Cuba: Tortuoso camino a un socialismo de mercado

jueves, 24 de marzo de 2016 · 10:29
Las reformas económicas emprendidas por Raúl Castro una vez llegado al poder en Cuba se han encaminado a terminar con la centralización estatal (que estaba en un callejón sin salida) e impulsar un socialismo de mercado, modelo que le ha dado buenos resultados a China y Vietnam. Pero especialistas en el tema coinciden: las modificaciones están tardando demasiado y al mandatario cubano se le acaba el tiempo… BOGOTÁ.- El octogenario Raúl Castro, quien cumplirá este año una década como presidente de Cuba, ha resultado un gobernante mucho más pragmático de lo que sus adversarios políticos creían. Y no es que se hayan equivocado los “cubanólogos” que desde Florida y Washington lo catalogaban como un marxista ortodoxo, sino que por encima de su sello ideológico comprendió que el modelo cubano de economía centralizada estaba agotado y debía emprender un camino de reformas. Según economistas consultados por Proceso, así lo ha hecho desde el 31 de julio de 2006, cuando su hermano mayor, Fidel, el líder histórico de la Revolución Cubana y presidente de Cuba hasta ese día, lo designó sucesor antes de ingresar al quirófano para ser sometido a una compleja cirugía intestinal en la cual casi muere. Aunque Raúl se declaró al principio un continuador, más que un reformador, en los hechos se dio a la tarea de enfrentar los rezagos de la economía cubana con una fórmula que él mismo denominó “transformaciones estructurales y de concepto” o “la actualización del modelo socialista”. Cuba venía de un arduo proceso de recuperación. Entre 1990 y 1993, el producto interno bruto (PIB) había experimentado un desplome de 40.1% por la caída de la Unión Soviética, que había sido el principal socio comercial y cooperante de la isla durante las anteriores tres décadas. Fueron los años del llamado “periodo especial”, en el cual la gran mayoría de cubanos pasó hambre. Apenas en 2005, 12 años después del desplome económico, Cuba logró recuperar el PIB que tenía en 1989. Cuando Raúl se hizo cargo del país, los avances de la Revolución en educación, salud y equidad social se habían revertido de manera importante. Pavel Vidal, doctor en economía por la Universidad de La Habana, dice a Proceso que en la actualidad el poder adquisitivo de las familias cubanas que dependen del aparato estatal –72% del total– equivale a una tercera parte del ingreso que tenían en 1989, antes del derrumbe del bloque socialista soviético. Las reformas De acuerdo con Vidal, profesor en la Universidad Javeriana en Cali, Colombia, luego de asumir la presidencia de Cuba, Raúl Castro inició una serie de ajustes orientados a fortalecer el sector no estatal de la economía. Su hermano Fidel, que en los noventa abrió el sector turístico y las telecomunicaciones a la inversión extranjera, había vuelto en 2004 a las prácticas centralizadoras. En el sector agrícola Raúl otorgó en usufructo 1.7 millones de hectáreas de tierras ociosas a más de 200 mil ciudadanos privados que tienen acceso al crédito, aunque en forma limitada. Fue una forma de reanimar la agricultura en un país que importa más de 2 mil millones de dólares en alimentos cada año, casi 40% de sus exportaciones de bienes. Y en los centros urbanos comenzó a surgir un pequeño sector privado por el auge de los trabajadores “por cuenta propia” autorizados por el gobierno, los cuales llegaron a 496 mil 400 en enero pasado, equivalentes a 9.9% de la población económicamente activa (PEA). Ellos son propietarios de pequeños negocios, como restaurantes –conocidos como “paladares”–, transportadoras de carga y pasajeros, arrendamiento de viviendas y habitaciones, peluquerías, reparadoras de calzados y sastrerías. La meta oficial era llegar en 2015 a 1.8 millones de trabajadores por cuenta propia, lo que fue imposible de alcanzar por el excesivo burocratismo y los requisitos para expedir las licencias, entre ellos el de registrarse para pagar impuestos. El economista cubano-estadunidense Carmelo Mesa-Lago asegura a este semanario que esa cifra de 1.8 millones es igual al número de trabajadores que sobraban en las empresas del Estado, pues a costa de lograr el empleo pleno, el gobierno creó plazas que llegaban a duplicar las que requería una entidad pública, lo que ocasionó un desplome de la productividad y los salarios. A partir de 2011 el gobierno comenzó a despedir a empleados innecesarios –que equivalían a más de la tercera parte de la PEA– y su objetivo era que fueran asimilados por el incipiente sector privado que se abre paso en el campo y en la ciudad. Pero de acuerdo con Mesa-Lago los despidos cesaron porque el sector no estatal no ha crecido como se esperaba. Aunque existen unas 500 cooperativas no agropecuarias y unos 13 mil pequeños negocios de gastronomía y servicios personales que el Estado arrienda a privados, la tercera parte de ellos está fuera de