"¡Manos quietas! ¡Basta de acoso sexual!"

viernes, 13 de mayo de 2016 · 14:25
PARÍS (apro).- Son ocho mujeres. Casi todas pertenecen o pertenecieron al partido Europa Ecología-Los Verdes (EELV) y al unísono acaban de romper la omertá --la ley del silencio-- que impera en el mundo político francés. El pasado 9 de mayo denunciaron públicamente el acoso sexual al que las sometió Denis Baupin, vicepresidente de la Asamblea Nacional gala y exmiembro de la dirección de EELV. Cuatro de ellas hablaron en nombre propio con periodistas de la cadena radial France Inter y del diario electrónico Mediapart mientras que las demás pidieron no ser identificadas. Lo que cuentan es a la vez patético y asqueroso: asalto sexual en un corredor; repentinos y frecuentes manoseos en elevadores y oficinas de la Asamblea Nacional; centenares de sms con connotaciones sexuales de una vulgaridad incalificable; amenazas de orden laboral contra quienes se le enfrentaban… Según los casos, las agresiones se remontan a 1998. Las más recientes se dieron en 2014, pero todo lleva a pensar que Baupin siguió hostigando a sus colegas, colaboradoras y compañeras políticas con toda impunidad después de esa fecha. Otras víctimas se aprestarían a hacer revelaciones. El escándalo fue inmediato y a la medida de las denuncias. Es la primera vez que en Francia se estigmatiza con nombre y apellido a un político en funciones por sus agresiones sexuales. El caso de Dominique Strauss-Kahn, exdirector del FMI y candidato socialista a las elecciones presidenciales galas de 2012, se destapó hace cinco años en Estados Unidos. Acusado de haber violado a Nafissatou Diallo, empleada de servicio del hotel Sofitel de Nueva York, Strauss-Kahn solo pudo escapar a un juicio llegando a un acuerdo financiero con su víctima. La conducta de Baupin fue la noticia principal de todos los medios masivos de comunicación y de las redes sociales al tiempo que provocó una avalancha de declaraciones indignadas de líderes políticos incluyendo a los de EELV. El mismo día 9 de mayo Claude Bartolomé, presidente socialista del Parlamento, convocó a su vicepresidente para exigir su renuncia. Al día siguiente la fiscalía de París abrió una investigación sobre el caso mientras que los abogados de Baupin presentaron una denuncia por difamación contra France Inter y Mediapart. En lugar de dar la cara, el político libidinoso se esfumó dejando sola frente a la prensa a su esposa, Emmannuelle Cosse, Ministra de la Vivienda. Muy pronto las polémicas generadas por Baupin rebasaron su caso personal para extenderse a toda la clase política francesa. Mujeres de distintas corrientes ideológicas celebraron el valor de las que habían hablado y empezaron a testimoniar a su vez en sus blogs, por Twitter o en entrevistas con los medios de comunicación. El martes 10 de mayo 500 de ellas --simples militantes, altas responsables, diputadas y eurodiputadas-- publicaron en el matutino Libération un llamamiento urgente a los directivos de todos los partidos instándoles a acabar con la ley del silencio que amordaza a quienes buscan encarar públicamente el problema. Expresaron: “El silencio de los políticos revela con fuerza la impunidad, la ausencia de medidas internas en el seno de los partidos, y más allá de eso, la dificultad para reconocer la existencia misma del problema del acoso sexual aun si a media voz todo el mundo habla de esa plaga.” Explicaron: “Cuando se trata ‘solo’ de acoso sexual la omertá se va construyendo colectivamente con reflexiones como esta: ‘¡Volvió otra vez a hacerlo! !Que bruto ! !Pero es tan profesional en su campo que sería una lástima denunciarlo… !’. O como esa otra: ‘Si hablas, saldrás desacreditada y además vas a dañar la imagen del partido…’ “Hablar de ese tipo de violencia es difícil para todas las mujeres, pero es quizás aún más complejo hacerlo en el microcosmos político. En ese ámbito más que en cualquier otro las mujeres tienen que reprimir cualquier manifestación de vulnerabilidad y se espera de ellas que asuman una postura totalmente opuesta a la de víctimas. “En realidad detrás del silencio de las mujeres que no se atreven a denunciar delitos sexuales, siempre encontramos el miedo a ser considerada como fuente de problemas, de ser juzgada, apartada y finalmente políticamente descalificada.” Y exigieron: “URGE HABLAR para que cambie por fin el comportamiento de los hombres y que se deje de instar a las mujeres a que se ‘adapten’; para que por fin las cosas empiecen realmente a evolucionar y que se pueda acabar con la impunidad; para que la culpabilidad cambie de campo. Hablar de agresiones sexuales tiene que convertirse por fin en tema político y salir del restringido campo de las relaciones interpersonales.” Por supuesto no es la primera movilización de las políticas francesas contra la violencia que sus homólogos masculinos ejercen en su contra. En 2011 a raíz del affaire Strauss Kahn lanzaron también gritos de alarma. Pero no pasó nada. Hace un año, el 5 de mayo de 2015, cuarenta periodistas y reporteras que cubren fuentes políticas publicaron un largo texto también en el matutino Libération. Eligieron un título explícito: “¡Manos quietas!” y denunciaran en forma detallada el acoso sexual permanente al que se exponen en el ejercicio de su profesión. Los ejemplos de abusos que describieron son tan bochornosos como los que acaban de señalar las mujeres políticas. Las reporteras, sin embargo, optaron por no identificar a sus agresores. Su iniciativa desencadenó polémicas que acabaron aún más rápido que las generadas por las exacciones de Strauss-Kahn. Hoy día las mujeres políticas francesas se dicen “hasta la coronilla”, más que nunca “en pie de guerra” y dispuestas a “seguir disparando misiles”. ¿Sería Denis Baupin tan sólo el primero de una lista de políticos susceptibles de ser exhibidos públicamente como agresores sexuales? ¿Esa iniciativa radical, inspirada por la estrategia estadunidense del name and shame (nombrar y agraviar), logrará obligar a los partidos políticos a enfrentar realmente el problema del acoso sexual en sus rangos y a exigir de sus integrantes con “comportamiento desviado” que aprendan a considerar a las mujeres como sus iguales y no como presas? Ya se verá… En todo caso los abusos denunciados por las ocho políticas ecologistas vuelven a arrojar luz sobre el carácter esencialmente masculino del mundo político galo. La única instancia en la que se respeta la paridad entre ambos sexos es el gobierno ya que François Hollande cumplió cabalmente con su promesa de campaña presidencial. En las demás instituciones nacionales las cifras hablan por sí solas: sólo 27% de los diputados son mujeres y esa proporción baja a 25% en el caso de los senadores; 84% de los alcaldes, 90% de los presidentes de departamentos y 75% de los presidentes de grandes regiones metropolitanas son hombres… Hasta la fecha ninguna mujer presidió el Senado, tampoco la Asamblea Nacional y menos aún la República…

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