La última batalla de Rommel Pacheco

miércoles, 10 de agosto de 2016 · 12:35
Uno de los clavadistas mexicanos más poderosos nunca ha obtenido una medalla olímpica. Se trata de Rommel Pacheco, quien en Brasil tendrá una última oportunidad para sumergirse en la gloria. De hecho, regresó del retiro para conseguir este objetivo. Participará junto a Jahir Ocampo, un joven que por primera vez asiste a esta competencia planetaria. En tres años el desarrollo de la dupla ha sido fenomenal, y cuentan con buenas probabilidades de alcanzar el podio. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La pareja que conforman Rommel Pacheco y Jahir Ocampo volará, y puede aterrizar en el podio olímpico. Ellos tienen sólidas posibilidades de obtener una medalla en la prueba de clavados sincronizados desde el trampolín de tres metros. Para Ocampo, Río 2016 representa sus primeros juegos; para Pacheco son los terceros y la última oportunidad de ganar un metal en la competencia más importante del mundo. Hasta hace tres años no eran favoritos de nadie: “Por mí nadie apostaba nada, y Rommel ya estaba para el retiro”, resume Ocampo. Pacheco no calificó a Londres 2012 en la prueba de plataforma individual. Se conformó con ver los saltos desde las gradas. Enojado. Frustrado. Por una lesión, Ocampo no calificó a Beijing 2008, y para Londres la plaza olímpica la disputaron Yahel Castillo, Julián Sánchez y Daniel Islas. Pero esos golpes fueron el acicate para perseguir con fiereza la medalla olímpica. Pacheco jamás pensó en rendirse, pero cambió la plataforma por el trampolín. Es como un atleta nuevo. “Daba por hecho que estaría en Londres. Soy un clavadista importante y calificar era algo rutinario. En la grada, viendo la competencia, pensé en que no califiqué no por falta de nivel, sino que fue un clavado nuevo en el que abrí de más y ese error me costó no llegar. Me dio coraje, me enojé, estuve triste. Y no fue la experiencia más bonita, pero todo pasa por algo. Agradezco lo que sucedió porque me sirvió para evaluar y replantear”, cuenta Pacheco. Ocampo lloró tanto cuando no calificó a Beijing que las lágrimas le nublaron el futuro: renunció a los clavados. Con una lesión terrible en la rodilla le pidió a Enrique López Zarza, de los Pumas de la UNAM, que lo probara para ser futbolista. El instructor no aceptó y lo mandó de regreso a la fosa. “Fue el punto de quiebre de mi carrera. Pude haber parado. Decidí volver porque no quise irme derrotado, como cobarde. Quería retirarme haciendo algo bien. Lo hice por mí y por mi papá”, relata Ocampo. Con la entrenadora china Ma Jin, Pacheco y Ocampo encontraron nuevos caminos. En el caso del primero, tuvo que trabajar en ajustar el ritmo en el trampolín y en ejecutar clavados con un grado de dificultad competitivo. Con el segundo, la primera decisión fue despedirse en 2011 de Iván Bautista, quien lo entrenó durante 17 años. Dejó Guadalajara y se mudó a la Ciudad de México, adonde llegó pesando 85 kilos de pura masa muscular. Lo primero fue bajarlo a 79 kilos. Eso le permitió, en un año, realizar clavados que no había podido ejecutar en toda su carrera. El exceso de músculo era su peor enemigo. Además, Jahir Ocampo padece la enfermedad de Osgood-Schlatter, que afecta a los adolescentes cuando crecen: a consecuencia de la práctica se despega el cartílago de la tibia, lo cual genera que se hinche su rodilla y tenga dolor. De forma constante necesita terapia para ejercitarse y competir. “Sentí que, como no llegué a Beijing y era la carta fuerte de Iván Bautista, él se concentró más en Germán (Sánchez) y en Iván (García). En ese equipo había mucho talento. Yo también quería conocer la técnica de los chinos. Cuando llegué con Ma Jin nadie creía ni confiaba en mi. Yo nunca había despegado y Rommel se suponía que había llegado a su límite. Empezamos a hacer el sincronizado porque éramos los únicos hombres del equipo. Y desde la primera competencia sincronizamos”, recuerda