El voto hispano en Estados Unidos

jueves, 13 de octubre de 2016 · 13:46
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Por primera vez, The New York Times publicó en su edición impresa –el pasado domingo 2– un editorial en español, titulado “El voto latino puede ser la diferencia”. En él incita a esa comunidad a ejercer su derecho al sufragio en la elección del próximo 8 de noviembre para evitar que Donald Trump sea presidente de Estados Unidos. De acuerdo con el diario neoyorquino, el resultado de los comicios “dependerá en gran medida de cuántos de los 27 millones de hispanos que pueden votar acudan a las urnas”. (La versión en inglés del texto apareció debajo de la española.) El peso del voto latino ha crecido aceleradamente desde que el Viva Kennedy Movement ayudó a lograr la estrecha victoria de John F. Kennedy sobre Richard Nixon en 1960, por menos de medio punto porcentual. Lo mismo ocurrió en la elección y reelección de Barack Obama, quien en 2012 obtuvo 71% de los sufragios latinos, frente a 27% a favor del candidato republicano, Mitt Romney. Esto representó un brusco descenso para los republicanos, si se le compara con el 40% del voto hispano alcanzado por George W. Bush en 2004. Hillary Clinton cuenta con el respaldo de 66% del electorado hispano registrado, frente a 24% que apoya a Trump, una ventaja similar a la que tuvo Obama sobre Romney hace cuatro años (69% ante 21%), y por encima de John McCain en 2008 (66% ante 23%). Hoy es claro que ningún candidato de ningún partido puede llegar a la Casa Blanca sin el respaldo del electorado latino. No obstante, muchos de los hispanos no ejercen su derecho al sufragio. En las elecciones de 2012 sólo votó 48% del electorado latino, frente a 66.6% del afroamericano y 60.1% de los votantes blancos (Pew Research Center). De ahí que el editorial del Times pretenda estimular el voto hispano a favor de la candidata del Partido Demócrata. El diario destaca que los latinos están cambiando el futuro de Estados Unidos en aulas, lugares de trabajo y barrios. “Sólo es cuestión de tiempo para que su huella en el sistema político del país se ajuste a sus contribuciones en otras esferas. Ese momento debe ser ahora”, concluye el editorial. La población de origen hispano en Estados Unidos asciende a 57 millones (un tercio de ellos, menores de 18 años), lo que equivale a 18% de los habitantes de ese país. Alrededor de dos tercios de los hispanos son de origen mexicano (35.3 millones). De ellos, 23 millones han nacido en Estados Unidos y 12 millones son inmigrantes. De ese subgrupo, 55% son indocumentados (alrededor de 6.8 millones). La inmigración ilegal va en descenso, entre 2005 y 2010 el número de inmigrantes mexicanos sin documentos se redujo a la mitad en relación con el lustro anterior (Pew Hispanic Center). Aparte de la importancia demográfica y electoral de la comunidad hispana es necesario destacar su relevancia económica. El presidente (CEO) de la U.S. Hispanic Chamber of Commerce, Michael Barrera, afirma que el mercado de consumo hispano en Estados Unidos es igual o mayor al Producto Interno Bruto (PIB) de México y Canadá. “Somos la segunda economía más grande de Norteamérica”. (Harvard Journal of Hispanic Policy, marzo 2011.) De acuerdo con un documento de la Joint Economic Committee del Congreso estadunidense publicado en octubre de 2015, la actividad económica de la comunidad latina asciende a 1.3 billones de dólares. Se proyecta que para 2020 será de 1.7 billones de dólares. El PIB de México en 2015 fue de 1.1 billones de dólares. A pesar de esas cifras, existe una profunda división en la sociedad estadunidense respecto de las minorías étnicas, especialmente la hispana. La controversia sobre la inmigración se ha convertido en el gran debate sobre los derechos civiles del siglo XXI. Al mismo tiempo, la fuerza electoral y económica, política y cultural de la comunidad latina se ha potenciado. Así como la presencia hispana en el actual territorio estadunidense precede a su nacimiento como nación, el futuro de ese país será definido por los latinos más que por ningún otro grupo inmigrante integrado a su geografía. Según datos del Congreso de aquella nación norteamericana, para 2060 uno de cada tres habitantes de Estados Unidos será hispano. Esa tendencia ha despertado temores y rechazo entre la mayoría blanca del país desde hace varias décadas, pero se ha agudizado a partir de que Trump transformó ese descontento en odio xenófobo como estrategia de campaña. Las ideas del politólogo Samuel Huntington sobre una supuesta conspiración para integrar a California y Texas a México alimentan un racismo que había estado reprimido y ahora sale a flote, a veces con furia. La fábula de la conjura está sustentada en el prejuicio, claramente rebatido por los hechos, de que los mexicoamericanos no quieren ni pueden incorporarse a Estados Unidos debido a que existen “diferencias irreconciliables” entre las dos culturas –una hispana y católica, la otra británica y protestante– que lo impiden. En consecuencia, ello podría conducir a la división de Estados Unidos en un país compuesto por dos lenguas y dos culturas distintas e incompatibles (¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad estadunidense, 2004, y “The Hispanic Challenge”, Foreign Policy, octubre de 2009, ambos de Huntington). Según Huntington, la comunidad de origen mexicano representa una amenaza para la identidad y la unidad de la nación estadunidense, así como el Islam encarna un grave peligro para la civilización occidental (Choque de civilizaciones, 1996). Estas ideas extremas alimentan la estrategia electoral de Trump, sustentada en dos pilares característicos de la propaganda fascista: el temor y el odio. El electorado hispano es clave para impedir que Trump llegue a la Casa Blanca. El promedio de las encuestas en la noche del miércoles 5 sitúa a Clinton cuatro puntos arriba de Trump: 45% para la candidata demócrata y 41% para el candidato republicano. Falta un mes y dos debates para las elecciones. La amenaza de Trump persiste.

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