El hombre que investiga a Macri

viernes, 15 de julio de 2016 · 13:23
El fiscal argentino Federico Delgado inició un proceso judicial otrora impensable en su país: acusar al presidente Mauricio Macri de dos presuntos delitos: “omisión maliciosa” y “lavado de dinero”. Y es que el mandatario habría ocultado deliberadamente su participación en dos empresas off shore destapadas por las filtraciones de los #PanamaPapers, una de las cuales podría estar implicada en lavado de dinero en Brasil. ¿El presidente va a permitir que lo incriminen organismos que dependen de su autoridad?, le pregunta Proceso al fiscal en entrevista exclusiva. “Tenemos que investigar… para eso nos pagan un sueldo”, responde. BUENOS AIRES (Proceso).- El fiscal Federico Delgado es una rara avis en la justicia argentina: acusa penalmente al presidente de la República, Mauricio Macri, cuando éste lleva apenas medio año en la Casa Rosada y todavía está en el apogeo de su poder. La sabiduría popular sostiene que los poderosos no son imputados judicialmente hasta que dejan el cargo. La acusación penal se basa en los #PanamaPapers, destapados a nivel mundial por el Consorcio de Periodistas de Investigación, y en el que participa Proceso. Allí el presidente argentino aparece como director de dos empresas off shore, Kagemusha S. A., con sede en Panamá, y Fleg Trading Ltd, domiciliada en Bahamas. Ambas creadas por el célebre estudio panameño Mossack Fonseca, especialista en construir sociedades fantasma para ocultar a los dueños. En sus múltiples declaraciones juradas como diputado, jefe de gobierno y presidente de la Nación, Macri “omitió” declararlas. Esto tipifica un delito que fue denunciado ante los tribunales por el diputado Norman Darío Martínez, del kirchnerista Frente para la Victoria y convertido en acusación formal por Delgado. Pero el fiscal no sólo apunta su índice contra el primer magistrado actual: también ha imputado durante muchos años a varios funcionarios corruptos de la pasada administración kirchnerista, mucho antes de que se desatara la oleada de denuncias contra el gobierno anterior, que no se sabe si acabará en justicia efectiva o será una farsa política como ha ocurrido tantas veces en el pasado, donde grandes corruptos como el expresidente Carlos Saúl Menem –para citar un ejemplo elocuente– eludieron la celda y se sientan, cómodos, en una poltrona del Senado. En apariencia, este hombre joven, delgado como su apellido, recuerda más un menudo y sonriente duende shakespereano que a un temible acusador jacobino, pero su índice ha marcado, implacable, a ministros, legisladores, dirigentes políticos, capos mafiosos de las drogas sintéticas, espías de los servicios de inteligencia, policías y prefectos comprados por organizaciones criminales y otros especímenes del delito cometido desde el poder. Lo inquietante para el presidente Macri y otros acusados VIP es que no encuentran por dónde agarrarlo: tiene currículum y no prontuario. Su historial es rico en materia penal e intelectual, porque además de fiscal es profesor de ciencia política y de filosofía del derecho, pero su vida personal es tan intachable como su actuación en la justicia. Falseando la verdad, los abogados de algunos capos de las drogas sintéticas lo acusan de buscar los reflectores, cuando es famoso su culto del bajo perfil. Por su parte los defensores del presidente Macri dicen que está en una “excursión de pesca” para buscar datos que corroboren su acusación. Pero Delgado no se inmuta: sigue vistiendo jeans y chamarras, en un paisaje solemne de corbatas y trajes oscuros y llega a los Tribunales Federales de Comodoro Py (los más poderosos del país) montado en bicicleta. Una bicicleta que estaciona con calculada malicia junto a los autos de alta gama de varios de sus colegas. En esos corredores gélidos de Comodoro Py, se rumorea que están por arrebatarle la causa contra Macri, con una argucia leguleya: cambiarle la carátula y pasarla a otra jurisdicción. También lo persiguen a nivel académico con criterios macartistas y ha debido renunciar –con una carta muy dura– a las cátedras que brindaba en la Universidad de Palermo. Pero también hay poderosos que lo aprecian. El Papa Francisco, por ejemplo, lo consideraría uno de los pocos funcionarios judiciales argentinos capaces de llevar a cabo un mani pulite en serio, aquella lucha contra la mafia que en Italia le costó la vida al juez Giovanni Falcone. Hace poco, el pontífice lo invitó a una reunión de jueces y fiscales en el Vaticano, a la que Delgado