Ocampo. En 2013, la dupla ganó bronce en el Mundial de Natación de Barcelona, detrás de China y Rusia. Fue la primera medalla mundialista para Pacheco en cinco ediciones de esta justa. Ocampo jamás había asistido a un campeonato del mundo. Aún no pensaban en Juegos Olímpicos. Pero en los Panamericanos de Toronto 2015 obtuvieron el oro y la perspectiva se aclaró. “Los dos empezamos a despegar. Es puro trabajo duro y no darte por vencido. Hubiera sido más fácil que Rommel se retirara. Si él se hubiera ido yo no hubiera sobresalido.” –De ustedes se espera una medalla, ¿así será? –se le pregunta a Jahir. –Pueden decir lo que sea. Si creen en nosotros o no, es igual. Trabajé para estar aquí, nadie nos regaló nada. Sé que por nuestro entrenamiento y resultados nos vemos fuertes como pareja. Creo en nosotros y sé que podemos pelear por la medalla. Ya no me da miedo ganar. La mejor manera de predecir el futuro es inventándolo. Yo todos los días me creo campeón olímpico. Me veo que me están poniendo la medalla de oro en Río. La clave para Ocampo es estar “conectado a una frecuencia diferente; vibrar en una frecuencia más alta”. Es lo que ha aprendido haciendo yoga y taichí. Medita todas las noches y a su preparación física le añadió la espiritual. Rommel Pacheco quiere una presea en Brasil con la misma fuerza que la anheló el primer día que llegó al Comité Olímpico Mexicano. Dejó su natal Mérida a los 13 años a cambio de ver su nombre escrito con letras doradas en el muro del olimpismo mexicano. “Es la única medalla que me hace falta. Juegos Olímpicos es la competencia más importante del deporte amateur. Es la cumbre de mi carrera. Me encantaría que mi nombre esté en esa pared. No sé si estará. Lo que no quiero es tener ansiedad por lograrla, porque eso no me ayuda. –¿No estás obsesionado con ganar? –Es que eso me pasó en plataforma, que sólo pensaba “quiero ganar, quiero ganar”. Ahora sé que no lo debo enfocar de esa manera. Eso me lo enseñaron los tablazos de la vida. La experiencia de los años. Te lo digo ahorita muy fácil. Pero cuando estoy compitiendo tengo que hacer lo que aprendí. Y también sé que a veces amaneces muy bien y todo te sale, otras, estás mal, como sin feeling (sentimiento). No sé qué es ni por qué, pero pasa. –¿Podrías vivir tranquilo sin una medalla olímpica?, ¿o el juicio de no obtenerla será muy duro? –Ese juicio sí está. Pero si no gano no fue porque no hice todo. Si al final de mi carrera no la llegara a conseguir, no me voy a reprochar nada. Ni nadie me va a reprochar nada. Si Diosito no quiso que la gane, pues no la gané. El esfuerzo, el coraje lo hice. Ya puse todo en el horno, ya es cuestión de que se esponje el pastel bonito. “Mira, Juegos Olímpicos es igual que todas las competencias, pero sólo por ser Olímpicos involucran más presión, medios… Sumas factores externos y eso lo hace difícil. No hay que entrar en eso. Yo debo creer que es sólo una competencia más. Tengo un poco más de experiencia que Jahir y a la hora de competir hay muchos sentimientos y emociones; tengo que controlarme y estar bien para ayudar a que él esté más tranquilo. Hemos creado una amistad. Nos apoyamos. Nos llevamos muy bien y eso ayuda.” –¿Una medalla olímpica te cambiaría la vida? –Depende cómo lo utilices, cómo eres y quién eres. Muchos medallistas olímpicos lo han aprovechado y han tenido oportunidades gracias a su medalla, cargos públicos o se supieron mover. Y otros que también la ganaron y nadie se acuerda de ellos. Algunos tropezaron, se fueron por el mal camino. Una medalla no quiere decir que seas buena persona. Yo sé que soy buena persona, independientemente que la consiga o no. He disfrutado mucho el deporte, pero no es lo que me dará de comer. El deporte se acaba y se terminó todo. Estudié, cuando termine con los clavados pondré una empresa y prosperaré. La medalla es un reto personal. Es como un trabajo escolar muy importante.

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