La Orquesta de Jalisco: luces y sombras

lunes, 24 de octubre de 2016 · 20:47
GUANAJUATO, Gto. (Proceso).- España y el estado de Jalisco fueron los dos invitados a este Festival Internacional Cervantino (FIC), el XLIV. La Orquesta de Jalisco, dirigida por su titular el maestro canadiense Marco Parisotto, se presentó en el emblemático Teatro Juárez con un programa de luces y sombras. Comenzó con Vencidos para barítono y orquesta sobre un poema de León Felipe (1884-1968), donde se alude al Quijote. Obra comisionada por el FIC al compositor italiano Fabio Vacchi (1949). Ya antes había musicalizado ese mismo texto Joan Manuel Serrat, y la inevitable comparación es absolutamente desfavorable para esta nueva versión: la parte orquestal sin gracia, sin conexión alguna con el texto; la parte vocal, totalmente fallida, así no se compone para la voz: no hay melodías, ni melismas, pero sí canto silábico a gritos y saltos interválicos sin sentido. El público reaccionó con un aplauso de cortesía a la orquesta y a Carlos Almaguer, barítono mexicano de enorme y preciosa voz que defendió lo mejor posible esta olvidable partitura. El compositor no subió al escenario a recibir el aplauso (o el abucheo) del público. El Don Quijote Op. 35 (1897) de Richard Strauss (1864-1949), “Variaciones fantásticas sobre un tema de carácter caballeresco” para orquesta y violoncello solista, nos quitó el mal sabor de boca. Brillante y certera la interpretación del maestro venezolano William Molina, primer cellista de la orquesta, con sonido robusto y generoso, brillante en una palabra. Y Parisotto demostró ser un gran director interpretando una deliciosa partitura. El banquete musical continuó con el archi famoso Concierto de Aranjuez (1940) para guitarra y orquesta de Joaquín Rodrigo (1901-1999), con el joven guitarrista yucateco Cecilio Perera, estupendo, claro y seguro, de gran concentración que demostró luego de pequeños tropiezos donde no perdió la calma; exquisita musicalidad y expresión. Este concierto es sin duda la partitura española más tocada de la historia, y el público siempre la agradece y celebra pues no pierde su encanto y frescura (tan grandes que prácticamente eclipsaron toda la demás obra de Rodrigo). El segundo movimiento ha sido objeto de varias adaptaciones muy desafortunadas. Esta obra en honor a los jardines del palacio real de Aranjuez (ciudad situada a 48 kilómetros de Madrid, a orillas del Tajo), fue compuesta sin que el autor viera jamás, debido a la ceguera que padeció desde los tres años. En 1991 Rodrigo fue nombrado marqués de esos jardines. Con este concierto logró la dignificación definitiva de la guitarra como instrumento de concierto, considerada antes un instrumento popular. Para terminar el festín sinfónico, la “Suite No. 2” de El Sombrero de tres Picos de Manuel de Falla (1876-1946). Esta Suite consta de tres partes: Los vecinos, danza del molinero y danza final (información que no viene en el programa de mano del FIC). Se trata de un ballet de música extraordinaria escrita en 1919 para los Ballets Rusos de Diághilev en París, con la cual de inmediato se hizo inmensamente famoso, a lo cual contribuyó el ambiente favorable a todo lo hispánico imperante en la época, y que llevó a varios compositores franceses como Ravel y Debussy a escribir obas con temática hispánica (como antes Bizet con su Carmen o Laló con su Sinfonía española). Pero nadie para escribir música española como Manuel de Falla. Ojalá algún día podamos disfrutar de este exquisito ballet, pero no en forma sinfónica sino con coreografía.

Comentarios