El legado de Teodoro González de León

martes, 20 de septiembre de 2016 · 20:01
CIUDAD DE MEXICO (apro).- El legado que deja el arquitecto Teodoro González de León (Ciudad de México, 29 de mayo 1926-6 septiembre 2016) no se reduce a las múltiples y monumentales obras arquitectónicas que diseñó, sino que, por el contrario, se expande a la provocación de pensar, reflexionar y analizar el sentido creativo, político y ético que tiene el quehacer arquitectónico financiado con recursos públicos en México. Beneficiado durante toda su trayectoria con proyectos de obra pública de gran costo y relevancia protagónica realizados en la Ciudad de México, en el interior de la República y en ciudades extranjeras, Teodoro González de León trabajó durante muchos años en sociedad con otros arquitectos. En colaboración con Francisco Serrano diseñó, entre otros, el Parque Tomás Garrido en Villahermosa, Tabasco, y las embajadas de México en Alemania y Guatemala. De su sociedad con Abraham Zabludovsky se encuentran en la ciudad capital el edificio del Infonavit, la Universidad Pedagógica, la Delegación Cuauhtémoc, el Museo Rufino Tamayo y la remodelación del Auditorio Nacional. Distinguido además por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) con el nombramiento de Creador Emérito, González de León recibió por parte de los ciudadanos, desde 1993, una beca vitalicia de 20 salarios mínimos mensuales, lo correspondiente a aproximadamente 43 mil 800 pesos actuales. Un estímulo económico innecesario que plantea cuestionamientos éticos sobre el irresponsable dispendio de las becas del Fonca. ¿Qué pensaría cualquier empleado si supiera que parte de sus contribuciones fiscales se han dado a un arquitecto que recibía millones de pesos por su trabajo? Considerado por el secretario de Cultura Rafael Tovar como un creador de espíritu renacentista que “ha enriquecido la vida de millones de mexicanos”, Teodoro González de León manifestó en entrevistas algunas ideas sobre la copia y el aprendizaje de la arquitectura que exigen su reflexión. Sobre todo, por las evidentes similitudes que tiene su diseño del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con la estructura arquitectónica del Museo del Siglo XXI de Kanazawa en Japón (1999-2004), y también por las notorias referencias con la fachada del Teatro Le Manege de Mons (2001-2006), en Bélgica. Ambas construcciones, proyectadas, construidas e inauguradas antes que el MUAC (2006-noviembre 2008). En la entrevista que publicó la Secretaría de Cultura en su comunicado 1059 el pasado 26 de mayo, el arquitecto afirmó: “El arte se enseña copiando, se empieza copiando siempre, entonces yo empecé copiando a Le Corbusier. Uno copia no en una forma exacta, sino el espíritu de esa obra que está uno viendo y tratando de copiar, que salga con la pureza del modelo, es muy difícil, pero si lograra hacer una copia, que es una recreación de un modelo, eso es aprender a hacer la arquitectura.” La declaración es muy confrontante porque justifica la copia como creación y, en el arte, la recreación, para ser creativa, debe plantear una singularidad que distinga tanto a la obra como al artista. ¿En qué se distingue el MUAC de sus espectaculares referentes? ¿En qué se distingue su planta circular en la que se insertan volúmenes cuadrados y rectangulares, de la planta circular en la que se insertan volúmenes cuadrados y rectangulares del museo japonés? ¿En qué se distinguen sus pasillos y sus patios y sus jardineras cuando se ven casi iguales? Admirador ferviente de la ciudad de Nueva York a dónde iba continuamente “para ver exposiciones, galerías, museos, conciertos y cine. En México no voy al cine” (revista Magis, Guadalajara, ITESO, 1 agosto 2014), Teodoro González de León nos deja como legado la obligación de pensar el significado que tiene la palabra creación en el diseño arquitectónico contemporáneo de México, que es financiado con recursos públicos. El MUAC tuvo un costo de por lo menos 255 millones de pesos.

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