sorpresivamente no concurrió “por razones personales”. La acumulación de enemigos poderosos, que ante el menor desliz lo pueden recusar como fiscal, lo hace ser muy cauto en sus declaraciones, por eso no resultó fácil esta entrevista exclusiva para Proceso, a la que llegó en bicicleta, vistiendo jeans y chamarra. Pero la dificultad valió la pena: las definiciones del fiscal Delgado sobre temas como independencia de la justicia, corrupción y Estado ausente, no se limitan al escenario argentino: son también válidas para México y para toda América Latina. A continuación la síntesis de un intenso diálogo que se extendió más de dos horas. “Omisión maliciosa” –¿Está probado que el presidente omitió la existencia de las empresas en Panamá y Bahamas? –Así es. Hay que determinar si las ocultó de forma deliberada. Si lo hizo, es un delito; se llama “omisión maliciosa”. Pero, además, el denunciante, el diputado Martínez, fue un poco más allá y obtuvo documentación de la Inspección de Justicia de Brasil, según la cual, la sociedad Fleg Trading (que figura en los #PanamaPapers) ingresó a los negocios de otra empresa de Brasil, Pago Fácil, a través de la familia Macri. Entonces denunció que, además de la omisión maliciosa, Macri podría haber cometido el delito de “lavado de dinero”. Iniciamos la investigación y comprobamos que la sociedad Fleg no está incluida en la declaración jurada de Macri. –¿En ninguna de sus declaraciones como funcionario público? (como diputado­ nacional, jefe de Gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires y presidente). –En ninguna. Macri sostiene que no la incluyó porque fue “director” y no “presidente”, porque estuvo poco tiempo y porque cuando la sociedad empezó a tener vida patrimonial él ya no era ejecutivo. Esa discusión está en trámite judicial. “Por otro lado está el tema del lavado de dinero que es mucho más complejo por dos razones. Primero porque la globalización es sólo económica, para las transacciones, pero a la hora de intercambiar información entre los Estados, es medieval. Todavía funciona con base en exhortos, que no son más que pedidos de ayuda, digan lo que digan las leyes. Pedidos que dependen de la buena voluntad del que tiene que informar y de la pericia diplomática del Estado que solicita la información. En este caso, la información que pidió el juez (Sebastián) Casanello es bastante compleja porque incluye a Gran Bretaña, Bahamas, Panamá, Brasil y Uruguay. Porque Fleg no es sólo Fleg sino que tiene además un montón de ‘parientes’”. –¿Qué objetivo concreto tienen estos exhortos? –Determinar si ésta Fleg tuvo una vida económica activa; dos, si Macri participó de esa vida económica activa; y tres, si cometieron con esta empresa otro delito, como lavado de dinero. –¿Con qué herramientas cuentan para llevar a cabo una investigación compleja y a nivel internacional? –El juez hizo todos los pedidos que debía hacer, por eso también interviene la Fiscalía de Investigaciones Administrativas, la Unidad de Inteligencia Financiera y la Oficina Anticorrupción. En principio podemos decir que están trabajando todos los organismos del Estado. Lo cual hace un poco de ruido porque Macri es el presidente… –A eso iba: ¿el presidente va a permitir que lo incriminen organismos que dependen de su autoridad? –A nivel popular dicen: “Es como que el presidente se investigue a sí mismo”. Bueno éste no es solamente un problema de las instituciones argentinas: cómo separar el gobierno de los hombres del gobierno de la ley. O la distinción weberiana entre política y administración. Según Max Weber se supone que la burocracia es estable, perdura en el tiempo y la constituye un grupo de funcionarios altamente capacitado y especializado y el dirigente político es la cabeza de todo eso. En Argentina está todo un poco mezclado. –En Argentina contradicen a Weber. –No lo contradicen, porque Weber mismo dice que hay Estados llenos de diletantes, de funcionarios aficionados y burocracias porosas que no habían llegado al grado de especialización profesional que requería el capitalismo en los años veinte. –Pero, en concreto, ¿usted piensa que en la Argentina es factible que un presidente en ejercicio pueda ser investigado judicialmente? –Mire: nosotros tenemos que investigar. Siempre. A los de un bando y los de otro. Para eso nos pagan el sueldo. De hecho investigamos a otros presidentes: Fernando de la Rúa, la propia Cristina Fernández de Kirchner… El “loco” del convento En el caso de Federico Delgado no hay dudas de que