operación por falta de insumos. “Una cooperativa de construcción necesita andamios, madera, herramientas, y si no encuentra eso no puede funcionar. Hay muchas insatisfacciones por la falta de insumos y por las dificultades de las microempresas para importar”, dice en entrevista vía telefónica Omar Everleny, investigador y profesor del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana. En las ciudades ya operan mercados privados de productos agropecuarios que fijan sus precios de acuerdo con la ley de la oferta y la demanda. Hasta ahora son poco accesibles al grueso de la población, pues el salario mensual promedio para los empleados estatales equivale a entre 20 y 30 dólares. El gobierno, además, autorizó la compraventa de viviendas a precios de mercado entre cubanos y extranjeros radicados en forma permanente en la isla y liberó la compra de materiales de construcción, a los cuales les retiró el subsidio. Esto fue un intento de abatir el déficit habitacional, que se estima entre 600 mil y 1 millón de casas. Pero los bajos ingresos de la población, los trámites burocráticos, la falta de materiales y la prohibición a los arquitectos de ejercer por su cuenta limitan el desarrollo de la construcción privada. Lento crecimiento Otra señal de apertura de Raúl Castro es la Ley de Inversión Extranjera, la cual entró en vigor en junio de 2014 y es más flexible que la de 1995. La nueva legislación extiende la inversión extranjera a todos los sectores, excepto a la salud, la educación y las fuerzas armadas; exime el pago de impuestos sobre ingresos personales y fuerza de trabajo y el de utilidades durante ocho años, y permite la creación de empresas con 100% de capital extranjero (antes el máximo era 49%). Como parte de esa estrategia de apertura, el gobierno cubano creó hace dos años y medio la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), una zona franca localizada en el puerto de Mariel, 50 kilómetros al oriente de La Habana, cuyo objetivo es convertirse en un polo de desarrollo económico, innovación tecnológica y atracción de capital. Pero de 400 proyectos presentados por empresas nacionales y extranjeras que quieren invertir en la ZEDM, el gobierno sólo ha aprobado 11. Uno de ellos es el de la ensambladora de tractores Cleber, que será la primera empresa estadunidense en llegar al país tras la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Everleny considera “incomprensible” que sólo se hayan aprobado 11 proyectos en Mariel, todos por montos modestos, y se pregunta cuándo podrá llegar Cuba, a ese ritmo, a los 2 mil 500 millones anuales que necesita en inversión extranjera directa. “Sin inversión y sin producción nacional el país no va a avanzar a los ritmos que necesita”, señala. En el último lustro la economía ha crecido a una tasa anual promedio de 2.7%, cifra modesta para una nación socialista que aspira a generar riqueza para repartirla en forma equitativa entre su población y que ha visto deteriorarse significativamente su sistema de seguridad social por restricciones presupuestales. De hecho, el ritmo de crecimiento está muy por debajo del 4.4% anual que había puesto como meta el Partido Comunista de Cuba (PCC) –organismo cúpula que formula las líneas estratégicas de conducción del Estado– durante su V Congreso, en abril de 2011. Para Vidal, las reformas emprendidas por Raúl Castro han producido “cambios positivos, pero éstos han sido muy graduales e insuficientes”. Dice que su principal efecto ha sido que lograron crear un sector no estatal que en la actualidad emplea a 28% de la fuerza laboral cubana, pero ese porcentaje está 12 puntos por debajo de la meta oficial para 2016. “Hay un cambio importante en la estructura del empleo y de los ingresos, pero todavía hay un porcentaje muy alto de la población (72%) que depende de los subsidios y los salarios estatales”, indica el profesor visitante en la Universidad de Harvard y autor del estudio Fuerza laboral y cambios económicos en Cuba. Ese segmento de población completa su sustento con las remesas que envían sus familiares desde el exterior, las cuales superan los 2 mil millones de dólares al año. Un modelo sin nombre Mesa-Lago, profesor de economía y estudios latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh, considera que las reformas de Raúl Castro “son las más importantes que se han hecho (en la isla), pero el problema es que les falta celeridad y no han producido crecimiento económico”. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien visitará Cuba estos domingo 20, lunes 21 y martes 22, ha dicho que una de las razones que lo impulsaron a cambiar la política de Washington hacia la isla y dar pasos para poner fin a 54 años de bloqueo es el proceso de reformas emprendido por Raúl Castro “para abrir su economía de manera gradual”. Para Mesa-Lago, “la opción de Cuba es un socialismo de mercado como el que han construido Vietnam y China, y hacia allá se está moviendo, pero a un ritmo muy lento”. El régimen cubano se ha resistido hasta ahora a definir el modelo económico que se aplica en la isla, pero el VII Congreso del Partido Comunista (que se realizará del 16 al 18 del próximo abril) abordará el tema con base en un documento titulado “Conceptualización del Modelo Económico Social Cubano”. Vidal considera que existen “muchas similitudes” entre Cuba y Vietnam y que incluso el modelo vietnamita –que transformó una economía centralizada en un socialismo de mercado– ha inspirado algunas de las reformas en la isla, aunque éstas han sido mucho más tímidas que en el país asiático. Vietnam enfrentó una guerra con Estados Unidos entre 1965 y 1973. En los ochenta el régimen comunista de Hanoi comenzó un proceso de liberalización económica y apertura al capital privado. Y en 1995 Wa­shington le retiró el bloqueo económico que le impuso por la guerra y reanudó relaciones diplomáticas con su antiguo enemigo. La década pasada la economía vietnamita creció a una tasa anual promedio de 6.6% y en el periodo 2010-2015 lo hizo a un ritmo de 5.6%. De acuerdo con Vidal, a pesar de los puntos en común con Vietnam, el modelo económico cubano es esencialmente pragmático y se basa mucho en experimentos que, si funcionan en una provincia, en un municipio o en una empresa estatal, se aplican en forma generalizada. Y si fallan, simplemente se desechan. “Es un modelo al que no se le ha puesto nombre porque todavía hay mucha resistencia entre los dirigentes del partido y los cubanos de a pie a los cambios. Pero el VII Congreso del PCC tendrá que avanzar en definiciones”, señala el economista cubano. El retiro de Raúl Mesa-Lago afirma que una mayor velocidad y profundidad de las reformas permitiría a Cuba aprovechar la nueva relación con Estados Unidos, con la expectativa de que el bloqueo económico que impuso Washington a la isla en 1960 no sólo sea flexibilizado, como ha ocurrido hasta ahora, sino derogado en su totalidad. “Cuba necesita compensar el impacto que tiene sobre su economía la caída de Venezuela, un país con el que tiene una alta dependencia para abastecerse de petróleo y obtener divisas por los servicios de unos 30 mil médicos, maestros y profesionales que están allá”, dice. Según estimaciones de Vidal, la relación económica con Venezuela representa para Cuba 15% de su PIB, unos cuatro puntos porcentuales menos que hace cinco años, y alrededor de 40% de su intercambio comercial con el mundo. Venezuela abastece a Cuba unos 100 mil barriles diarios de petróleo y la isla le paga con los servicios de sus profesionales médicos y docentes, que ascienden a unos 7 mil millones de dólares al año. El desplome del PIB venezolano, que será de 18% entre 2015 y este año, según el Fondo Monetario Internacional, “sin ninguna duda va a producir una afectación muy importante sobre la economía cubana”, señala Vidal. El gobierno cubano estima que el crecimiento para este año será de 2%, la mitad de la cifra registrada en 2015. Mesa-Lago y Vidal coinciden en que Cuba libra una “carrera contra el tiempo” para que las reformas consoliden una economía mixta, en la que el mercado y el sector no estatal tengan un mayor peso. Y esto, argumentan, es porque Raúl Castro tiene programado dejar la presidencia en 2018 y abrir paso a una nueva generación de dirigentes entre la cual figuran como sus posibles sucesores desde el vicepresidente Miguel Díaz-Canel hasta el ingeniero, maestro en relaciones internacionales y coronel del Ejército, Alejandro Castro Espín, único hijo varón de Raúl. Para Mesa-Lago “es fundamental que Raúl Castro (de 84 años) profundice los cambios estructurales antes de su retiro, porque su sucesor no tendrá tanta fuerza para impulsarlos, y éstos resultan decisivos para aprovechar el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos”. Vidal considera que quien reemplace a Raúl como presidente en 2018 no tendrá ni el capital político ni el control de los hilos del poder que tiene el actual gobernante, por lo que el país requiere una reforma institucional que fortalezca la unicameral Asamblea Legislativa y los gobiernos locales y descentralice la toma de decisiones. “Va a ser algo complejo y ojalá les alcance el tiempo”, sostiene el economista de la Universidad de La Habana. Everleny, en cambio, considera que Raúl Castro, “con un gran pragmatismo, se dio cuenta de que la economía cubana necesitaba cambios profundos y optó por comenzar a impulsarlos para que fueran más creíbles y para que una nueva generación de dirigentes los continúe”. En ese sentido, indica, la octogenaria generación de Raúl sabe “que tiene el tiempo en contra y que tiene que acelerar las reformas para dejarle un camino más fácil a sus sucesores”. Everleny espera que el VII Congreso del PCC produzca, al menos, señales claras de que la dirigencia apunta hacia ese escenario.

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