Trump, un millonario en estado de negación
WASHINGTON (apro).- La elección presidencial de Estados Unidos podría ya estar definida a favor de Hillary Rodham Clinton, y parece que lo sabe el mismo Donald Trump, quien vive en estado de negación y desquicio ante su realidad política.
Concluidos los tres debates presidenciales entre Clinton y Trump, las encuestas sobre la tendencia del voto de los estadunidenses, tanto a nivel nacional como estatal, marcan una ventaja que se apuesta difícil de remontar a favor de la candidata demócrata.
Las 11 acusaciones de ataques y acoso sexual que persiguen a Trump fueron parteaguas para socavar su supuesta popularidad entre los electores independientes y el sector más moderado dentro del mismo Partido Republicano.
El acabose surgió el mismo 19 de octubre en el tercer y último debate presidencial, cuando Trump puso en entredicho al sistema democrático de Estados Unidos al declarar que no aceptaría un resultado electoral si no le es favorable.
La amenaza del multimillonario magnate de la industria de la construcción no fue tomada a la ligera. Los líderes del Partido Republicano reaccionaron con furia. Los electores estadunidenses independientes y los republicanos moderados lo entendieron: Trump está delirando, vive su propia realidad, no respeta ni entiende a las instituciones democráticas ni al sistema electoral; y nadie con estas características está capacitado para ser presidente.
Desde que su campaña presidencial comenzó a caer en la preferencia electoral, con la revelación de los escándalos sexuales y por sus propias palabras y acciones, Trump se escudó en la teoría de la conspiración. Como si la historia electoral de Estados Unidos no tuviese un prestigio y reconocimiento de ser una de las más equitativas del mundo, jamás perfecta; Trump comenzó a escudar sus errores denunciando una supuesta conspiración en su contra sustentada en el fraude que se cometerá el 8 de noviembre.
Con el voto adelantado que ya se lleva a cabo en varios estados de la Unión Americana, Trump que no pudo darle la vuelta a su declive por las denuncias de ataques sexuales, acusa elecciones arregladas en las cuales hasta los muertos y los inmigrantes indocumentados están sufragando.
El candidato presidencial republicano no ha presentado evidencia de sus denuncias. Se limita a acusar la existencia de un complot entre la prensa deshonesta y corrupta, con instituciones electorales a todo nivel de gobierno para negarle la presidencia.
Un fascista y narcisista como Trump no puede ser el emblema de un país democrático. El estado de negación en el que se encuentra lo hace ver como un millonario terco que cree poder manipular con palabras a un sistema y proceso electoral con mucho prestigio y altamente reconocido a nivel internacional.
Son 538 los votos del Colegio Electoral repartidos entre los 50 estados de la Unión Americana. Para ganar la presidencia de Estados Unidos se necesitan 270. A dos semanas de los comicios del 8 de noviembre, las encuestas a nivel estatal le dan por lo menos 360 votos del Colegio Electoral a Clinton. El pronóstico es de una magnitud catastrófica para Trump.
Denunciar fraude electoral bajo este escenario ridiculizaría a cualquiera que lo haga, no es un escenario con una elección cerrada. Trump está desquiciado, sólo así se puede entender su estado de negación de la realidad electoral que lo rodea.
A los líderes republicanos ya les dejó de preocupar su candidato y su estado mental. Dan por perdida la Casa Blanca, pero entienden que el socavar al sistema democrático con acusaciones infundadas de fraude, da oportunidad a Clinton y al Partido Demócrata de arrebatarles lo más preciado: el control del Congreso federal.
El estado de negación de Trump es nocivo. Según las encuestas, los republicanos moderados van a votar por Clinton. La candidata demócrata es la antitesis de los ideales y principios de los republicanos, pero frente a Trump no tienen alternativa.