pueda acusar a tirios y troyanos. Ahora mismo se ha producido un hecho escandaloso en Argentina que lo demuestra. Parece sacado de una película de Woody Allen, pero ocurrió, de verdad, días atrás: José López, un señor bajito y calvo, que fue secretario de Obras Públicas de la Nación durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, fue denunciado por un vecino y detenido por la policía, durante la madrugada del 14 de junio pasado, en un monasterio de la provincia de Buenos Aires, mientras arrojaba por encima de la barda externa bolsos llenos de dólares, euros, yuanes y otras monedas exóticas, por un valor cercano a 9 millones de dólares. En esa suerte de convento había vivido un obispo enemigo del actual Papa pero amigo del presidente Kirchner y actualmente pernoctaban tres monjas de avanzada edad, custodiando una extraña cripta que para ellas estaba destinada a sepulcro y según los mal pensados, a guardar fondos robados al erario. Atrapado literalmente con las manos en la masa, López se hizo el loco y hasta llegó a pedirles a los policías bonaerenses que le regalaran un poco de cocaína. Pero lo chistoso del asunto resultó trágico para el kirchnerismo y su jefa, Cristina Fernández de Kirchner, porque puso en grosera evidencia lo que negaban los sectores autodenominados “progresistas”: que la corrupción del gobierno “nacional y popular” había desbordado todos los límites conocidos. Según estos sectores, ni Néstor ni Cristina habían advertido que López era un ladrón de tomo y lomo, pero sí lo advirtió el fiscal Federico Delgado, que ya en el temprano 2008 lo procesó por enriquecimiento ilícito. –¿Qué pasaba si López no tiraba los bolsos sobre el muro y el vecino no lo denunciaba? –Nada, no pasaba nada. Es una vergüenza que el sistema judicial tarde ocho años para investigar a un tipo que tenía la plata en una bolsa. Esto no es crítica ni autocrítica: son los hechos que hablan de la ineficacia del Estado argentino. En el caso López hubo un coeficiente de adversidad –para usar una frase sartreana– dificilísimo de sortear. El milagro fue mantener la causa abierta durante ocho años. Ocho años en los que el juez sólo nos daba respuestas formales. Por eso pasaron ocho años, porque las respuestas eran formales pero no reales. Esto demuestra que la justicia argentina tiene un grave problema: en vez de analizar procesos, analiza fotos. Instantáneas de una secuencia. “Si nosotros limitamos el caso López a la cuenta aritmética de cuánto declaró y cuánto tiró por encima del muro, el tema se agota ahí mismo: es enriquecimiento ilícito. Pero para que una persona acreciente su patrimonio de manera tan bestial, tiene que haber una manguera que alimente ilegalmente ese crecimiento exponencial. Entonces hay que ubicar ese incremento en una trama de sentido que lo explique. Esa trama es el paso de López por la función pública, en un lugar estratégico donde se administraban los dineros que se usaban para la obra pública. Allí estuvo 12 años a nivel nacional. Antes había cumplido funciones similares o idénticas en el gobierno de la provincia de Santa Cruz, en ambos casos con el mismo grupo político (el que comandaban Néstor y Cristina Kirchner). –¿Por qué ese impromptu? ¿Alguien le avisó que lo pensaban allanar? –En la causa nuestra no estaba previsto ningún allanamiento. Lo que estamos tratando de reconstruir es justamente las circunstancias que rodearon ese desprendimiento del dinero. Pero debo decirle que tenemos carencias tecnológicas importantes. Por ejemplo, carecemos de medios para leer los mensajes de WhatsApp. Es un problema mundial: hay casos en que los terroristas usaron teléfonos de alta gama que el FBI no logró desbloquear. En nuestro caso no es la excepción, sino la regla: no tenemos tecnología para desbloquear los teléfonos y leer los mensajes en una época en la que la gente dejó de hablar por teléfono y escribe. “La corrupción mata” –Volviendo al planteo suyo de ver el proceso y no sólo la foto, usted dijo hace poco que la expresidenta Cristina Fernández debía ser citada a declarar en el caso López. –Claro. Nadie debe ser descartado. ¡Cómo usted va a descartar a priori a una persona que fue la jefa directa del imputado! –No, porque lo que se está exhibiendo en materia de corrupción habida durante el gobierno kirchnerista es astronómico. –Quizá nunca fue tan visible la corrupción como en estos tiempos, en que las trayectorias de vida quedan a la vista en los medios. La Cámara Federal dijo el otro día, cuando procesó a Lázaro Báez (acusado