágrimas y el don de la conversión. “Aquí en Ciudad Juárez, como en otras zonas fronterizas, se concentran miles de migrantes de Centroamérica y otros países, sin olvidar tantos mexicanos que también buscan pasar ‘al otro lado’. Un paso, un camino cargado de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio del tránsito humano”, dijo. Abundó en la imposibilidad de negar que hay una crisis humanitaria, que en los últimos años ha significado la migración de miles de personas, ya sea por tren, por carretera e incluso a pie, atravesando cientos de kilómetros por montañas, desiertos, caminos inhóspitos. Esta tragedia que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global, subrayó. “Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por personas, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la ciencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiene una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. “No sólo sufren pobreza sino que encima sufren estas formas de violencia. Injusticia que se radicaliza en jóvenes, ellos ‘carne de cañón’, son perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno de las drogas. ¡Y qué decir de tantas mujeres a quienes se les ha arrebatado injustamente la vida!”. Señaló que hay signos actuales que se vuelven luz en el camino e insistió en la urgencia de la conversión y habló del trabajo de los activistas y clero que lucha por los derechos de los migrantes. “Sé del trabajo de tantas organizaciones de la sociedad civil a favor de los derechos de los migrantes. Sé también del trabajo comprometido de tantas hermanas religiosas, de religiosos y sacerdotes, de laicos que se la juegan en el acompañamiento y en la defensa de la vida (...) con sus vidas son profetas de la misericordia”. “¡No más muerte ni explotación!”, exclamó al tiempo que pidió por el don de la conversión para mantener el corazón abierto al llamado de Dios en el rostro de tantos hombres y mujeres. La tecnología rompe fronteras Al momento de mencionar a los feligreses congregados en el estadio de la Universidad de El Paso, Texas, arrancó un aplauso generalizado. Pidió a todos estar unidos en oración y dijo que gracias a la tecnología podían orar juntos, lo que ninguna frontera puede impedir porque los hace sentirse una misma familia y una comunidad más cercana. En otra parte de su mensaje dijo: “La misericordia rechaza siempre la maldad, tomando muy en serio al ser humano. Apela siempre a la bondad dormida, anestesiada, de cada persona. Lejos de aniquilar, como muchas veces pretendemos o queremos hacerlo nosotros, la misericordia, se acerca a toda situación para transformar desde adentro”. Las madres de jóvenes desaparecidas o asesinadas en Ciudad Juárez escucharon el mensaje desde las últimas hileras a donde fueron relegadas. México es una sorpresa El Papa dio gracias a Dios por permitirle venir a México “que siempre sorprende. México es una sorpresa”. Agradeció a las autoridades federales y locales por el buen desarrollo de la visita papal, así como a los “servidores anónimos”. “Me he sentido acogido, recibido por la esperanza de esta gran familia mexicana. Gracias por abrirme las puertas de su nación”. Recordó a los asistentes que la noche puede parecer enorme y de largos días, “pero he podido constatar que existen muchos rostros que dan esperanza. Muchos hombres y mujeres que con el esfuerzo de cada día hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede oscura (...) hombres y mujeres que a lo largo de las calles levantaban a sus hijos, me los mostraban. Son el futuro de México, cuídenlos, ámenlos, son profetas del mañana (...) les aseguro que en algún momento  me sentía como ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido”. Pidió que el pueblo mexicano siga visitando a la Virgen de Guadalupe porque éste no se entiende sin ella. El obispo de Juárez, José Guadalupe Torres Campos, agradeció la visita del Papa Francisco a la ciudad en un tiempo “clave”. “En años recientes vivimos acontecimientos difíciles que han dejado heridas profundas. Los hemos sentido en carne propia como consecuencia de la ambición y violencia desmedidas”, dijo. Agradeció la “presencia paternal porque nos sentimos bendecidos por Cristo el buen samaritano que vino a consolar a su pueblo, que ha quedado maltrecho. “Llega a término su viaje apostólico y estoy seguro que ha encontrado un pueblo con fe y fortaleza admirables, que a nosotros los pastores nos anima a seguir adelante en la gran misión”. Antes de iniciar la misa, el Papa se dirigió a una cruz de siete metros que fue colocada en la franja fronteriza, donde hizo una ofrenda por los migrantes.

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