de ser testaferro de Néstor y Cristina Kirchner), cómo podía ser que un simple cajero de banco en 12 años pudiera convertirse en el terrateniente más grande de la provincia de Santa Cruz. –Un socio comprobado del matrimonio Kirchner como lo demuestran diversos documentos… –…alquileres, compraventa, entre otros… –Por muchísimo menos que eso destituyeron a Fernando Collor de Melo en Brasil… –…o a Dilma Rousseff. –¿Piensa que Cristina va a ir presa? –No lo sé. –Y en su fuero interno, ¿cree que debería ir presa? –Si contesto eso me sacan todas las causas –dice el fiscal y ríe a carcajadas–. Para decirlo de manera kantiana: eso forma parte del “uso privado de mi razón”. Se ríe como un muchacho y le recuerdo que ya lo empujaron abruptamente de otras causas. Como la tragedia ferroviaria de la estación Once, ocurrida hace cuatro años, donde murieron 51 pasajeros. Delgado había avanzado hasta pedir que los responsables de primera línea, como los sucesivos ministros de Transporte, Ricardo Jaime y Juan Carlos Schiavi, y el poderoso ministro de Planificación, Julio De Vido, estuvieran presos. En diciembre pasado fueron condenados los dos primeros. De Vido todavía está libre. En 2010 Delgado ya había denunciado a ese ministro tan poderoso de la “era Kirchner” por la compra a España y Portugal de material ferroviario inservible. La denuncia durmió seis años en un cajón del juez federal Julián Ercolini. “Exactamente, me empujaron, me sacaron de esa causa. Sí, sí, porque logramos probar que ‘la corrupción mata’”. –Al menos Jaime está preso. –Sí, a pesar de las fricciones entre el juez y la fiscalía, que por suerte no traspasaron el expediente. Como el juez trabajó de juez, el fiscal de fiscal y las víctimas empujaron con enorme fuerza, se logró elaborar un producto que se dio pocas veces en la Argentina: demostrar en un tiempo razonablemente corto que la corrupción mata y condenar a parte de los responsables. –Vistos estos antecedentes, ¿no teme que el expediente Macri termine durmiendo el sueño de los justos? –Por ahora no duerme. Por ahora la trabazón más importante es esta cuestión medieval de los exhortos. La idea nuestra es que no duerma nada. Por el lado nuestro seguro que no va a dormir. Sabemos que Fleg Trading estuvo activa, hay que ver si durante el periodo en que estuvo activa Macri intervino. Estamos cotejando las declaraciones juradas y las empresas parientes de Fleg… –¿Y? –Y… nada –sonríe–. Por ahora no puedo anticipar nada. Observa el periódico del día que está sobre una mesa. El titular informa que Ibar Pérez Corradi, acusado de ser el autor intelectual del Triple Crimen de la Efedrina, ha llegado a Buenos Aires extraditado desde Paraguay y sus declaraciones ante la justicia podrían resultar fatales para alguien a quien los narcos llamaban La Morsa y que sería el exjefe de gabinete de Cristina Kirchner, Aníbal Fernández. Él –según estas versiones– habría comandado las exportaciones de este precursor químico a México, donde se fabricaban drogas de diseño. –¿Cree que puede haber un crecimiento de la violencia narco en la Argentina que de alguna manera nos acerque al panorama terrible por el que atraviesa México? –Nosotros tenemos la experiencia de trabajar mucho con el tema de trata de personas y drogas en poblaciones vulnerables, básicamente en villas de emergencia. Y no sólo vemos más violencia, vemos con gran preocupación que en aquellos lugares donde el Estado no llega, las prestaciones que debería dar las empiezan a dar los narcos. Nos despedimos. Se pone el casco en la acera y sube a la bicicleta. Lanza una última reflexión: –Pienso que Argentina, como otros Estados-nación de América Latina, está erosionada por abajo y por arriba. Por abajo por la exclusión, la pobreza, la fragmentación, la existencia de lugares donde ha perdido soberanía efectiva el Estado-nación; y por arriba, porque no pueden gobernar las transacciones financieras si no tienen forma de recaudar impuestos. Nuestros Estados son rehenes de la pobreza y de una aristocracia internacional que gobierna las finanzas mundiales. Me aprieta la mano en la despedida. Tal vez encuentra una simetría con el interlocutor. Mi última pregunta tiene que ver con la multitud de enemigos poderosos que tiene en la cúpula y en los sótanos del Estado, con el macartismo explícito que lo obligó a dejar las cátedras que amaba en la Universidad de Palermo. –El precio de la autonomía –sentencia con una sonrisa melancólica– es la soledad.­

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